La presidenta de Madrid es una persona sensible a la intromisión en la intimidad personal. Pero de forma literal. Es decir, su propia intimidad. Y, si acaso, la de su entorno más cercano. Como su familia.
Uno de los detonantes de la crisis que en menos de una semana ha decapitado al Partido Popular ha sido la comisión de Tomás Díaz Ayuso por un contrato a dedo de la Comunidad de Madrid con la empresa de un amigo para comprar mascarillas por 1,5 millones de euros en la primera ola de la pandemia.
El hermano de la jefa del Ejecutivo autonómico es tan misterioso que no tenía una fotografía suya en Linkedin, donde ha borrado su perfil por la avalancha de búsquedas en la red social. Sin embargo, no ha evitado la curiosidad y, los más atrevidos, se han aventurado a traspasar ciertos límites.
“Pido a las televisiones que no graben en el colegio de mis sobrinas. El acoso no puede llegar tan lejos”, reclamaba la presidenta regional en Twitter tras la aparición de cámaras en el centro escolar de las hijas de su hermano.
Algún usuario le ha recordado que, durante la campaña del 4-M, el también candidato de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, recibió una carta anónima con dos balas y amenazas de muerte hacia él y su familia. “No puede ser que aquellos que provocan la violencia luego se hagan los ofendidos”, dijo Isabel Díaz Ayuso con una absoluta falta de empatía.
La que ella pide ahora y a la que le enfrenta el expresidente del Gobierno. Después de que un juez haya absuelto a un periodista de Okdiario por acoso a sus hijos porque “la única agraviada” fue la cuidadora y él y su pareja, la ministra de Igualdad, Irene Montero, la han privado de ejercer su derecho a abrir un proceso penal, Iglesias retuiteaba a Ayuso con el siguiente comentario: “Por desgracia hay jueces que entienden que eso no es acoso. Ni tampoco lo que ocurrió con nuestros hijos que fue mucho más grave. Aunque a lo mejor siendo del PP tienes más suerte que nosotros en los tribunales”.