¡Vaya gente! / Mara del Prado
La “interrupción de la relación matrimonial” de Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarin tiene varios protagonistas. La noticia de la infidelidad del marido de la infanta caía como un obús en la crónica social hace unas semanas y los daños colaterales han alcanzado a más personas.
A los hijos de la pareja, que soportan con estoicismo y educación que los cámaras y reporteros les sigan y pregunten en la calle por una noticia tan delicada para la familia, y Ainhoa Armentia, la compañera de trabajo con la que el exduque de Palma fue pillado infraganti en una inequívoca actitud romántica paseando por una playa de Bidart, en la costa vascofrancesa. La misma donde ha pasado las vacaciones desde que estallara el caso Nóos arropado por su madre y sus hermanos, pero también por su mujer.
Hola publicaba unas fotografías de la mujer más ‘perseguida’ del país en actitud relajada, muy diferente a la contable que, tras una mascarilla quirúrgica, pedía a los periodistas congregados a las puertas del bufete Imaz&Asociados tras la publicación de la exclusiva de Lecturas que respetaran la intimidad de su familia: sigue conviviendo con su marido y tienen dos hijos menores de edad.
En estas últimas imágenes aparece con un grupo de amigas “tan solo unas horas antes de que la infanta” y su marido anunciaran su separación, cuenta la revista, “tranquila y sonriente en Vitoria”. Aunque también asegura que, hace dos fines de semana, tras salir del trabajo, se fue a casa de su padre “buscando refugio en su familia”.
No es para menos. Los reporteros de la cosa rosa están preguntando por ella en su barrio, a sus antiguos compañeros de colegio, a los del trabajo… Y aprovechando el río revuelto, hay quien aprovecha para ajustar cuentas con ella. Que si va “de pija” cuando viene de un barrio humilde (El País), que si “tontean delante de todo el mundo” en la oficina (Sálvame en Telecinco), que si los últimos meses habría alternado los encuentros con su mujer y su compañera hasta el punto de “estar con ambas el mismo día y en la misma ciudad” (Hola).
Lo que dé de sí esta relación, el tiempo lo dirá. Y la hasta hace unas semanas anónima contable vitoriana de 43 años podrá saber si Urdangarin ha merecido la pena.