
El Acento/ Inmaculada Sánchez
«No seas cabezón», le espetó ‘sin acritud’, que diría González, la ministra Maria Jesús Montero a Pablo Iglesias en el Congreso cuando el entonces vicepresidente se empeñaba en incluir la subida del Salario Mínimo en los Presupuestos. La aparente regañina le concedió al líder de Podemos un calificativo que luego ha utilizado en más de una ocasión para enorgullecerse.
Sí, a Pablo Iglesias le encanta ser y que le llamen cabezón. Cuadra en su estilo, en su forma de hacer política, aparte de otras muchas cualidades y defectos. 14 meses después de haber entrado a formar parte de un gobierno de coalición en el que se empeñó hasta el punto de tener que enfentarse a una repetición electoral, el líder de Podemos se marcha del mismo, para sorpresa de propios y extraños, a batallar a otros frentes. Las incógnitas que deja no son pocas como tampoco lo logrado para la joven formación morada que fundó hace apenas 7 años.

Iglesias ha sido el eje de la tensión ideológica de este primer Gobierno de coalición de izquierdas de la España reciente y, tras conseguir que el bloque de la investidura apoyara los Presupuestos que han apuntalado la legislatura, se va… paradójicamente, amarrando a Sánchez a La Moncloa.
Entre los principales interrogantes, pese al inicial alivio que su anuncio provocó en más de un ministro, está saber si el pulso entre morados y socialistas reducirá su tensión debido al aire supuestamente más dialogante de su sucesora, la flamante tercera vicepresidenta, Yolanda Díaz, o si le «echarán de menos», como se ha atrevido a augurar el propio Iglesias en su primera entrevista fuera del Gobierno para poner en valor la potencia política de la titular de Trabajo. Y, sobre todo, si el papel del líder morado fuera del Ejecutivo y libre, pues, de su papel institucional, traerá más dolores de cabeza a Moncloa de los soportados estos 14 meses.
Cómo se desarrollará el iniciado proceso de sucesión en Podemos, cómo funcionará la bicefalia encarnada por Iglesias y Díaz desde esta semana, qué depararán los inciertos resultados del 4 de mayo en Madrid para el futuro del propio Iglesias, de Podemos y del Gobierno que preside Pedro Sánchez son otras tantas preguntas que buscan respuesta tras la sorprendente decisión del exvicepresidente.
Indudable, sin embargo, y pese a las feroces críticas que persiguen a Iglesias desde que saltó a la política activa, ha sido su papel en este inédito Gobierno de coalición de izquierdas, con el PSOE de Pedro Sánchez, como eje vertebrador del mismo. Aunque no pueda exhibir un abultado equipaje de gestión en su departamento, más allá de la llamada ‘Ley Rodhes’ de protección a la infancia y cierto orden en la distribución de las ayudas a la dependencia, con cuyo notable incremento se ha podido despedir, la gran aportación de Iglesias ha sido apuntalar la legislatura consiguiendo el apoyo a los Presupuestos de 2021 de los socios de izquierda que votaron la investidura de Sánchez. Su negociación con Bildu y ERC resultó crucial para que las cuentas salieran adelante, expulsando de la ecuación a Ciudadanos, un socio mucho más débil, insuficiente y que hubiera quebrado la cohesión del apoyo parlamentario que hasta ese momento venía sosteniendo al Gobierno, por mucho que tanto en Ferraz como en Moncloa hubiera quien lo prefiriese.
Paradójicamente, el líder morado abandona el Gobierno tras haber apuntalado la legislatura y, con ella, a Sánchez en La Moncloa. Con estos Presupuestos aprobados, Sánchez podría permitirse una prórroga para los de 2022, si el devenir de Cataluña lleva a los de ERC nuevamente a la orilla de la confrontación con el Estado y no los votan el año próximo, permitiendo llegar al presidente hasta 2023, año electoral en el que un adelanto ya resultaría reducido a meses y considerado ‘técnico’.
Hasta llegar a ese puerto queda mucho oleaje. En qué barco arribará a él el más atípico vicepresidente que ha tenido este país durante 14 meses es probable que no lo sepa ni él.
Periodista y directora de El Siglo desde 2011, revista que contribuye a fundar, en 1991, formando parte de su primer equipo como jefa de la sección de Nacional. Anteriormente trabajó en las revistas Cambio 16 y El Nuevo Lunes y en la Cadena Ser. Actualmente también participa asiduamente en diferentes tertulias políticas de TVE y de Telemadrid.