
Sin Maldad / José García Abad
Fue una boda de conveniencia, o más precisamente de supervivencia; un trago intragable para Pedro Sánchez. Las razones de Pablo Iglesias para dar el portazo son objeto de especulación resbaladiza, pues no es posible acertar en las motivaciones personales que a veces no se entienden con criterios estrictamente políticos, mayormente de aquellos que se asientan en cálculos de rentabilidad electoral.
Se ha dicho que Iglesias parte de su convicción de que Sánchez adelantará las elecciones, lo que ha sido desmentido tajantemente por la portavoz del Gobierno, que ciertamente no podía decir otra cosa. El adelanto electoral sólo lo puede decidir el presidente y, como decía antes, es sumamente resbaladizo especular sobre una decisión tan personal de motivaciones complejas.

De momento Sánchez se ha quitado un peso de encima. No es muy alto el juicio que tiene sobre Iglesias, que no se ha molestado en ocultar. No soportaba las declaraciones de Iglesias empeñado en pasar del bipartidismo PP-PSOE al bipartidismo PP-Podemos, como expresaba en un artículo que publicó en la ‘New Left Review’ donde aseguraba que su objetivo era el ‘sorpasso’ al PSOE. En opinión de Sánchez: “Para quebrarlo” y así imponer un sistema bipartidista en el que ellos fueran el partido de la izquierda. Ni tampoco sus desprecios personales ni algunas muestras de deslealtad
De momento Sánchez se ha quitado un peso de encima. No es muy alto el juicio que tiene sobre Iglesias, que no se ha molestado en ocultar y expresar de forma contundente en su libro ‘Manual de Resistencia’.
No soportaba Sánchez las declaraciones de Iglesias empeñado en pasar del bipartidismo PP-PSOE al bipartidismo PP-Podemos como expresaba en un artículo que publicó en la ‘New Left Review’ donde aseguraba que su objetivo era el ‘sorpasso’ al PSOE. En opinión de Sánchez: “Para quebrarlo” y así imponer un sistema bipartidista en el que ellos fueran el partido de la izquierda.
El primer portazo
Le costaba entender a Sánchez que Iglesias saliera enarbolando el derecho a decidir de los catalanes. “Fue – recuerda Sánchez– el primer portazo de varios que daría en 24 horas”. En el fondo podía entenderlo Sánchez en razón de la estrategia política de Iglesias, pero no podía admitir actitudes que lindaban con la deslealtad entre compañeros de la izquierda o simplemente en el juego limpio entre gente de bien que se espera entre los competidores en otras actividades ajenas a la política.
Como cuando se entera por un amigo de que José Luis Rodríguez Zapatero, Pepe Bono y Emiliano García-Page habían cenado con Pablo Iglesias sin informarle en un momento en que éste desplegaba “una hostilidad terrible hacia el PSOE”. En esta ocasión Sánchez se mostraba más severo con sus compañeros de partido que con el dirigente de Podemos.
Como cuando las consultas con el Rey. Cuando llegó su turno, Sánchez no sabía qué había hablado Iglesias con Felipe VI. “Aún no habíamos terminado de sentarnos – recuerda Sánchez–, estábamos entrando al despacho, cuando Felipe VI me dice: —Tengo que contarte una noticia. —Dígame, Señor. —Iglesias va a proponerte formar Gobierno. Mi cara de asombro lo debió de dejar más estupefacto aún que la propuesta del líder de Podemos, porque me preguntó: —¿Sabías algo? —Nada, primera noticia —fue mi respuesta—. A partir de ahí, la conversación con el Rey tomó un cauce completamente inesperado y extraño”.
Su desconfianza hacia el PSOE se trasladaba al plano personal
Sánchez lamentaba que Iglesias no depositaba en él ni siquiera confianza para compartir sus planes, pero quería compartir Gobierno. Desde la misma noche electoral, sus intervenciones, destinadas a la militancia socialista, distaban de ser amables y había sugerido que Sánchez estaba prisionero, sin explicar de quién, y llegó a proponer que un independiente presidiera el Gobierno.
O cuando Iglesias emplea un tono hiriente al afirmar que si Sánchez llegaba a presidente sería una «sonrisa del destino», que tendría que agradecer. “Es por lo menos contradictorio –lamenta Sánchez– gobernar con alguien de quien no te fías, y en el peor caso se puede interpretar que quieres formar parte del Ejecutivo para controlar al otro partido. No es el mejor planteamiento para iniciar una negociación encaminada a colaborar con alguien en una coalición, algo ya particularmente difícil en nuestro país, donde no tenemos tradición de este tipo de Ejecutivos”. Esperaba, desde el punto de vista político, una mejor sintonía con Pablo Iglesias. “Sin embargo –concluye–, nuestras relaciones casi nacieron ya marcadas por el desencuentro. Él había manifestado abiertamente su desconfianza hacia el PSOE y eso se trasladaba al plano personal”.
Una cena de desconfianza
Y cuenta cómo transcurrió la primera vez que cenó con Iglesias: “La verdad es que no conseguimos superar la barrera de la desconfianza (…) El sentir mayoritario nos pedía formar una mayoría a las dos izquierdas y crear una suerte de cooperación competitiva en la que ambas se retroalimentaran. En ese delicado equilibrio, si se antepone la competición a la colaboración no es difícil que todo se vaya al traste”.
Iniciaron la conversación comentando los libros que estaban leyendo y las series que habían visto últimamente. Pablo le habló de sus perros, de los que ambos se manifestaron amantes. Después entraron en materia política. Su análisis estaba muy influido por la Syriza de Tsipras y por la idea de ganar al PSOE y ser ellos la alternativa a la derecha. También hablaron de sus confluencias en Valencia, de los Comunes en Cataluña, y repasaron la actualidad política para intentar crear una cercanía. “Pero siempre estaba sobrevolándonos el fantasma de la desconfianza”, recuerda Sánchez.
Tras las elecciones en las que Sánchez no obtuvo el crecimiento de votos que esperaba para gobernar en solitario, Iglesias tuvo que aceptar hacerlo con él. Pero Sánchez había dejado claro su lamento sobre “la falta de visión política de Iglesias” tal como había constatado desde su llegada a la Secretaría General del PSOE.
Lleva ejerciendo la profesión de periodista desde hace más de medio siglo. Ha trabajado en prensa, radio y televisión y ha sido presidente de la Asociación de Periodistas Económicos por tres periodos. Es fundador y presidente del Grupo Nuevo Lunes, que edita los semanarios El Nuevo Lunes, de economía y negocios y El Siglo, de información general.