Entre el cierre de los colegios por el Covid y el eventual adelanto electoral ha transcurrido un año madrileño de vértigo en el que Isabel Díaz Ayuso ha convertido la pandemia sanitaria y la crisis económica en ariete contra el Gobierno de coalición y en instrumento de propaganda en las filas conservadoras. Crecida en medio de unas encuestas que mejoran su horizonte político y unos problemas que ensombrecen el de Pablo Casado, su llamada a las urnas el 4 de mayo ha hecho temblar los cimientos de la todavía sede del PP, donde la posibilidad de que la baronesa regional recorte distancias a izquierda y derecha la colocan en el disparadero hacia el liderazgo del partido. Su sorprendente y polémica carrera hacia el estrellato en la derecha sólo podría pararlo un ‘milagro’ en la izquierda.
“Hay alternativa”. Claro y directo al corazón de la derecha. Así ha titulado Cayetana Álvarez de Toledo el artículo con el que saludaba, desde las páginas del diario El Mundo, el adelanto electoral anunciado por Isabel Díaz Ayuso, una jugada de alto riesgo que podría haberla hecho descarrilar.
El jueves, un día después de que la moción de censura del PSOE y Ciudadanos en la Región de Murcia hiciera detonar la bomba madrileña, la Mesa de la Diputación Permanente de la Asamblea regional presentaba un recurso ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) “contra la publicación del Decreto de disolución, solicitando así mismo medidas cautelarísimas sobre esa disolución”. La tarde del domingo, los jueces daban vía libre a la celebración de los comicios.
La operación murciana daba a Ayuso la posibilidad de demostrar que la unidad de las derechas pasa por ella
Esto es, las mociones de censura presentadas por PSOE y Más Madrid para impedir la jugada de estrategia de Ayuso, que vio en la amenaza a Fernando López Miras la oportunidad de demostrar que la unidad de las derechas imprescindible para volver a gobernar pasa por ella, no lograron hacer mella en la presidenta.
Así lo ha interpretado la voz crítica dentro del PP. “El resultado de la estrategia de Ayuso es que hoy miles de electores que abandonaron el PP para refugiarse en Ciudadanos y en Vox la consideran un referente natural. La votarían. La votarán”, aventura la diputada por Barcelona, asegurando que ese es “el camino de la reagrupación que tanto necesita España”.
En guardia
Tras el drama de las residencias madrileñas, en la oposición en la Comunidad de Madrid empezaron a acariciar la posibilidad de presentar una moción de censura contra su presidenta, pero el portavoz socialista, Ángel Gabilondo, no acabó de decidirse porque no daban los números para los que la concurrencia de Ciudadanos era imprescindible. Aquello fue objeto de informaciones y análisis en prensa. También en los despachos de la Real Casa de Correos, donde Ayuso y su equipo más directo, con su jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, a la cabeza, ya se plantearon adelantar las elecciones en vista de que los sondeos les eran propicios.

A pesar de que la virulencia de la primera ola del coronavirus en la región y de las instrucciones para no derivar residentes infectados a los hospitales, la presidenta autonómica logró un gran respaldo demoscópico con sus golpes de efecto contra el Gobierno de Pedro Sánchez, como aquella fotografía junto a un Boeing 747 en Barajas cargado de EPIs que le hizo llegar dos horas tarde a una conferencia telemática de presidentes pero le permitió confrontar de forma simbólica con un Ejecutivo al que acusaba de abandonar a su suerte al personal sanitario.
Después llegaron las críticas a la «asfixia» económica por las restricciones sanitarias del Ejecutivo central, a la ‘ley Celáa’ y a la política fiscal. Ahora es el desafío a los cierres perimetrales recién aprobados en el consejo interterritorial de salud con el único voto en contra de la Comunidad de Madrid. Ayuso es, ‘de facto’, la líder de la oposición al Gobierno de Pedro Sánchez y las encuestas llevan meses anunciando que ha puesto de acuerdo a los votantes de las derechas.
No a los suficientes porque, según la última encuesta sobre intención de voto en la región realizada por Key Data para Público el pasado noviembre, el PP pasaría de los 30 escaños actuales a los 39, pero seguiría necesitando del apoyo de Cs, que bajaría de los 26 a los 15 representantes en la Asamblea, y de Vox, que subiría de los 12 a los 17. En cualquier caso, el seísmo político de los últimos días podría alterar, sensiblemente, estas previsiones. Sin que la izquierda pueda hacer mucho por evitarlo y, sobre todo, sin que Pablo Casado sea capaz de digerirlo.
Los deberes hechos
Ayuso admite ahora que ha convocado elecciones porque desea gobernar en solitario apelando a la estabilidad institucional y, cierto es, porque las diferencias con sus socios no le han permitido aprobar aún unos presupuestos para la región.
Transcurrido un día del seísmo político, Casado decía que Madrid será la «primera etapa de la unidad del centro derecha en torno al PP» en medio de las dudas sobre quién llegará a final de meta
La baronesa autonómica se ve capaz de recortar distancias con Ciudadanos y Vox con un discurso sencillo pero efectivo, como todos los que tan bien le han funcionado durante todo un año acaparando polémicas y titulares.
Aunque las crónicas ya han detallado cómo supo el PP que el PSOE y Ciudadanos ultimaban una moción de censura en la Región de Murcia la noche anterior al día de autos, Madrid estaba lista para la detonación de su carga explosiva desde hacía tiempo.
Lo demostraba la presidenta popular pasadas las dos de la tarde del miércoles, cuando pronunció un discurso que escapaba a la improvisación y donde apelaba a la ciudadanía madrileña para que elija entre «socialismo o libertad».
Después de una mañana vertiginosa y una tarde larga e intensa reunida en la sede del partido, la cúpula del PP apenas era capaz de aportar nada nuevo al hilo argumental de Ayuso y, antes de las nueve de la noche, su secretario general, Teodoro García Egea, aparecía en rueda de prensa subrayando con sus palabras el relato de la madrileña y abriendo «las puertas del PP» a los simpatizantes, votantes y cargos de Cs «que se han sentido huérfanos y defraudados» con la moción de censura en la Región de Murcia, de donde es diputado y amigo de un presidente ‘salvado’ por tres diputados tránsfugas del partido naranja recién incorporados al Ejecutivo autonómico.
Madrid: ¿la llave o el cerrojazo de Casado?
Al día siguiente era Pablo Casado quien hacía su primera valoración pública de lo ocurrido en dos de las cuatro comunidades que logró apuntarse en el marcador electoral del 26-M gracias a sus pactos con Ciudadanos.

Fue en el acto en memoria de las víctimas del 11-M, el mismo en el que la vicealcaldesa de la capital, la dirigente ‘naranja’ Begoña Villacís, le recriminó que «nos habéis jodido» con el adelanto electoral en la región, según captó un micrófono de TVE.
Madrid será la «primera etapa de la unidad del centro derecha en torno al PP», decía el presidente del PP ante la prensa. «Yo llevo intentándolo tres años con los otros partidos de centro y de derecha; si no lo han querido, lo haremos ahora por la base: los españoles podrán unir al centroderecha para gobernar con mayoría absoluta en la Comunidad de Madrid y seguir creciendo, creando empleo y defendiendo la libertad», añadía.
El objetivo está claro. Lo que no está tan claro es quién llegará a final de meta. Porque, como él mismo dijo, lleva intentando la reunificación de la derecha desde que llegara al cargo en julio de 2018. Sobre todo ha procurado incorporar a Ciudadanos, un partido con el que exploraron la posibilidad de concurrir bajo el nombre de España Suma a las generales y con el que llegaron a probar la fórmula en Navarra y en los comicios vascos del pasado verano.
Y aunque ha sido un experimento fallido, el líder conservador no renuncia a agregar a los naranjas de alguna manera, fundamentalmente por la absorción de unas siglas que parecen caminar hacia irrelevancia política. De forma prácticamente irreversible desde las elecciones catalanas, en las que perdieron 30 de 36 escaños.
Casado se enfrentaría a Vox en unas generales. Ayuso ya ha empezado a replicar su discurso
El problema es que el 14-F también asestó un duro golpe a los populares, que no fueron capaces de convencer al casi millón de votantes que perdió Cs y muchos de ellos convirtieron a Vox en la gran sorpresa de la jornada con sus 11 escaños y su doble sorpasso.
Casado rompió con Santiago Abascal en su discurso de la moción de censura a Pedro Sánchez del 22 de octubre. No va a recuperar a sus votantes antes de unas generales, pero sabe que la formación de ultraderecha nunca va a elegir entre un gobierno conservador y otro progresista como sí podría hacer Ciudadanos. Por eso le urge asimilar su militancia y los cuadros de esta formación, como demostraba una moción de censura que atestigua el cambio de ciclo liderado por Inés Arrimadas y como ha subrayado García Egea en rueda de prensa.
El problema para el líder popular, señalan fuentes de la formación, es que Ayuso despunta como la dirigente capaz de acabar con la fragmentación de la derecha o, al menos, suavizarla. Una dirigente que vetaba hace unos días la presencia de la ministra de Igualdad en un centro educativo con motivo del 8-M sin que haya hecho falta el pin parental de Vox y que acaba de manifestar equidistancia con los crímenes machistas diciendo sin datos que los hombres sufren más agresiones que las mujeres, en línea con la política antifeminista de la ultraderecha y su concepto de violencia intrafamiliar.
Pero, antes de llegar a ese escenario, han de celebrarse las elecciones anticipadas. La izquierda necesita echar el resto en unos comicios que Ayuso ya ha planteado como una batalla entre bloques a la que Pablo Casado se ha apuntado sin ambages. «Socialismo o libertad» se convertía en el lema de campaña del PP antes siquiera de que se pronunciara el TSJM. Sin embargo, el líder conservador tiene mucho que perder con la jugada de un 10 de marzo que tardará en olvidar. Porque pueden ganar las izquierdas, porque la victoria de su candidata podría acercarle indefectiblemente a la ultraderecha o porque ese eventual éxito electoral podría anticipar mayores cotas de poder de la hoy baronesa madrileña.