Ante el riesgo de fractura, Jordi Turull y Laura Borràs se han ‘repartido’ Junts para llegar en paz al congreso de junio. Turull, un político profesional producto de la cantera de Convergència, releva a un criticadísimo Jordi Sànchez en la secretaría general. Borràs, la más carismática de los independientes que aterrizaron en política con el procés y todavía partidaria de la confrontación con el Estado, ocupará la simbólica presidencia del partido, hasta ahora en manos de un Carles Puigdemont que ha quedado relegado en el día a día del partido. La presidenta del Parlament está pendiente de su juicio por corrupción y su probable inhabilitación. Si se confirma, los radicales quedarán descabezados y los exconvergentes, liderados por Turull, tendrán expedita la vía para abandonar el ‘procesismo’.
Arranca la era post-Puigdemont en Junts. Hace algunas semanas el expresident confirmaba que renunciaba a la reelección como presidente del partido -Jordi Sànchez hacía lo propio antes sobre la secretaría general, rodeado de críticas por su gestión-, admitiendo que el hecho de estar en Bélgica le impide intervenir en el día a día del partido. El ahora eurodiputado señalaba que se debe encontrar un líder que “participe permanentemente de las reuniones ejecutivas, que participe a fondo de las decisiones políticas que haya que adoptar”. Relegado y aislado Puigdemont, Junts queda en manos de dos personas que no forman parte de su círculo, Jordi Turull y Laura Borràs.
Con el acuerdo, queda pacificada la primera vuelta del congreso de Junts, que se celebrará el 4 de junio en la localidad francesa de Argelers
El pulso entre ambos se ha cerrado con un acuerdo que gana tiempo, porque todavía falta cerrar la letra pequeña. Como demandaban unos 200 cargos y miembros de Junts en un manifiesto publicado hace algunos días, Turull ocupará la secretaría general -el verdadero órgano de gobierno del partido- y Borràs la presidencia. Eso sí, la presidenta del Parlament ha conseguido nombrar al 50% de la nueva ejecutiva y, además, pretende sumar competencias a una presidencia que hasta ahora ha sido meramente simbólica, vacía de atribuciones. Así las cosas, queda pacificada la primera vuelta del congreso de Junts, que se celebrará el 4 de junio en la localidad francesa de Argelers. Para un segundo encuentro, en julio, queda la aprobación de los documentos político y organizativo. Esa será la segunda batalla que habrá que ver si se resuelve sin conflictos.
Convergentes contra independientes

Turull es un convergente de pura cepa que lleva toda la vida en política y que cuenta con un apoyo mayoritario entre los cargos y los cuadros del partido. Borràs representa a esas personas que se incorporaron a la política con el procés y, especialmente, en 2017, con la convocatoria del referéndum del 1-O. Turull pertenece a la estirpe política de Pujol y hace política ‘a la antigua’, sin aspavientos. Borràs, una oradora emotiva y con mucho tirón en el independentismo más duro, arrasa entre las bases del partido. Fue elegida candidata para las últimas elecciones catalanas con el 75% de los votos de la militancia, muy por delante de su rival, el exconseller Damiá Calvet, mucho más cercano al perfil clásico convergente. El triunfo de Borràs confirmó que Puigdemont había perdido pie en el núcleo del independentismo. De un lado aparecía Borràs, que pertenece al núcleo duro del último president, Quim Torra, y que lidera a los más duros, los partidarios del enfrentamiento con el Estado. Del otro, la estirpe convergente, con Turull a la cabeza. Y en medio, los restos del puigdemontismo, que fueron incapaces de lanzar una candidatura para las primarias y no han podido tampoco entrar en la carrera por controlar Junts.
Con la retirada de Elsa Artadi, que llegó a estar en las quinielas como candidata y, después, como vicepresidenta, el ‘hombre de Waterloo’ ha perdido a su principal colaboradora. Artadi era la portavoz en el Ayuntamiento de Barcelona y, en teoría, su candidata en las elecciones de mayo del año próximo, pero hace pocos días anunciaba que se marcha. Muy emocionada, subrayaba que su decisión no tenía nada que ver con la actualidad del partido. “No puedo más, no tengo energía para seguir sirviendo a la ciudadanía como se merece, a la ciudad y al país, no me siento con fuerzas para continuar”, afirmaba Artadi.
Borràs, ¿fuera de juego?
Borràs puede estar cerca del final de su carrera política. Sobre ella se cierne la posibilidad de ser inhabilitada por su gestión al frente de la Institució de les Lletres Catalanes
La presidenta del Parlament ha hecho valer su músculo político para cerrar un acuerdo que, además, le adjudica el nombramiento del secretario de Organización de Junts -que será para David Torrents, mosso d’Esquadra y otro referente del independentismo duro- y le asegura la realización de sendas auditorías a los acuerdos de gobierno con ERC en la Generalitat y con el PSC en la diputación de Barcelona.
Sin embargo, Borràs puede estar cerca del final de su carrera política. Sobre ella se cierne la posibilidad de ser inhabilitada por su gestión al frente de la Institució de les Lletres Catalanes, durante la que se las habría ingeniado para favorecer a un amigo con contratos que, en total, le reportaron más 300.000 euros entre 2013 y 2017. Unos contratos fraccionados que como mucho alcanzaban los 18.000 euros cada uno, evitando así la obligación de concederlos mediante concurso público. La causa -falsedad documental, fraude, prevaricación y malversación de caudales públicos-, está en manos del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y el juicio oral arrancará previsiblemente en otoño.
Y como cualquier otra cosa que pasa en Junts, repercute en ERC. Los republicanos son lógicamente sensibles a las vicisitudes de su socio de gobierno, pero ya están casi completamente emancipados de las presiones que condicionaron su estrategia pragmática en otros momentos. Sucede que Borràs se ha erigido en víctima de la represión del Estado y no tiene intención de abandonar la presidencia del Parlament en el caso de ser condenada. La retirada de su acta, por tanto, dependerá del voto de ERC en la Cámara catalana. Por si acaso, la secretara general de los republicanos, Marta Rovira -contra la que pesa todavía una orden de detención por el 1-O y que reside en Suiza desde 2018-, afirmaba hace unos días que “pedir un esfuerzo colectivo al movimiento independentista para catalogar como represión política una cuestión que no sabemos que ha pasado, dudosa administrativamente, me parece que es un sacrificio mayor”.
Pressing ERC

Muestra de los bandazos de Junts y de la presión a la que siguen queriendo someter a los dirigentes de ERC es que se hayan desmarcado del acuerdo que suscribieron con los republicanos, con los Comuns y con el PSC para dar cauce a la sentencia que obliga a un mínimo del 25% de clases en castellano en los centros docentes catalanes. El acuerdo para la reforma de la Ley de Política Lingüística se cerró en marzo. Hay hasta foto de los portavoces de los cuatro partidos, en las escaleras del Parlament, con el texto. Pero ahora, Junts se desmarca diciendo que el acuerdo no evita la imposición de cuotas. Y Pere Aragonès responde que, si no rectifican, se aprobará con los votos de republicanos, socialistas y comunes.
Viniendo como viene de la cantera de Convergència, tan apegada al poder y a las estructuras de la Generalitat desde hace 40 años, Turull es consciente de que lo único que mantiene cogido con alfileres a Junts es sentarse en el Govern. Sin los cargos y las nóminas que garantizan gobernar, el partido terminaría por resquebrajarse y su espacio sería más fácilmente abordable por el PDeCAT, que no tiene representación en el Parlament pero sí ha heredado buena parte de los alcaldes de Convergència en la Cataluña interior. Así que Turull no tiene intención de allanar el camino a una triple entente ERC- Comuns-PSC. Y si Borràs queda desactivada judicialmente, los más duros -los “hiperventilados”, como se los conocía dentro y fuera del independentismo en los momentos álgidos del procés- quedarán descabezados. Su misión de retomar a la senda pragmática, del peixe al cove, por la que camina Pere Aragonès y caminaba Convergència hasta que Artur Mas decidió abandonarla, será más fácil.