
El Acento/ Inmaculada Sánchez.
El 13 de febrero se jugaba mucho este país aunque sólo estuvieran llamados a votar dos millones y medio de ciudadanos. Y sus resultados lo han confirmado. Nunca antes una comunidad autónoma como Castilla y León, que solo aporta 31 diputados al Congreso de sus 350, había concitado tantas miradas en su particular noche electoral. El principal motivo tiene tres letras, se llama Vox y a su candidato se le ha puesto «cara de vicepresidente».
El calibre del problemón que se ha echado a la espalda el líder del Partido Popular forzando el adelanto electoral en una autonomía que gobierna desde hace 35 años ha superado cualquier expectativa. No sólo no ha conseguido la codiciada mayoría absoluta para Alfonso Fernández Mañueco, que podía haber esperado a su turno electoral el año próximo camuflado por el resto de convocatorias y centrando su campaña en su tierra, sino que los espectaculares resultados de Vox le han convertido en su prisionero y, a la vista de su debilidad, su principal enemiga interna, Isabel Díaz Ayuso, se le ha lanzado al cuello provocando una guerra abierta dentro del partido de incierto desenlace.

Casado se ha echado al cuello la soga de Abascal, de la que tira con entusiasmo Díaz Ayuso para terminar de asfixiarle. Al candidato de Vox se le ha puesto «cara de vicepresidente» y al líder del PP se le ha descompuesto la suya ante la guerra abierta en el partido
Génova había planteado el 13-F como una pieza fundamental en su estrategia de cara al ciclo electoral que inauguraban estos comicios. Una sucesión de victorias del PP, estrenadas con Castilla y León, seguidas de Andalucía, este mismo año, y autonómicas y municipales, el próximo, proporcionarían un tapizado y mullido camino a Casado para llegar a la cita de las generales con «cara de presidente». Pero cuando toda la hoja de ruta está condicionada a echar el freno a una extrema derecha a la que Casado no consigue despegar de su cogote, el barco puede no sólo zozobrar o no llegar al puerto deseado, sino conducirse incluso al naufragio.
Los resultados del domingo han puesto a Pablo Casado, pese a haber ganado las elecciones, al borde del precipicio. Han mostrado el monumental error de la apuesta castellanoleonesa y, con él, la enorme fragilidad de su liderazgo dentro del PP. Desde la Puerta del Sol lo detectaron en cuestión de horas y empezaron a lanzar misiles reclamando, de nuevo, el adelanto del congreso regional de Madrid que Génova les niega y señalando, por boca de Ayuso, que gobernar con Vox es una opción plausible, en contra de lo dictado por Casado. Solo faltaba la bomba del supuesto espionaje encargado por Génova contra la presidenta madrileña, que explosionó este jueves, para que toda la estrategia urdida en el cuartel general del PP para avanzar hacia La Moncloa se fuera por el desagüe.
A los de Abascal, ahora, se les ha puesto aún más, si cabe, la cara ‘de vicepresidentes’. La de Casado todavía está descompuesta por la sucesión de acontecimientos. Para saber si la perderá o la recompondrá habrá que esperar a ver quién pierde más sangre en su cruento duelo con Ayuso.
Periodista y directora de ‘El Siglo’ desde 2011, revista que contribuye a fundar, en 1991, formando parte de su primer equipo como jefa de la sección de Nacional. Anteriormente trabajó en las revistas ‘Cambio 16’ y ‘El Nuevo Lunes’ y en la Cadena Ser. Actualmente también participa asiduamente en diferentes tertulias políticas de TVE y de Telemadrid