Destacado Económico / N. L.
En la medianoche del 31 de diciembre de 1991, la URSS dejó de existir, por deméritos propios. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas saltó por los aires probando lo que decían Marx y Engels en el ‘Manifiesto Comunista’, “que todo lo sólido se desvanece en el aire”. Vivió desde entonces lo que se ha denominado la vía mafiosa hacia el capitalismo, dejando encubierta la espinosa cuestión de su disgregación territorial, especialmente de la separación de las tres naciones que los rusos consideraban inseparables de su territorio sagrado: Ucrania, Bielorrusia y Georgia. Sobre todo el programa de Ucrania.
El 21 de diciembre de 2021, 53 diputados nacionalistas del Consejo Regional de Lviv (Ucrania Occidental) pidieron al gobierno ucraniano que pasara a utilizar a efectos oficiales el nombre de «Moscovia», ya que entendían que esta denominación pertenece a la herencia histórica de los ucranianos (a causa de la llamada Rus de Kiev, el primer gran estado de los eslavos orientales). Curiosamente, al hacerlo se acercaban a la idea que remacha Vladimir Putin de que rusos, ucranianos y bielorrusos son tres ramas del mismo pueblo, donde habían nacido Jruschov, Breznev, Chernenko y Andropov, entre otros dirigentes soviéticos, pero a la que según indica Tony Judt en su extraordinario libro de 1.200 páginas ‘Postguerra’, se la trató como una colonia.

Sentimientos nacionalistas aparte, Ucrania era con diferencia lo más difícil de admitir en el terreno práctico al ser uno de los puntales de la economía del país con el 17% del PIB; el 60% de las reservas de carbón; gran parte de las de titanio y el 40% de la producción agrícola.
El 16 de junio de 1990, los comunistas del Soviet Ucraniano exigieron la independencia, que se proclamaría tras un referéndum en marzo de 1991 en el que el 88% de la población votó a favor de romper con Moscú.
Sin embargo, como señala Tony Judt, “el estado soviético no desapareció realmente. Mas bien fue la Unión Soviética la que se hizo añicos, creando múltiples estados herederos, muchos de ellos gobernados por experimentados burócratas comunistas cuya reacción instintiva fue reproducir e imponer los sistemas y la autoridad que hasta entonces habían ejercido como cargos soviéticos”, quien añade que en la mayoría de esas repúblicas no hubo transición a la democracia y que la transición se produjo si acaso un poco después.
USA reaccionó de forma contradictoria
La reacción de Estados Unidos fue confusa y contradictoria. Se dio la circunstancia de que cuando George Bush visitó Kiev el 1 de agosto de 1991, recomendó a los ucranianos que siguieran en la Unión Soviética.
John Bolton, consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, el ‘halcón’ más radical de la Casa Blanca, da cuenta en su libro ‘La habitación donde sucedió’, de la confusa actuación del presidente Trump. Señala que cuando en 2014 Putin se anexionó ilegítimamente Crimea, la primera vez desde 1945 que se producía un cambio en las fronteras europeas por la fuerza militar “actuamos tarde –por no incorporar a Ucrania, un país de una importancia decisiva, a la OTAN– y que el país se hizo aún más vulnerable ante el intento de Putin de restablecer su hegemonía en el espacio de la antigua Unión Soviética”.
Recuerda Bolton que en la cumbre de la OTAN de Bucarest, de abril de 2008, la Administración Bush (hijo) intentó situar a Georgia y a Ucrania en la senda adecuada para que se convirtieran en miembros de la Alianza pero que los europeos se opusieron, sobre todo Alemania y Francia. Las trágicas consecuencias de aquel fracaso se hicieron evidentes durante el mes de agosto de aquel año, cuando las tropas rusas invadieron Georgia y pusieron dos provincias bajo el control de Moscú, donde siguen desde entonces.

En su opinión, “la crisis de Ucrania comenzó después, pero el patrón era el mismo”. A pesar de las sanciones de Occidente, Rusia no se retiró y, durante la Administración Obama mantuvo su actitud beligerante. Bolton viajó a Ucrania el 24 de agosto de 2018 para festejar el aniversario de la declaración de su independencia de la Unión Soviética en 1991 y expresó su preocupación en un desayuno con el entonces primer ministro ucraniano Volodimir Groysman, quien le dijo que Ucrania era una línea para Putin y que, si lograba cruzarla, conseguiría impunidad en Europa y en el mundo.
El domingo 25 de noviembre de 2018, un buque de guerra ruso atacó a una embarcación ucraniana en el Estrecho de Kerch y se hizo con varios barcos de este país. Bolton creyó que se podía producir una escalada militar y llamó a Trump, quien le preguntó: “¿Qué están haciendo los europeos?. Respondí: “Nada”, lo mismo que estábamos haciendo nosotros (más tarde la Unión Europea hizo una declaración con la misma sensiblería de siempre)”.
Trump calificaba a Ucrania de “un país muy corrupto”
Bolton sostenía, sin convencer a Trump, que Rusia podría buscar un enfrentamiento para justificar la anexión de Crimea, que muy pocos países habían reconocido. Trump solía eludir la cuestión limitándose a señalar que la anexión de Crimea era ilegal, pero en conversaciones con Bolton se justificaba asegurando que Ucrania era “un país muy corrupto”. “No quiero tener nada que ver con Ucrania – aseguraba Trump–, me han atacado y no tengo ni puñetera idea de por qué”, refiriéndose a la campaña de Hillary Clinton, en la que, en su opinión Ucrania había sido el brazo ejecutor de los intentos de Moscú de interferir en las elecciones estadounidenses.
El domingo 31 de marzo de 2019, Volodimir Zelensky ganó las elecciones a pesar de ser sospechoso de estar protegido por el oligarca corrupto Kolomoisky. Paradójicamente, debió su éxito a su promesa de acabar con la corrupción. Trump le felicitó asegurándole: “Será usted un presidente fantástico. Estamos con usted siempre”, y añadió jocosamente que, “expropietario del concurso de Miss Universo, sabía que Ucrania siempre estaba bien representada por sus hermosas mujeres”. La embajadora de Estados Unidos en Ucrania le había asegurando a Zelensky que Trump deseaba parar varias investigaciones que los fiscales ucranianos estaban llevando a cabo.
Señala el consejero de Seguridad Nacional: “Aunque nadie habría pensado nunca que Ucrania se convertiría en un campo de batalla capaz de hacer peligrar una Presidencia estadounidense, eso fue justo lo que ocurrió en 2019” y añade: “Durante el tiempo que estuve en el Ala Oeste, Trump pretendió hacer lo que le diera la gana, en función de lo que él sabía y más convenía a sus intereses personales, y daba la impresión de que en Ucrania por fin se saldría con la suya”.
De la luna de miel inicial a la abominación de Europa en 2014
Como ha señalado Pilar Bonet al coronel José Miguel Palacios, “en su momento Putin «quiso que lo quisieran y no lo quieren […] y ahora ya no quiere que le quieran; le da igual».
Como indica el general Dacoba Cerviño, director del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), inicialmente Putin desarrolló una política occidentalista, trató de lograr las mejores relaciones con los Estados Unidos, la UE y, por separado con las principales potencias europeas. La integración de los antiguos países del Pacto de Varsovia y de las tres repúblicas bálticas en la OTAN fue aceptada formalmente, y las discrepancias se resolvían en el marco institucional creado al efecto: el Acta Fundacional de Relaciones OTAN-Rusia de 1997.

De este modo, se abrió la puerta para la cooperación mutuamente beneficiosa: energía y recursos naturales rusos casi ilimitados a cambio de inversión y tecnología avanzada europea. Sin embargo, mientras Moscú, como gran potencia, continuaba pensando en términos de poder e influencia, americanos y europeos consideraron que la postración y posterior anuencia rusas significaban una autorización implícita para entrar en su zona de influencia histórica.
En veinte años, el panorama se ha pasado del rosa al negro. Como señala el general Dacoba Cerviño, el reconocimiento occidental de la independencia de Kosovo en febrero de 2008 y la guerra de Georgia en agosto siguiente pusieron en alerta a los dirigentes de Moscú, que concluyeron que Occidente tenía un plan para socavar los intereses de Rusia.
Europa decidió no hacer nada
En ese momento, la política exterior y de seguridad rusa dio un vuelco. Se comenzó a promocionar una política exterior basada en los principios del euroasianismo, tan popular en un amplio sector intelectual ruso; se inició una auténtica reforma militar, que a la vista de los resultados obtenidos tuvo éxito, y continuó la expansión de sus capacidades para mostrarse como una potencia que puede defender sus intereses de seguridad imponiéndose por la fuerza cuando es necesario. Y llegó el momento en el que fue preciso: Georgia en el verano de 2008 y, especialmente, Ucrania a finales de 2013.
De repente, Moscú se dio cuenta de que podía perder de un plumazo una vasta área de influencia gracias a un tratado de asociación con la UE que, sólo aparentemente, se ocupaba de temas económicos, comerciales y financieros, porque, en el fondo, era una importantísima ventaja política para arrancar a Ucrania de su histórica dependencia de Rusia.
Con los acontecimientos que se sucedieron entre finales de 2013 y principios de 2014 al caos político interno en Kiev, avivado desde el exterior, sucedió la rápida acción militar y diplomática rusa, que supuso la anexión de la península de Crimea, pero también el inicio de una guerra civil separatista en la parte oriental de Ucrania que dejó al país sumido en el caos.
“¿Cuál fue la reacción europea?”, se pregunta el general, y responde que “la misma que hubo con Checoslovaquia el 15 de marzo de 1939: no hacer nada ante los hechos consumados de una gran potencia agresiva” y concluye:
“Vemos que los comportamientos se repiten, que no se ha aprendido nada de la historia y que el Derecho Internacional cede ante la fuerza, por falta de decisión de los que tienen la ética y la moral de su parte y poder para imponerlas. La imposición de sanciones económicas por parte de los Estados Unidos y la UE, que siguen vigentes, no han servido de nada. Rusia sigue ocupando Crimea, mantiene un apoyo activo a los rebeldes separatistas en el Donbas, su economía sigue creciendo y, lo que es peor, se ha acercado mucho más a China, buscando la inversión y la tecnología avanzada que Europa le ha vetado”.
A Putin le obsesiona la supervivencia de Rusia como Estado
El 23 de diciembre de 2021, Vladímir Putin celebró su tradicional conferencia de prensa de final de año y puso de manifiesto su obsesión de que Occidente (Estados Unidos y la Unión Europea) optaban por el desmembramiento de Rusia y puso como ejemplo lo que ocurrió en Yugoslavia en 1999. “Lo recordamos bien. Resultaba difícil creer, yo mismo no podía creer lo que veía, pero a finales del siglo XX, una de las capitales europeas, Belgrado, era bombardeada durante varias semanas, a lo que siguió una auténtica invasión. ¿Es que hubo alguna resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre este tema que permitiera tales acciones? Absolutamente, no».

Como glosó José Miguel Palacios, coronel de Infantería y doctor en Ciencias Políticas en un artículo publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos: “Si hay un tema que obsesione al Putin de finales de 2021, es el de la supervivencia de Rusia como Estado. El presidente ruso cree firmemente que en los años noventa su país estuvo a punto de desintegrarse y está convencido de que precisamente eso era lo que entonces deseaban los occidentales.
Cree también que Occidente (Estados Unidos) sigue empeñado en debilitar y marginalizar a Rusia, aunque no tiene completamente claro hasta qué punto. En sus fases más pesimistas, teme que la desmembración de Rusia sea de nuevo el objetivo real a medio y largo plazo”. En otra ocasión había señalado al referirse a lo que ocurrió en Yugoslavia: “En principio, por lo que se ve, es lo que querrían hacer también con nosotros».
“Durante años, hace notar el coronel Palacios, se ha debatido si los aliados occidentales se comprometieron o no con Gorbachov a no expandir la OTAN hacia el Este. Probablemente, ambas partes en la disputa tienen algo de razón. Nunca hubo ningún compromiso occidental formal y nunca llegó a discutirse la posible admisión de nuevos miembros en la Alianza Atlántica. Pero al aceptar, en el marco de la reunificación alemana, no mover “una sola pulgada hacia el Este” (expresión de James Baker) el despliegue de la OTAN es lógico que los soviéticos entendieran que expansiones más allá de la frontera del Oder-Neisse estaban también excluidas”.
La portavoz del Ministerio ruso de Asuntos Exteriores, María Zajárova, tiraba una pulla a Josep Borrell al explicar el 30 de diciembre que «… para los Estados miembros de la UE […] que son al mismo tiempo miembros de la OTAN es la Alianza la que sigue siendo ‘la base de su defensa colectiva y foro para su implementación […]. En este sentido, no se entiende bien el sufrimiento del jefe de la diplomacia europea por la no participación de la UE en los debates sobre garantías de seguridad en Europa. Ustedes aceptaron voluntariamente ceder su soberanía en favor de que las decisiones se adoptaran por Estados Unidos, bien en solitario, bien bajo el paraguas de la OTAN, pero en cualquier caso por Estados Unidos». Zajárova se refería a la entrevista concedida por Josep Borrell a ‘Die Welt’ y publicada el 29 de diciembre de 2021, el día anterior a sus declaraciones.
Putin teme que después de él llegue el diluvio
Palacios alude al comentario escrito a mediados de diciembre por Aleksandr Baunov, un conocido analista ruso, quien comentaba que el presidente ruso ha alcanzado ya los objetivos que se planteaba hace veinte años y su mayor preocupación actual es si podrán sostenerse las posiciones actuales.
Putin se presentaba muy seguro de su actuación en el documental “Rusia, Historia contemporánea” realizado en el pasado diciembre: «Incluso cuando adoptas decisiones muy difíciles, que a primera vista pueden incluso considerarse arriesgadas, si en tu interior estás convencido de que tienes razón, de que actúas exclusivamente en interés del pueblo ruso, esto a fin de cuentas resulta ser una opción correcta, una opción que da frutos auténticos, frutos que se reflejan en el reforzamiento del Estado ruso”.
Europa hizo nada o casi nada
“¿Qué hizo la UE en este período para reconducir las relaciones bilaterales por cauces favorables a los intereses occidentales y europeos? La respuesta tiene que ser, inevitablemente, nada o casi nada”. Es la sentencia del general Dacoba Cerviño, director del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) en un artículo reciente.
En su opinión parecía que apoyar los esfuerzos para que Alemania lograra el éxito en su unificación era más que suficiente, por lo que las aspiraciones europeas de los antiguos miembros del Pacto de Varsovia se vieron frenadas por un complejo entramado de exigencias burocráticas características de la UE destinadas a retrasar su incorporación al proyecto comunitario.
En su opinión no hubo acciones valientes después de la incorporación de los cinco ‘lander’ alemanes. Los europeos simplemente dejaron la gestión de la transición post soviética en manos de los Estados Unidos.
El ‘Libro Blanco de la Defensa de China’ de 24 de julio de 2019 establece, como uno de sus objetivos, que el Ejército Popular de Liberación esté preparado para «combatir y ganar guerras» en 2035, fecha que se pretende adelantar a 2028. Y Rusia puede aportarle los conocimientos y experiencia para preparar a sus Fuerzas Armadas de cara a un próximo enfrentamiento militar con Occidente.
No obstante, sostiene el general Dacoba, al mismo tiempo los dirigentes rusos saben que la principal amenaza a su integridad territorial proviene de China, que las relaciones entre ambos no siempre han sido pacíficas, que tiene intereses propios en Extremo Oriente y, singularmente, que tiene en su mano la llave del acceso al Océano Ártico y a la Ruta Marítima del Norte, una de las áreas por las que Pekín ha mostrado mayor interés.
La cuestión que se plantea, según el director del Instituto Español de Estudios Estratégicos, es si los dirigentes europeos son conscientes de la necesidad de anclar a Rusia a Occidente y se teme el general que la UE carece de esta visión y que ahora mismo no existen líderes en Europa que estén a la altura de la necesidad de estos tiempos, que aprueben estrategias basadas en los intereses europeos, que son coincidentes con los del bloque occidental, y que adopten las decisiones necesarias para sentarse con Moscú, acordar los principios fundamentales de una nueva relación estratégica mutuamente beneficiosa y que sirva de apoyo para poner coto a las aspiraciones chinas, como demandan los Estados Unidos.
Reconoce que es más sencillo, más prudente y menos comprometido hacer seguidismo de los dictados de Washington pero que esto tiene un coste. Trump se atrevió a decirlo con un lenguaje burdo, y no le hicieron caso. “Pero, profetiza, se engañan los líderes europeos, comunitarios y nacionales, cuando piensan que la nueva Administración Biden va a cambiar los objetivos de la política exterior americana. A lo más cambiarán, un poco, las formas, porque la Estrategia del Pacífico representa el futuro de los Estados Unidos, porque se trata de una política diseñada hace más de una década, porque China representa la principal amenaza a la hegemonía global americana y porque los Estados Unidos están, como siempre, preparados para enfrentarla, son poderosos y saben imponerse.
Concluye apelando a que los dirigentes europeos deben decidir si quieren desempeñar un papel relevante en la estructura internacional que emerja del enfrentamiento entre los Estados Unidos y China o continuar con el papel de testigos silenciosos. En su opinión, el coste de adoptar una u otra decisión será económico, financiero, tecnológico e, incluso, para muchos países, de supervivencia como estructuras políticas organizadas.
Informe de Llorente y Cuenca
Crisis de Ucrania: de las causas geopolíticas a las consecuencias energéticas
La ambición de Rusia es recuperar sus antiguas áreas de influencia de la época zarista y comunista, bajo presión militar y en otros ámbitos de las llamadas “zonas grises” que caracterizan las diferentes modalidades de guerra híbrida. Hablamos de confrontaciones no sólo militares, sino de diferentes instrumentos usados para ganarlas sin necesidad de recurrir al enfrentamiento armado. Eso implica conseguir que el valor del objetivo para uno de los contendientes sea inferior al coste asumible en caso de conflicto abierto. Para ello, las aproximaciones con la ambigüedad y la no evidencia de la autoría son un papel esencial. La Rusia de Putin se ha convertido en el paradigma.
Rusia se ha resistido durante mucho tiempo al acercamiento de Ucrania hacia las instituciones europeas, y su demanda clave es que nunca se una a la OTAN ni tenga infraestructura de la OTAN en su territorio. Rusia lo que quiere es detener la expansión de la OTAN hacia el Este para desplegar armas en países vecinos que podrían amenazar a Rusia. Existe una hostilidad particular hacia el despliegue de drones turcos por parte de Ucrania contra las fuerzas respaldadas por Rusia en el este ucraniano y hacia los ejercicios militares occidentales en el Mar Negro. Rusia también está frustrada porque el acuerdo de paz de Minsk de 2015 destinado a detener el conflicto de Ucrania está lejos de cumplirse. Todavía no existen acuerdos para elecciones supervisadas de forma independiente en las regiones separatistas. Rusia niega las quejas de Ucrania que es parte del prolongado conflicto.
Rusia envió tanques, artillería y francotiradores al frente en áreas controladas por los rebeldes. Pero han sido los 90.000 soldados rusos reportados cerca de la frontera con Ucrania los que han generado siempre mayor preocupación. Rusia describió inicialmente las fotos satelitales que mostraban la acumulación de tropas en Crimea y no lejos del este de Ucrania como alarmistas y negó que eso equivaliera a una escalada. Moscú respondió acusando a Ucrania de desplegar en el este del país a la mitad de su ejército, unas 125.000 personas, y alegando que Kiev estaba planeando atacar áreas controladas por separatistas respaldados por Rusia, recibir el visto bueno definitivo en la primavera de 2022. Por eso, otra amenaza clave es evitar la apertura del gasoducto Nord Stream 2 de Rusia en Alemania, y el regulador de energía alemán está debatiendo si da o no su aprobación.
Vías diplomáticas rusas exploradas para poner fin al conflicto
La Federación Rusa ha mantenido de manera consistente a lo largo de las últimas décadas una serie de demandas sobre el concierto de seguridad europeo, y para resolver éstas ha lanzado múltiples propuestas para una revisión presentando diversos documentos como el Tratado (Adaptado) de Fuerzas Armadas Convencionales en Europa, el Tratado de Seguridad Europeo o el Acuerdo OTAN-Rusia de 2009.
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) no pasa por su mejor momento (retirada de Afganistán, tensiones Francia-Turquía, firma del acuerdo AUKUS y conflicto con Francia, etc.) Esta percepción de debilidad relativa, puesto que no está tan basada en capacidades como en el nivel de confianza y coordinación entre los países aliados, podría ser un factor determinante a la hora de que terceros países hagan determinados cálculos políticos.
La posibilidad de un gran acuerdo, que en diversos formatos lleva ya muchos años sobre la mesa, es real y los acontecimientos de las últimas décadas, principalmente las crisis de Georgia (2008) y Ucrania (2014), muestran que éste resulta necesario si se quiere evitar que la situación continúe deteriorándose en el Viejo Continente. Sin embargo, la publicación de estos borradores, entregados a Estados Unidos y la OTAN en los días 15 y 16 de diciembre, supone una clara señal de alarma.
Se trata de dos propuesta de acuerdos: Tratado entre los EE UU y la Federación de Rusia sobre garantías de seguridad. Lo principal que busca Rusia en un acuerdo con Estados Unidos –igual que con la OTAN– pasa por establecer el límite geográfico que puede ser empleado para ciertas cuestiones militares y de seguridad. El punto 3 del acuerdo pasaría por una primera concreción de la propuesta de límite de seguridad (preparar un ataque armado o afectar a la seguridad de los firmantes), pero con la vista puesta en Georgia y los Balcanes tras las expansiones en Montenegro y Macedonia del Norte. Adicionalmente, se convendría una zona fronteriza donde no se podrían hacer ejercicios militares por encima de una brigada en ningún territorio adyacente de la OTAN y la CSTO –y cualquier otra alianza a militar potencial– en un rango por delimitar
Está claro que los borradores eran maximalistas y que Moscú no esperaba, en ningún caso, que dichos documentos fueran firmados, pero establecer una posición maximalista al comienzo de una negociación y buscar a partir de ahí llegar a algún tipo de acuerdo es una táctica habitual en las negociaciones
El hecho de hacer públicos estos posibles acuerdos y el señalar abiertamente el descontento por la reacción occidental tan sólo 48 horas después de entregar los borradores y proceder a una enorme movilización del ejército ruso en la frontera ucraniana (incomparable con cualquier despliegue anterior a 2021 y superior al de primavera de este año), fueron indicios suficientemente alarmantes, especialmente cuando los sumamos a los movimientos diplomáticos anteriormente mencionados y a la creciente beligerancia en la retórica rusa, tanto a nivel mediático como por parte de los organismos oficiales y principales figuras del gobierno.
La estrategia de seguridad de EE UU y sus implicaciones en el Mar Negro
El principal problema estratégico, que Trump definió con claridad y que Biden no ha modificado ni una coma, es el mantenimiento de su hegemonía global frente a la “amenaza” de Rusia y China.
Desde este punto de vista, la tensión en Ucrania hay que interpretarla como un enfrentamiento entre Rusia y EE UU enmarcado en este escenario de contención o competencia entre grandes potencias. No es un conflicto europeo y Europa puede verse arrastrada. Es curioso que ya Trump en su estrategia de seguridad se refería al espacio europeo más como un escenario de confrontación que como un aliado
Las opciones militares rusas antes del conflicto
Lo más sencillo para Rusia hubiera sido entrar por el Donbás, la región del este de Ucrania ya controlada por grupos rebeldes prorrusos. Las fuerzas rusas podrían quedarse en esta zona o incluso ampliarla hacia el Oeste: sus opciones de victoria serían casi seguras y las consecuencias negativas a nivel internacional, escasas. La ocupación podría ser temporal, por ejemplo, para forzar una renegociación de los acuerdos de paz de Minsk, pero también podría estar destinada a anexionar el Donbás a Rusia.
Otra alternativa era avanzar todavía más hacia el Oeste, creando un corredor de aproximadamente trescientos kilómetros a lo largo de la costa hasta la península de Crimea, ya anexionada por Rusia en 2014. Ésta seguiría siendo una opción sencilla, pues evitaría combatir en grandes núcleos urbanos como Járkov o Kiev, aunque sí requeriría conquistar la ciudad costera de Mariúpol. Además, este corredor costero no contaría con ninguna protección natural como montañas o ríos, por lo que sería difícil de defender. Pero sí permitiría a Rusia combinar el frente oriental con ataques lanzados desde Crimea, en el Sur, y resolvería la grave crisis de desabastecimiento de agua que sufre la península.
Finalmente, el Kremlin podría haber avanzado todavía más hacia el Oeste por la costa, cruzando la desembocadura del Dniéper y llegando hasta el enclave prorruso de Transnistria, dentro de Moldavia, de forma que Ucrania quedaría convertido en un país sin salida al mar. Esta opción requeriría, ya sí, de una gran batalla.
Ha habido una repulsa internacional por la agresión rusa y un intento de condena en la ONU que no ha prosperado por el veto de Rusia. Asimismo, Rusia ha advertido de las consecuencias similares a Suecia y Finlandia si estos países se acercan a la OTAN
La respuesta occidental ha sido en forma de sanciones muy duras que afectarán de forma clara a la economía rusa y que ya están demostrando sus efectos tanto en la cotización del rublo como en los mercados.
Palabras de Sánchez sobre la guerra de Ucrania en el Comité Federal del PSOE
Compañeros y compañeras:
Nadie sabe cuánto va a durar la guerra de Putin. Para 44 millones de ucranianos y ucranianas ya ha durado demasiado tiempo, ya hubo demasiados heridos con el primer herido y ya hubo demasiados muertos con el primer muerto.
Lo que sí sabemos es que nunca nos vamos a acostumbrar a la crueldad de la guerra. Lo que sí sabemos es que, mientras haya guerra, no va a desaparecer del primer plano de nuestra conciencia, porque si dejáramos de dar importancia a los muertos, a las bombas, si en definitiva nos acostumbráramos a la guerra estaríamos perdidos como seres humanos.
Por eso, cuando tenemos la conciencia en carne viva por las imágenes que estamos viendo de sufrimiento y de injusticia en Ucrania, cuando sentimos un legítimo dolor y también rabia y conmoción por la injusticia que sufren ahora mismo los ucranianos y ucranianas, he querido empezar mi intervención por una injusticia al menos tan antigua como la guerra en la historia de la humanidad. Una injusticia a la que no nos acostumbramos. Porque nunca nos vamos a acostumbrar a que cada acto de violencia de género pase desapercibido, y no remueva conciencias en nuestra sociedad y llevaremos siempre, cada caso de violencia de género a la primera página de los medios de comunicación para que no se vaya nunca del primer plano de nuestra conciencia y de nuestra acción política. Las nuevas injusticias no pueden distraernos de las ya existentes.
Quiero compartir con vosotros unas palabras de Margaryta Yakovenko, escritora y periodista ucraniana que vive en España, que dice textualmente lo siguiente: “La guerra es comprobar si los cimientos del sótano en el que antes guardabas confitura de cerezas van a resistir un bombardeo”. Parte de su familia, que ha logrado escapar de Mariupol, ahora estamos siendo testigos a través de los medios de comunicación de que es uno de los primeros objetivos de Putin, espera ahora en una región cercana del Este de Ucrania, sin luz, sin agua y sin apenas comida. Y esta es, en definitiva, la dramática realidad de millones de ucranianos y ucranianas que están ahora mismo huyendo despavoridos precisamente de las bombas de Putin.
Hace hoy exactamente 11 días que Vladímir Putin invadió Ucrania, en un ataque que la comunidad internacional ha condenado de manera rotunda, de manera mayoritaria y que hemos calificado no solamente de cruel sino de injusto e injustificado y que no ha hecho más que intensificarse por desgracia desde entonces. Conviene recordar que la agresión salvaje partió de Putin y vino después de semanas de un diálogo diplomático intenso que pretendía precisamente mantener la paz. Y mientras se dialogaba, el agresor preparaba la agresión; mientras nos esmerábamos todos, la comunidad internacional y cada uno de los países europeos, por evitar lo inminente, el agresor negaba cínicamente sus planes y desplegaba sus divisiones esperando el momento del zarpazo. Por tanto, no ha faltado diplomacia. Lo que ha sobrado es agresión.
Putin ha roto en Europa los tiempos de paz y de concordia, que habíamos construido durante más de 5 décadas llevándonos a un escenario que no tenía lugar en este continente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, lo hemos escuchado en muchos medios de comunicación por parte de muchos analistas.
Nosotros sabemos distinguir, cuando digo nosotros me refiero a toda España, sabemos distinguir un agresor de un agredido. Sabemos distinguir una democracia de un régimen autoritario. Sabemos diferenciar lo que es una nación libre y soberana de una potencia nuclear que se ha visibilizado como imperialista. Sabemos distinguir cuál es el lado correcto de la Historia y jamás nos moveremos de ese lado. Del lado correcto de la historia. Nuestro lado es condenar la guerra de Putin y estar junto al pueblo ucraniano. Nuestro lado es exigir que se restablezca la legalidad internacional, precisamente, además, proveniente de un país como es Rusia que es miembro nato del Consejo de Seguridad Naciones Unidas, y que tendría que estar velando en primera persona por esa legalidad internacional, que Putin salga de Ucrania y que se recupere la diplomacia como herramienta legítima para resolver cualquier tipo de contencioso.
Pero somos todos perfectamente conscientes del conflicto de cuál es el verdadero propósito de Putin. Su objetivo es debilitar a la Unión Europea. Fragilizar nuestro espacio de prosperidad compartida fundamentado en valores como la democracia, la justicia social y la libertad.
Algunos dicen estos días que Ucrania es una democracia con imperfecciones; que no es aún homologable a los estándares de la Unión Europea. Pero no nos engañemos: Putin no ha atacado a Ucrania por sus imperfecciones, la ha atacado porque es demasiado democrática a sus ojos. Putin no ha atacado Ucrania por ser poco europea; ha atacado a Ucrania por ser demasiado europea a sus ojos. Igual que fragilizó a lo largo de estos últimos años en Georgia y Moldavia.
Ha atacado a Ucrania porque siente la existencia de la Europa democrática que nosotros hemos construido a través de la UE como una amenaza. Por eso ansía acabar o, al menos, si no lo consigue, debilitar a la Unión Europea. También justifica así el conflicto con Ucrania.
Es verdad que esto no es solamente un objetivo de Putin, el de impedir, el de debilitar, el de fragilizar hasta la máxima expresión a la Unión Europea, este ha sido, y es, probablemente, uno de los principales enemigos del multilateralismo, de la justicia social, de la democracia, de la libertad, de la igualdad. Tanto dentro como fuera de las fronteras de la Unión Europea, es un riesgo que tenemos también dentro de la UE, lo hemos visto en algunas expresiones, discursos, a lo largo de estos últimos años por parte de significados líderes europeos, pero con diferentes lenguas, con diferentes religiones y culturas, diferentes historias, que en muchas ocasiones nos han enfrentado a unos europeos contra otros, son los valores los que nos unen. Es el deseo de vivir en paz, prosperidad, libertad, el de construir una experiencia política sin parangón como es la UE como un espacio de seguridad para poder hacer que nuestras sociedades prosperen.
Sin duda estamos muy lejos de haber conseguido la perfección, seguramente nunca la conseguiremos, la democracia no es más sino un proceso en el que vamos consolidando ese espacio de libertades, de respeto mutuo, de reconocimiento, de convivencia y concordia, pero lo cierto es que, frente a lo que algunos desearon y muchos en términos muy agudos, hemos visto cómo la pandemia y la guerra de Putin, en lugar de debilitar y fragilizar al proyecto europea lo que han hecho es convertirlo en un proyecto mucho más fuerte.
Algunos veían Europa mortalmente herida después del Brexit. No nos olvidemos que el Reino Unido es una potencia nuclear y que salía de la UE y por tanto, fragilizaba a ojos de terceros países y sin duda alguna de Putin a la UE; pero antes al contrario, el Brexit y posteriormente la pandemia global y también lógicamente la guerra en Europa lo que están haciendo es revitalizar a la Unión Europea.
Recuerdo que hace años algunos diferenciaban una supuesta Nueva Europa de otra supuesta Vieja Europa. Y entonces como ahora se equivocaron: estamos viendo la mejor versión de Europa. La Europa unida a sus valores: la paz, la justicia social, la libertad, la democracia y la solidaridad.
Europa ha respondido de manera firme, rápida y unida frente a la guerra de Putin. Con solidaridad con Ucrania, acogiendo a millones de refugiados y refugiadas que huyen de las bombas de Putin. Y desde aquí quiero mandar un abrazo, el reconocimiento y nuestra disposición y disponibilidad a todos los países que están acogiendo ahora mismo en el frente del Este a todos esos refugiados y refugiadas que aquí está España para ser de nuevo un centro de acogida a los refugiados y refugiadas de Ucrania.
Solidaridad con Ucrania, solidaridad con los refugiados y refugiadas y también sanciones duras, durísimas sin precedentes a los oligarcas que crecieron con Putin, y a Putin mismo, sanciones que no van a cesar lo debe tener claro Putin hasta que salga de toda Ucrania y por tanto devuelva la presencia rusa a las fronteras internacionalmente reconocidas de la Federación rusa.
Pero debemos ser conscientes de que, más allá de lo que dure esta terrible guerra, la crisis de la Unión Europea con Putin va a ser larga. Es un conflicto existencial entre la democracia y el autoritarismo, y que se va a prolongar a lo largo de los próximos años, y se va a extender a otras dimensiones a ámbitos de nuestra sociedad como pueda ser el impacto sobre la economía europea y por tanto de la economía española. Este conflicto va a marcar a las actuales generaciones, pero estoy convencido de que Europa prevalecerá como ha prevalecido siempre que ha tenido que afrontar este tipo de conflictos y de situaciones.
Para debilitarnos, Putin utiliza todas sus herramientas disponibles como arma de guerra, lo hace con la propia su propia fuerza bélica como estamos viendo en Ucrania, lo hace también con la desinformación y con los ciberataques. La crisis humanitaria estoy convencido de que también va a tratar de utilizarla como un elemento de división dentro de la UE, por eso es muy importante demostrar esa solidaridad de todos los estados miembros con los países que ahora mismo están acogiendo el grueso de los refugiados. Como también lo está haciendo con el gas y con el petróleo rusos que explican el alza de los precios en España y en Europa. El objetivo de Putin es frenar el bienestar de los europeos, socavar la competitividad de la economía europea. Y no se lo vamos a permitir. Vamos a hacer todo lo que esté en nuestra mano para que los ciudadanos, las empresas y nuestras industrias no se conviertan en rehenes del chantaje energético de Putin.
Este es el desafío que tenemos por delante. Quizá hemos vivido durante todos estos años una suerte de espejismo, quizá durante todos estos largos años sin conflictos en Europa nos hicieron creer que Europa se había vuelto inmune a las guerras. Pero la pandemia y Putin nos han recordado que no hay ninguna región del mundo, por muy desarrollada que sea, inmune ni a las pandemias ni al virus de la guerra.
La pregunta es: ¿Cómo vamos a responder a este descomunal desafío? Desde luego no lo vamos a hacer como lo hace Putin, nosotros vamos a responder con serenidad y con contundencia, con solidaridad y unidad. Como hemos hecho y estamos haciendo.
Y, también, haciendo importantes transformaciones, probablemente que tendríamos que haber hecho en Europa hace ya muchos años para corregir las debilidades y vulnerabilidades que Putin está aprovechando. Por ejemplo, para hacer frente a los millones de refugiados que va a haber debemos avanzar en el Pacto de Migración y Asilo. Debemos reforzar la Política Exterior y de Seguridad Común. Debemos revisar las reglas fiscales para adaptarnos a una economía que va a sufrir un impacto muy grande por la guerra en Ucrania. Debemos avanzar, como venimos haciendo en España y pidiendo a la Unión Europea, en eso que llamamos la autonomía estratégica, y particularmente en la autonomía energética: contando con más fuentes de suministro, no es posible que Europa se suministre en un 40% de gas proveniente de un país que está poniendo en cuestión la seguridad de toda Europa. Lo que tenemos que hacer es diversificar nuestras fuentes de suministro. Debemos redoblar la apuesta que está haciendo el Gobierno de España por la transición energética, por la agenda verde, por apuesta decidida por las renovables, que no solo dan respuesta al desafío climático que tenemos por delante, sino que también nos pertrechan desde un punto de vista de autonomía energética frente a potencias terceras como Rusia. Y sin duda alguna tenemos que reformar el mercado energético europeo tal y como España viene pidiendo desde hace meses. Así, y solo así, es como Europa será más fuerte frente a Putin.
Hemos vivido situaciones tan extremas como que al principio de la pandemia Europa no tenía ni mascarillas. Dos años después, Europa es el principal donante de vacunas del mundo. Con una potente fabricación de vacunas en nuestro continente. También en España, donde pronto contaremos con nuestra propia vacuna.
Ahora ante Putin, debemos hacer lo mismo que hicimos con la pandemia: apostar por más Europa. Más autonomía energética. Y mientras caminamos hacia ese objetivo, protegeremos desde Europa y desde España a nuestros ciudadanos, empresas e industrias para que no sean rehenes del chantaje energético de Putin.
Compañeros y compañeras, no quiero restarle gravedad a la situación en la que estamos. Vivimos tiempos muy duros. Vienen tiempos duros. La guerra de Putin lo hará todo más duro y difícil. Pero estoy convencido de que con determinación, solidaridad y unidad haremos frente a Putin, y Europa y España saldrán reforzados de este embate.
Se ha dicho que para hacer la paz se precisan dos; para desencadenar la guerra basta con uno. Por eso cuando la guerra es cosa de uno y ese uno es el agresor, como estamos viendo en los medios de comunicación con los bombardeos que vive el pueblo ucraniano, cuando no se ha podido evitar, hay que estar con las víctimas de la agresión. Y por eso estamos con el pueblo de Ucrania y en contra de la invasión de Putin. Lo estamos con las palabras y con los actos.
La guerra es atroz. Vemos a las mujeres y los niños ucranianos llorar la separación de sus padres, maridos, hijos y hermanos. Muchas madres rusas también tiemblan estos días por las vidas de sus hijos en el frente de Ucrania.
Los padres de esos jóvenes no han tenido la oportunidad de votar contra la guerra de Putin, ya sabemos cómo son estas cosas, en la mayor parte de los casos se los han llevado al frente a la fuerza y con mentiras. Por eso, pediría también que hagamos lo que tengamos que hacer en justicia, pero que huyamos de cualquier entusiasmo belicista, incluyendo la retórica.
Y pido también que comprendamos que los rusos son también víctimas de Putin. El objetivo es parar la guerra inmediatamente sin duda alguna, pero mientras eso ocurre, lo que debemos hacer es ayudar al país víctima de una ocupación por una potencia imperialista.
Sabemos que las guerras pueden tener sus efectos a miles de kilómetros del frente. Es evidente que la guerra de Putin ha llegado cuando la humanidad empezaba a recobrar oxígeno, a salir de una pandemia, cuando empezábamos a recobrar nuestra vida y cotidianidad y la economía. Esta guerra va a distraer necesariamente muchos esfuerzos de la tarea de recuperación económica en la que los países europeos estábamos viendo los resultados de ese esfuerzo enorme de las instituciones comunitarias y todas las instituciones públicas de nuestro país.
Ya he dicho que este conflicto tendrá un coste que habremos de afrontar entre todos. También aquí se verá la coherencia de cada uno de nosotros, de todas las fuerzas políticas, también aquí veremos si nuestras buenas acciones llegan a la altura de nuestras buenas palabras.
Ya lo estamos viendo con algunas declaraciones, por desgracia, de la ultraderecha sobre los refugiados, sobre los niños refugiados. Ya están bajando el hombro.
Putin tiene enfrente a la comunidad internacional, lo vimos con una votación histórica en la Asamblea de Naciones Unidas donde una amplísima mayoría votó en contra de la invasión a Ucrania, tiene enfrente a la Unión Europea y a España, pero también a cada uno de nosotros y nosotras. Porque en esta guerra está en juego nuestra forma de vivir en democracia y en libertad y nuestro proyecto europeo. Que nadie lo dude.
Lo dejó muy claro en el Parlamento Europeo el Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad, que es uno de nuestros compañeros, un socialista de corazón, Josep Borrell. Traslado desde este Comité Federal nuestra gratitud y nuestro enorme orgullo por su labor para la paz.
Sé que el Gobierno, y os lo agradezco de verdad porque no son situaciones fáciles, cuenta con vuestro apoyo, con el apoyo del Partido socialista. Y además sé también que cuenta con el apoyo de la inmensa mayoría de los españoles y las españolas —voten lo que voten— en torno a la defensa de nuestros valores democráticos y la defensa de nuestro proyecto común, que es la Unión Europea.
Esta guerra nos traerá muchas dificultades, lo estamos viendo en el impacto de los precios, sin duda, pero no va a detener nuestro rumbo y las reformas que necesita nuestro país. Mientras empezamos a consolidar la recuperación económica con extraordinarios datos de empleo, no podíamos imaginar que, de nuevo, el más atroz de los escenarios se presentaría ante nuestros ojos.
Pero os garantizo, que antes de la pandemia y después de la pandemia, antes de la guerra y después de la guerra, nuestra mirada está puesta en las aspiraciones de nuestra sociedad: queremos trabajo digno, sueldos dignos, pensiones dignas, un aire respirable, educación y sanidad de calidad para todos, queremos una democracia limpia de todos sus males, sobre todo del mal de la corrupción.
Porque tenemos la gran responsabilidad de explicar nuestra determinación para que España siga avanzando, a pesar del virus y a pesar de Putin. Decirle a los ciudadanos y a las ciudadanas que España va a continuar su recuperación económica, vamos a seguir ampliando derechos y vamos a seguir creando más oportunidades para todos y para todas, y en especial para la gente más joven.
Pero debemos también explicar que salir de esta crisis que ha provocado Putin no va a ser fácil y no se hará de manera inmediata.
El chantaje energético que Putin está infligiendo a Europa, y lo está haciendo desde hace más de un año, lleva un año preparando esta guerra, se traduce en un desestabilizador aumento de los precios. Actuaremos desde Europa. Como también desde España podemos hacer muchas cosas para poder frenar este impacto inflacionario sobre nuestra economía. Y lo vamos a hacer impulsando un gran pacto de rentas entre empresarios ysindicatos
Esta y otras medidas formarán parte de este Plan Nacional de Respuesta Económica a la Guerra para proteger nuestra economía, para garantizar que España siga creciendo y creando empleo.
Putin está jugando con fuego, y si cree que los que nos quemaremos somos nosotros, los occidentales de la UE y la OTAN, es que tiene miopía política. Como se pase de listo va a desatar la madre de todas las guerras y no quedará títere con cabeza. A mí no me asusta, soy bastante mayor y he sufrido mucho, me espera la Parca, y tampoco me asusta; me asusta más la enfermedad y la postración. Pero mis 70 años de vida me han enseñado a aguantar lo que me va cayendo encima con resignación y coraje. Es que rendirme no es lo mío, el lloriqueo y las quejas tampoco, me planteo un estallido atómico mundial y no me asusto nada. Mi fe en Dios y en la supervivencia del alma me dan fuerzas para aguantar lo que sea. No hay nada como la FE religiosa (no hablo de religiones, al decir esto hablo de una relación íntima del hombre con Dios, de Padre a hijo) para aguantar los envites del devenir. No hay apoyo más grande. No hay felicidad equiparable a la religiosa. Aunque rara vez piso una iglesia. Ahora tengo vida, en el ateísmo solo tenía conflictos y temores. Conocer a Dios me liberó de todo eso. Putin me hace gracia. Cuando le veo santiguándose como si fuera una metralleta me pregunto que clase de fe es la suya: Ignorancia y miedo. Cuando se juntan puede ocurrir lo peor.