
Desde que, en 1992, los jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo adoptaron el Convenio contra el Cambio Climático, representantes de gobiernos de 190 países se reúnen anualmente en las llamadas Conferencias de las Partes (COP). La próxima (COP26) se celebrará en Glasgow en el mes de noviembre, y llega con un año de retraso debido al Covid-19. Por ello adquiere una importancia singular ya que debe ser el momento en que el compromiso de los países consiga asegurar que es posible evitar un aumento global de temperaturas medias por encima de 1,5º C.

Las COP siguen siendo imprescindibles en todo caso. Se trata de la única ocasión cada año en que se reúnen los gobiernos del Norte y del Sur para abordar de forma conjunta la lucha contra el cambio climático
El Acuerdo de París (2015) establece ese objetivo vinculante, pero adolece de la capacidad de asegurar objetivos vinculantes para los países que aseguren que ese objetivo puede cumplirse. Así, nos encontramos con que tenemos un objetivo acordado y que nos vincula a todos, pero finalmente alcanzarlo depende únicamente de la voluntad de los gobiernos para cumplirlo. En este contexto el papel de la COP es diferente al que era antes del Acuerdo de París, ya que ahora ha cobrado mucha importancia el compromiso de cada país. Así, lo mejor que podemos esperar en Glasgow es que se produzca una suma de compromisos nacionales, y pactos bilaterales o regionales, que nos permitan visualizar que ese objetivo de 1,5 ºC todavía es posible.
Las COP siguen siendo imprescindibles en todo caso. Se trata de la única ocasión cada año en que se reúnen los gobiernos del Norte y del Sur para abordar de forma conjunta la lucha contra el cambio climático. Hace una semana, en Roma, tuvo lugar una reunión interparlamentaria en el que participamos representantes de 90 países. Si algo quedó claro en aquella convocatoria fue la alta preocupación sobre los impactos del cambio climático en los países del Sur, al mismo tiempo que se reclaman vías efectivas para la financiación de la transición energética en esos países.
La COP26 es, por tanto, importante. Pero debe servir para ratificar ese objetivo de 1,5ºC, y para ello es imprescindible el aumento de la ambición de los gobiernos nacionales.
Hay una serie de iniciativas que están sobre la mesa, y que deben adoptarse:
—Concretar una fecha final al uso del carbón. El combustible fósil que más contamina por unidad de energía producida.
—Asegurar la aportación de los países ricos de 100.000 Millones USD para la financiación anual de las políticas climáticas.
—Terminar con la deforestación antes del final de la década.
—Fijar 20335 como fecha para la terminación de la producción de vehículos de combustión.
—Adoptar un compromiso para la reducción de las emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero, con 80 veces más poder de calentamiento que el CO2.
La tarea no es pequeña, y los enemigos de la lucha climática ya se están moviendo para evitar el éxito de la COP26. Como antídoto, solo una fuerte respuesta social y de movilizaciones ciudadanas puede garantizar que sigamos avanzando.
Juantxo López de Uralde (Donosti, 1963), diputado de Unidas Podemos, ha dedicado toda su vida a la defensa de la Naturaleza y al activismo ecologista. Ha navegado en los barcos de Greenpeace (organización de la que fue director entre 2001 y 2010) y ha participado en sus campañas más conocidas. En 2010 fundó el partido político EQUO, del que fue su coportavoz. En las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015, salió elegido diputado por la provincia de Araba. Tras la repetición electoral del 26 de junio de 2016, y nuevamente tras las elecciones del 28 de abril de 2019 y en las del 10 de noviembre, sigue desempeñando su trabajo desde el Congreso, como diputado en el Grupo Parlamentario Unidas Podemos.