
La Quincena Judicial / José Mariano Benítez de Lugo
Este año cumplo sesenta desde que me incorporé al Colegio de Abogados de Madrid, y como es natural, a lo largo de miles de debates en sedes judiciales de todo rango, me he encontrado abogados contrarios de todo tipo y catadura.
En los albores de mi citado ejercicio profesional, un ilustre magistrado amigo de mi padre me dio un consejo: “Lleva los juicios como si fueran tuyos si los ganas, y como si fueran ajenos si los pierdes”. Y le he dado muchas vueltas a mi cabeza a la expresada recomendación, pero no la he compartido nunca por más que a veces intento ‘ajeneizarme’ de los intereses que defiendo en los juzgados y tribunales. No obstante, ello nunca me ha llevado a menospreciar a los abogados contrarios, que siempre he respetado, aunque, desde mi punto de vista moral y profesional, defendieran intereses y causas que considero reprobables.

Estamos en una lucha jurídica entre Goliath (el fondo y su bufete de abogados) y David (mis modestos clientes y este letrado), y como dije antes, tengo ya el hartazgo de un comportamiento profesional más que dudosamente conforme a las normas de deontología entre abogados
Y esta explicación tiene una evidente causa y es que estoy harto de que el abogado del Fondo Buitre Blackstone, perteneciente al clan ‘Garrigues y Cía’ –tal como él se ufana y recuerda su pertenencia innecesariamente (¿quizás para impresionar a los jueces?) al comienzo de sus escritos–; estoy harto, insisto, de sus improperios y amenazas de futuras acciones penales contra mi pretensión de que se reconozca el derecho de retracto (compra) a los modestos inquilinos de viviendas protegidas, falazmente vendidas por decisión de la entonces alcaldesa de Madrid, Sra. Botella, al fondo especulativo americano citado, haciendo válido por tanto lo que se decía de tan importante bufete, de que es “el abogado de los americanos” (libro ‘Los abogados de oro’, de R. Tijeras), viniendo muy al caso recordar lo que dijo nuestro clásico “poderoso caballero es don dinero”.
Pero si los clientes del bufete Garrigues pueden ser, quizás, respetables, resulta que su letrado en cuestión adolece de un elemental comportamiento deontológico en su labor como abogado, pues prodiga en sus escritos insultos, llegando en el cenit de sus improperios a amenazarme con futuras acciones penales. Así, por ejemplo, en su último escrito de contestación a una de mis demandas en favor de los inquilinos desahuciados, en varias páginas del mismo, deja reflejo de tal pretensión de intimidación (“reserva de acciones penales”), y siempre tengo la duda de si su reprobable comportamiento profesional es motu propio, o está auspiciado por el clan abogacil al que pertenece, o incluso si es un mandato del fondo especulativo que es su cliente, pensando yo más bien que lo cierto es lo primero y que lo hace por propia iniciativa para ponerse la ‘medalla’ de su agresividad ante los otros amenazando, y ganarse así su aprecio por vía de los honorarios a percibir.
Estamos en una lucha jurídica entre Goliath (el fondo y su bufete de abogados) y David (mis modestos clientes y este letrado), y como dije antes, tengo ya el hartazgo de un comportamiento profesional más que dudosamente conforme a las normas de deontología entre abogados y, por ello, por esta vía mando un mensaje a sus superiores profesionales, de que frente a sus amenazas de acciones penales: aquí estoy esperando que las inicie, y no lo hago por especial valentía u osadía, sino por la sinrazón de ellas, y tal como decimos a menudo en los correos… “Quedo a la espera de sus noticias al respecto”
Es miembro del Colegio de Abogados de Madrid desde 1963 y Medalla de Honor de dicha institución concedida en 2016. Está en posesión de la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort por méritos a la Justicia y es presidente honorario de la Asociación de Abogados Demócratas por Europa y patrono de la Fundación Justicia y Paz.