Virginia Miranda
Isabel Díaz Ayuso se ha convertido en uno de los personajes del año. José Luis Martínez-Almeida, en la voz más respetada del PP. Y Pablo Casado, en el presidente de un partido donde el liderazgo se concentra en los territorios. Se presentan como cómplices y aliados, pero procuran no darse la espalda por lo que pudiera pasar. Después de que el alcalde abogara por una tercera vía que evitara concentrar más poder en la Puerta del Sol, Génova ha postergado el congreso regional madrileño esperando que baje el suflé de la dirigente popular con mejor predicamento en la derecha.
El congreso regional del PP no se celebrará antes de un año. Según ha explicado la dirección nacional del partido, habrá que esperar a los congresos provinciales pendientes. Será entonces, y no antes, cuando los afiliados votarán a la futura o futuro presidente de la formación, dirigida por una gestora desde mayo de 2018 tras la dimisión de Cristina Cifuentes por un comprometedor vídeo que ponía la puntilla al caso máster.
Dicen que esta es la razón, y no otra, para seguir esperando. A pesar de que, dentro del propio partido, daban por hecho que el cónclave tendría lugar el próximo mes de marzo. Sin embargo y según el secretario general del PP, Teodoro García Egea, se acordó llevar primero las renovaciones provinciales “a lo largo de toda España”. Lo dijo en una reciente rueda de prensa, donde explicó que, una vez concluyan esos congresos provinciales, iniciarán los “procesos de renovación regional” durante el “próximo curso político”.
Una tricefalia en Madrid daría tranquilidad al presidente del PP, que ha pospuesto el cónclave popular más importante y potencialmente conflictivo
Lo explicaba después de que, desde hace meses, se viniera hablando de una tercera vía en el PP de Madrid: ni Isabel Díaz Ayuso, la aspirante natural a la presidencia, ni José Luis Martínez-Almeida, alcalde de la capital en alza. El liderazgo de la formación regional recaería en otra dirección que ejerciera de equilibrio y, sobre todo, de contrapeso a la jefa del Ejecutivo autonómico, convertida durante los meses de confinamiento y nueva normalidad en la cara más visible de la oposición de facto al Gobierno de Pedro Sánchez.
La propia Ana Camins daría el perfil. Secretaria general de la gestora desde que el pasado verano reemplazara a Pío García-Escudero en el cargo, la también diputada y senadora por designación autonómica es amiga personal de Pablo Casado desde que fuera su número dos en las Nuevas Generaciones del PP de Madrid.
Tres mejor que dos
La tricefalia daría tranquilidad al presidente de los conservadores que, de momento, ha pospuesto el que sin duda será el cónclave más importante y potencialmente conflictivo que habrán de celebrar los populares. Porque Ayuso y Almeida presumen de tener una buena relación personal y política pero, de entrada y a un año del congreso regional, no comparten una misma lectura; la jefa del Gobierno madrileño dice que aún no se ha planteado una eventual candidatura y el alcalde, el pasado junio en una entrevista en el diario El Mundo, se manifestaba a favor de la tercera vía.
Una fórmula alternativa a la tradicional, donde coinciden las presidencias política y orgánica, y a la bicéfala, como ocurriera en tiempos de Pío García-Escudero -presidente del PP madrileño- y Alberto Ruiz-Gallardón -presidente del Ejecutivo autonómico- y, sobre todo, en la época en la que éste último protagonizó una cruenta batalla interna con Esperanza Aguirre, auténtico quebradero de cabeza para Mariano Rajoy y peligroso precedente para Pablo Casado.
Porque controlar el PP de Madrid era y sigue siendo el mejor aval del partido a nivel nacional. Con él pretendió Gallardón, siendo alcalde de la capital, entrar en las listas para las elecciones generales del 9 de marzo de 2008. Y con él consiguió Aguirre, entonces jefa del Gobierno autonómico, poner a Rajoy contra las cuerdas y evitar que su compañero y adversario alcanzara una posición ventajosa ante una hipotética sucesión del líder popular: ella también quería ser candidata al Congreso por Madrid, lo que en su caso implicaba dimisión y crisis institucional.

La relación personal entre Ayuso y Almeida y las actuales circunstancias políticas están lejos de ese escenario. Pero recordar aquel episodio resulta inevitable. También, reparar en las similitudes. Como que Rajoy había perdido en las elecciones de 2004 y llevaba casi cuatro años en la oposición y Casado acumula en este frente más de dos años y dos derrotas en generales. O que la presidencia de la Comunidad de Madrid en tiempos de Aguirre era la abanderada contra el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y quien gestionara sus redes sociales se atreve hoy con la ley de educación, la política fiscal o las medidas sanitarias frente a la pandemia del Ejecutivo de Pedro Sánchez.
Éxito inesperado
Pablo Casado nombró candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid a una política desconocida con la que había granjeado amistad en su etapa en Nuevas Generaciones. A pesar de los errores de comunicación en campaña, la suma de Ayuso con Ciudadanos y Vox la convirtió en inesperada baronesa territorial. Y aunque los primeros meses fueron discretos, el fichaje de Miguel Ángel Rodríguez como jefe de gabinete, el mismo que la asesoró en campaña con óptimo resultado, cambió por completo la estrategia.
Fue a comienzos de año, cuando el Gobierno de la Real Casa de Correos comenzó a confrontar con Moncloa a propósito de la fiscalidad o la educación hasta que una pandemia mundial trastocó el mensaje, pero no los planes: hacerle oposición a Pedro Sánchez desde el territorio más fuerte y más casadista. La gestión madrileña “es lo que haríamos a nivel nacional”, aseguraba el líder popular durante la celebración del 2 de mayo.
Cambio de fichas
“Para mí la Junta de Andalucía es una referencia de lo que yo quiero hacer a nivel nacional cuando llegue al Gobierno de España”, sostiene Casado siete meses después. Lo ha hecho desde Sevilla, acompañando a Juanma Moreno en la celebración de sus dos años al frente del Gobierno autonómico. Y lo ha dicho tras la aprobación de unos nuevos Presupuestos Generales del Estado, que confirman al líder popular que la suya va a ser una carrera de fondo y tendrá que administrar sus fuerzas durante tres largos años de legislatura.
Génova se está desvinculando de un proyecto, el de Ayuso, que ha crecido demasiado rápido hasta alcanzar identidad propia
En una política de gestos que no ha pasado desapercibida, el PP se ha venido desvinculando de un proyecto que ha crecido demasiado rápido hasta alcanzar identidad propia, con el riesgo que eso supone para el liderazgo de un presidente que no ha tocado poder y que no lo hará hasta que aglutine el voto conservador disgregado en tres formaciones políticas.
Singulares han sido el viaje andaluz a principios de diciembre para arropar a Moreno Bonilla y el más reciente a Galicia para celebrar los primeros cien días del cuarto Gobierno de Alberto Núñez Feijóo, proclamado por Casado como “el mejor presidente de la historia de la Xunta”.
Ambos son barones del ala moderada en claro contraste con Isabel Díaz Ayuso, que fue desautorizada por Génova cuando dijo en la Asamblea de Madrid que no todos somos iguales ante la ley en una pretendida defensa de Juan Carlos I y que no fue respaldada por la dirección nacional del partido cuando, tras anunciar que el congreso regional del PP se celebrará en año y preguntado por su apoyo a la presidenta autonómica, García Egea dijo que “como secretario general, lo que siempre defenderemos es que sean los afiliados quienes elijan a su líder”. A pesar de que sí apoyó a su compañero y amigo, el murciano Fernando López Miras, y a los menos cercanos y en ocasiones incómodos Feijóo y Moreno Bonilla.
Hasta el infinito, ¿y más allá?
El primer síntoma de que la popularidad de Díaz Ayuso había llegado demasiado lejos para los intereses de Casado fue la reorganización del partido con nombramientos de perfil moderado encabezados por José Luis Martínez-Almeida, que compatibiliza desde el verano sus responsabilidades al frente del Ayuntamiento de Madrid con el recién creado cargo de portavoz nacional del PP.

Durante los peores meses de la pandemia se granjeó fama de dialogante y centrado que culminó con un pacto entre todas las fuerzas políticas del pleno municipal roto formalmente este pasado 23 de diciembre, con la aprobación de unos Presupuestos que sólo han contado con el respaldo de PP y Ciudadanos, partidos en el Gobierno, y Vox, que apoyó la investidura de Almeida.
Pero este contratiempo no resta un ápice de intención a la imagen firme en el mensaje pero moderada en las formas que el líder del PP viene ensayando desde agosto y que tuvo su máxima representación en el debate de la moción de censura de Vox contra Pedro Sánchez. O de Vox contra Casado, como entendieron dentro y fuera de Génova, 13.
La favorita
De momento, la estrategia del PP empieza a obtener parte del efecto deseado, aunque la política de permanente confrontación con el Ejecutivo de coalición de Ayuso y una mejor posición de partida permiten registrar mejores resultados a la baronesa madrileña.
Casado ha subido en los sondeos a costa del desgaste del Gobierno, que ha pasado factura al PSOE y a Unidas Podemos, pero no lo suficiente como para ser el candidato con mayor intención de voto. Según un reciente sondeo de GAD3, los socialistas obtendrían tres escaños más, pero se verían arrastrados por la caída de sus socios. Mientras, el PP sumaría 21 diputados a los logrados en las últimas generales. Y mientras Ciudadanos apenas registra variaciones, la formación de Santiago Abascal experimenta un retroceso de 11 escaños, dando por bueno el discurso de ruptura con la ultraderecha que el líder popular pronunció el pasado mes de octubre.
Ayuso y Casado mejoran en las encuestas, pero ella podría sumar mayorías para gobernar y él no
Los cambios en el barómetro del CIS son menos llamativos, pero apuntan una misma tendencia: leve aumento del PSOE respecto al 10-N, caída algo más acusada de UP y de Vox, y el PP, aunque por debajo del resultado electoral del pasado año, sube respecto a la encuesta del mes anterior.
La diferencia fundamental con Ayuso es que Casado, aunque mejora, sigue sin sorpassar a Pedro Sánchez y no sumaría los apoyos suficientes para gobernar. Y la presidenta madrileña, aunque ya no ‘amenaza’ con rozar la mayoría absoluta como hacía en mayo, sacaría nueve escaños más que en las autonómicas y municipales del 26-M a costa, sobre todo de Cs, cuyos votos y los de Vox -que sube en el sondeo de Key Data de noviembre- permitirían reeditar la investidura de “la nueva musa de la derecha española y bestia negra” del Ejecutivo central, según definición del diario francés Le Figaro, todo un éxito para los estrategas que cada día definen una agenda nacional que trasciende los asuntos meramente autonómicos.
Por eso, Génova la sigue necesitando. PP y Vox se han lanzado en tromba a por el voto descontento de Ciudadanos en Cataluña y, ante el temor de que los de Abascal le tomen la delantera en las elecciones de febrero, Isabel Díaz Ayuso se ha convertido ya en todo un símbolo popular de la temprana precampaña en defensa del castellano en las aulas y de la rebaja fiscal made in Madrid.
Porque, a pesar de la animadversión que genera en las izquierdas, la presidenta regional suma entusiastas adhesiones entre las derechas más allá de su predio político. Un arma de doble filo en Génova, que ha de andarse con mucho cuidado para no cortarse.