¡Vaya gente! / Mara del Prado
Cuesta recordar algún episodio protagonizado por Alberto y Charlene de Mónaco que no se viera empañado por los constantes rumores de infelicidad. Antes del matrimonio, cuando se habló de un presunto intento de huida de la novia antes de la boda; después del matrimonio, cuando los mellizos Jacques y Gabriella llegaron al mundo en medio de elucubraciones sobre su concepción por la falta de conexión física de sus progenitores –la princesa ni siquiera vive en Palacio–; y cumplidos los primeros diez años de matrimonio, que celebraron –es un decir– a miles de kilómetros de distancia.
Los que separan el Principado de Sudáfrica, país natal de la exnadadora olímpica que, debido a una infección de oídos –según la versión oficial–, se ha pasado seis meses alejada de su familia monegasca.
Durante todo este tiempo se habría sometido a tres operaciones. La última, hace alrededor de un mes. Lo anunció la fundación que lleva su nombre, no Palacio. Lo hizo a través de un comunicado que hizo llegar a medios como Hola. El último, por ahora, sobre la enésima excusa sobre las largas ausencias de la mujer de Alberto.
Y claro, luego vienen los posados extemporáneos para tratar de evitar las maledicencias sobre esta extraña pareja. A tiempo de celebrar el Día Nacional y el séptimo cumpleaños de sus hijos, Charlene ha vuelto ‘a casa’ para protagonizar un reencuentro “lleno de alegría y emoción”. No sería para menos; durante todo este tiempo en que habría estado convaleciente, su marido tan sólo la visitó unos días el pasado agosto acompañado de los mellizos.
Procedente del aeropuerto de King Shaka, en Durban, donde fue despedida por su amigo Misuzulu Zwelithini, rey de los zulúes, llegaba en jet privado a Niza después de un vuelto de diez horas. Desde allí tomó un helicóptero para llegar a Montecarlo, donde su marido y los críos la esperaban a pie de pista, y se fueron directamente al patio de Palacio para posar ante los fotógrafos, que debían dar testimonio gráfico del feliz acontecimiento.
Hasta aquello resultaba extraño. Sin tiempo para descansar, sin quitarse la mascarilla a pesar de que sólo la rodeaban Alberto y los pequeños. ¿Para evitar que diera marcha atrás? ¿Para no tener que forzar una sonrisa?
Eso es algo que pertenece al terreno de la especulación. Tal vez sigue delicada por la gravedad de las intervenciones –según Hola, le habrían sometido a un levantamiento de los senos paranasales y a un injerto óseo tras una infección de nariz, oído y garganta y no pudo soportar hasta ahora la presión de un vuelo–. Pero, ¿qué se puede esperar? Tantas idas y venidas escapan a las probabilidades de la casualidad.