Virginia Miranda.
Sólo Casado puede ganar a Sánchez, Rivera es una rémora para el centroderecha y Abascal tiene un pacto con el PSOE para debilitar al PP. El mensaje de los conservadores en campaña apela al voto útil para ganar estas elecciones. Si no las generales, sí la hegemonía en un bloque dividido en tres. En línea con la mayoría de encuestas publicadas, Génova confía en alcanzar los 100 escaños. Y aunque Ciudadanos y Vox son sus contrincantes, la sangre no va a llegar al río. Sobre todo porque de estos partidos dependería que el líder ‘popular’ gobierne y cómo gobierne. O no. Si el 10-N arroja un nuevo escenario intratable bajo los parámetros tradicionales, el bipartidismo podría tener la última palabra para evitar ir de nuevo a las urnas.
Una nueva imagen, un nuevo protagonismo, un nuevo discurso. Pablo Casado ya no quiere ser el joven impetuoso que aterrizó en la séptima planta de Génova 13 con la maleta lista para recorrer España llamando felón a Pedro Sánchez en una primera campaña electoral bronca y hasta cierto punto experimental. Hacía unos meses que la extrema derecha entraba en el Parlamento andaluz y el flamante presidente del PP no rehuía ningún debate en una intensa batalla a tres bandas; contra el PSOE que había ‘okupado’ La Moncloa, contra Ciudadanos que le quitaba votos por el centro y contra Vox que le robaba a las bases más ultras.
Con 66 diputados el 28-A, el resultado fue el peor conocido por los populares y los moderados del partido, con Alberto Núñez Feijóo a la cabeza, se dejaron ver y oír más de la cuenta. Hasta que Casado les hizo caso y, para las municipales, autonómicas y europeas de mayo, bajó en diapasón modulando el tono.
La suma multiplica
No ganó, pero las tres derechas sumaron en plazas tan importantes como la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid y, como lo importante es gobernar, la campaña del 10-N va a presentar al de Casado como un proyecto vencedor y aglutinador.
Porque, con un 32 por ciento de indecisos según el CIS, los dos grandes partidos van a jugar la baza del voto útil. Para este propósito se ideó el proyecto de España Suma. Para demostrar que el PP sabe pactar –lo hizo con Navarra Suma– y que, en las circunscripciones con menor representación parlamentaria, los votos para Ciudadanos y Vox pueden acabar favoreciendo al PSOE. El mailing del PP cuenta con 51 cartas firmadas por Casado y personalizadas por cada provincia informando de lo que se está haciendo en cada una de ellas y “cuántos votos del centro derecha se fueron a la basura el 28-A por no elegir la papeleta del PP”, dicen fuentes del partido, demostrando la importancia de aglutinar el voto en torno a sus siglas.
Desde el PP van a incidir en la idea de que “los que no han querido sumar en España Suma han ofrecido a Pedro Sánchez una excelente oportunidad para dividirnos” y en la certeza de que “todo el mundo sabe que o gobierna el PP o gobierna el PSOE”.
El patito feo de las encuestas
Tras el 28-A, la brusca caída del PP y el notable ascenso de Ciudadanos se tradujeron en una pugna por liderar la oposición. Los populares sacaban nueve escaños a los naranjas, pero sólo les separó un 0,84 por ciento del voto y Albert Rivera se erigió en el interlocutor de Sánchez desde la derecha sobre sus 25 diputados más y los 71 menos de Casado.
En el PP van a incidir en la idea de que Ciudadanos, que no ha querido formar parte de España Suma, ha ofrecido a Sánchez «una excelente oportunidad de dividirnos»
Seis meses después, la mayoría de encuestas salvo la del CIS conceden alrededor de 100 escaños a los populares y algunas arrinconan a los naranjas a la quinta posición por debajo de los 20, mientras la ultraderecha no se ha visto en otra superando incluso los 40 diputados.
En medio, el discurso atemperado de un Casado subido a lomos de su oferta de pactos de Estado, que le ha permitido mantener un perfil bajo mientras eran otros los que sufrían el desgaste de una negociación imposible; las contradicciones de un Rivera asediado por las presiones para permitir la investidura de Pedro Sánchez, con desenlaces tan dramáticos como la dimisión de fundadores y destacados dirigentes de su partido; y la sobreactuación de un Abascal inflado por altas dosis de nacionalismo español y franquismo sociológico, todo ello al calor de sendas sentencias sobre el procés y la exhumación de Franco.
El pacto contranatura
Es aquí donde aparece una segunda línea argumental con la que el PP pretende crecer a costa del voto útil poniendo coto al vaticinio demoscópico sobre la ultraderecha. “Pedro Sánchez ha desplegado una estrategia en la que está utilizando a Vox para evitar que el PP crezca y Vox se deja utilizar por el PSOE para crecer”. Esto puede dar “una alegría a Vox” con un mejor resultado, pero “es una tristeza” porque gana Pedro Sánchez, dicen fuentes populares.

En Génova, donde a diferencia de lo que ocurrió ante el 28-A dicen que no van a hacer “nada” mientras PSOE y Vox «polarizan el debate» en torno a los restos del dictador, señalan que el eje de campaña de ambos “consiste en retroalimentarse mutuamente”, mientras los populares se centrarán en “unir el voto de los españoles que creen en lo mismo” convenciendo a la gente de que saben “resolver mejor sus problemas”.
Mientras PSOE y Vox «polarizan el debate» en torno a Franco, dicen en el PP, el partido conservador no va a hacer ni decir «nada» al respecto
Salvo algunas declaraciones extemporáneas de Isabel Díaz Ayuso sobre la “quema de iglesias como en el 36” o su queja porque la Delegación del Gobierno en Madrid prohibió las protestas franquistas convocadas en el cementerio de Mingorrubio donde iba a ser inhumado Franco, lo cierto es que los dirigentes populares han despachado el asunto con su apelación al “futuro”.
Centrados en el centro
Casado aprendió el 28-A que las elecciones se ganan por el centro y, tras irrumpir “sin complejos” en el panorama político hace ya más de un año, ha desinflamado la carga ideológica de su discurso para centrarla, fundamentalmente, en el liberalismo en materia económica.
Así, sus ideas fuerza en campaña van a centrarse en el “bloqueo a la democracia” de Pedro Sánchez, un “problema para formar Gobierno porque sus socios así lo han dicho”; en su estrategia “clara para dividir el voto” a su derecha; en su incapacidad en Cataluña porque “no sabe cómo actuar sin molestar a los socios que le hicieron presidente”; y en su debilidad frente al enfriamiento de la economía, asegurando que “cuando el PP se ha encargado de la solución de una crisis, la salida ha sido mejor”.

Porque el adversario político de Casado es el PSOE. Aunque contrincantes en campaña, Ciudadanos y Vox pasan a ser potenciales aliados a partir del 11 de noviembre. Las experiencias en las autonomías y ayuntamientos donde populares y naranjas gobiernan en coalición gracias a los votos de la ultraderecha marcan un camino no necesariamente en línea recta. Porque, de confirmarse la mayoría de las encuestas salvo el CIS –donde Cs no se hunde y PP y Vox no crecen tanto–, Casado y Rivera ya no podrían mantener a Abascal al margen del Gobierno como hasta ahora han hecho de manera formal. Y, sobre todo, porque ninguna da mayoría absoluta a las derechas.
La tercera vía
Es aquí donde aparece una nueva variable a tener en cuenta. De dar por bueno el estancamiento del PSOE y la caída de Ciudadanos, ambos partidos ya no sumarían escaños suficientes para que eche a andar una legislatura como sí ocurría tras el 28-A. Y de no haber una mayoría clara de izquierdas, sólo existirían dos opciones posibles: ir a unas terceras elecciones o que el bipartidismo lo evite.
Personas muy próximas al presidente ‘popular’ hablan ya de una abstención condicionada para evitar unas terceras elecciones
En círculos mediáticos y políticos ya se baraja la posibilidad de una abstención condicionada de los populares a la investidura de Sánchez tomando como punto de partida los pactos de Estado que Pablo Casado propuso al socialista en su ronda de contactos tras las pasadas generales. Si PSOE y Cs no suman, la atención sobre Rivera desaparecerá y las presiones recaerán sobre el presidente del PP.
Algunas ya le han llegado a modo de sugerencia. De personas muy próximas al líder conservador. Porque hasta ahora, y eso ha jugado a su favor en las encuestas, no ha aparecido en el reparto de culpas por la repetición electoral. Pero la distribución de escaños tras el 10-N puede hacerle perder la ‘inmunidad’ aún mejorando posiciones.
El bipartidismo podría tener la oportunidad de recobrar protagonismo. Aunque haría falta mucha labor didáctica por ambas partes para no acabar muriendo de éxito.