
Joan Capdevila
Uno de los paradigmas sagrados de la economía europea es que la inflación debe de estar siempre bajo control. En realidad, desde principios de los años 90, el IPCA, la inflación armonizada histórica de Europa, se ha movido entre el 5% y el -0,5%. Nadie de menos de 60 años puede recordar los efectos reales de la inflación española en aquellos maravillosos años 70.
Pues bien, el secreto mejor guardado del momento es que el terremoto de la inenarrable subida del precio del gas, que recordemos se ha multiplicado por cuatro en pocas semanas, va a provocar un tsunami de proporciones nunca vistas en nuestras economías porque puede llegar a generar una inflación de más de dos dígitos en pocos meses. La escasez de materias primas a nivel mundial junto con esta disparada de precios de gas, y en consecuencia de electricidad, obliga a todo el tejido industrial europeo a subidas de precios de más de dos dígitos. Ello implicará inevitablemente que la cadena de compras se encarezca y las grandes empresas que ofrecen los productos al consumidor se vean a su vez obligados a subir precios de más de dos dígitos. Y esto sólo para cubrir costes, sin ninguna garantía de cómo se va a comportar el consumo en estos próximos meses.

La escasez de materias primas a nivel mundial junto con esta disparada de precios de gas, y en consecuencia de electricidad, obliga a todo el tejido industrial europeo a subidas de precios de más de dos dígitos
Si los efectos devastadores de esta ola inflacionista llegan durante el primer trimestre a nuestras economías con fuerza, con más de dos dígitos, se van a producir dos nuevas reacciones en cadena. La primera, ya está anunciada: negociaciones de subidas salariales hasta ahora nunca vistas. Si los grandes actores políticos se niegan a subidas inflacionarias porque están saliendo del Covid y las deudas de los países no tienen mucho margen, el conflicto laboral está servido. Y el conflicto acabará inevitablemente en aumentos salariales de dos dígitos en el sector privado, en el sector público y en las pensiones. Y esto nos situará de pleno en los próximos años en la maldita espiral inflacionista. La gran duda es cómo se comportará el consumo. Porque si acaba cayendo por miedo y por falta de liquidez, nos adentraremos en el terreno de la estanflación. Y aquí es donde nuestros economistas se quedan sin brújula y sin recetas. La segunda reacción es cómo va a actuar nuestro sistema bancario europeo, que simplemente no está preparado para aceptar que este escenario sea posible. ¿Qué nos puede ocurrir a Estados, empresas y particulares si los tipos de interés se disparan? Y esto, por tratar sólo algunos de los aspectos.
Estamos en una posible evolución de nuestra economía hacia la de países de otros continentes hermanos. Puede que tengamos que aprender a convivir con inflaciones de dos dígitos, que creíamos erradicadas de nuestro paraíso europeo. No pretendo ser un gurú de nada. Simplemente llevo meses hablando con industriales que vieron cómo les acechaba primero la escasez de materias primas, después su encarecimiento y ahora llevan unas semanas perplejos ante el nuevo ‘boom’ del gas. Quiero recordarles que la inflación en España en el 1977 fue del 26%. Todavía tenemos margen de decisión en Europa si actuamos conjuntamente para reducir el impacto de esta nueva situación. Nos estaremos de nuevo poniendo a prueba. Sólo que esta vez no hay vacuna para la inflación.
Presidente de la Comisión de Industria del Congreso de los Diputados y portavoz en la de Transición Ecológica. Veterinario y empresario pyme durante 25 años. Ahora Diputado a Cortes (pero no me lo tengan en cuenta) independiente en el G.P. Republicano (ERC). Licenciado en la UNEX, tengo un Máster en la UAB y un Programa Ejecutivo en Deusto BS.