Lo que ha llovido desde el reinado de Alfonso XIII. No sólo hay partidos independentistas en el Congreso socios parlamentarios del Gobierno; además se atreven a proponer la “supresión” del título de rey de su bisnieto, Felipe VI, en sus enmiendas al Proyecto de Ley de Memoria Democrática. Consideran que el origen de la Jefatura del Estado es ilegal porque procede del régimen franquista. Como si la familia no llevara siglos ‘borboneando’ en este país para deberle nada al dictador.
Él mismo es ejemplo de ello. Y vaya que si ‘borboneó’. Tanto, que se le fue de las manos y tuvo que tomar las de Villadiego. No sin antes dejar en nuestro país su legado para la posteridad. ¿Como rey? No, como promotor de cine porno.
El Centro Dramático Nacional (CDN) acaba de presentar Alfonso el Africano en el Teatro María Guerrero, convertido en sala de fiestas de comienzos del siglo XX para albergar los episodios más disparatados de nuestra reciente historia.
La propuesta de Club Caníbal, con Chiqui Carabante a cargo de la dramaturgia y dirección, tiene como protagonista al rey Alfonso XIII –también llamado el Africano por su grandilocuencia al hablar de la guerra del Rif–, cuya afición por el cine para adultos llevó al monarca hasta el extremo de convertirse en uno de los primeros productores de porno en nuestro país.
“Mientras Alfonso compartía sus producciones pornográficas con sus compinches de correrías”, señalaba Club Caníbal en la presentación del espectáculo, “en España se iba gestando un malestar social que finalmente conduciría a la proclamación de la II República y a la marcha forzada del país del Africano”. Qué cosas, ¿verdad?