
El Acento / Inmaculada Sánchez.
Los números no terminan de salir, pero en Génova, 13, sede del Partido Popular, ya empiezan a sonreírse con los escaños que les adjudican las encuestas y, lo que resulta más crucial para el futuro de su líder Pablo Casado, con los que le dan a Albert Rivera.
Visto el divorcio de julio entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias que el renacido conflicto catalán no parece que vaya a venir a dulcificar, entre las élites políticas, económicas y, sí, también periodísticas del país, se atisbaba como plausible posibilidad de desbloqueo tras el 10-N el acuerdo, pacto, coalición… o como pudiera sustanciarse un entendimiento entre el PSOE de Sánchez y el Ciudadanos de Rivera, al que las urnas habrían reconducido a la cordura.
Sin embargo, el precio de la deriva de los naranjas en la campaña de abril está resultando más caro de lo previsto y empieza a aparecer como única opción para que haya gobierno antes de fin de año el PP de Casado, dado que los de Rivera podrían despeñarse hasta el cuarto o, incluso, el quinto puesto en el ranking parlamentario, hasta por detrás de Vox.
La abstención de Casado tendría como objetivo atar en corto al gobierno de Sánchez, que nacería en minoría, y como precio, importantes acuerdos en cuanto a Cataluña, a los Presupuestos de 2020 y a determinadas reformas aprobadas en la época Rajoy, cuyas promesas de reversión se verían congeladas
Este es uno de los posibles escenarios que los estrategas de Casado tienen apuntado en su guión del día después de las votaciones. Y es por eso que ya circula, en ciertos ambientes, el ‘precio’ a esa abstención técnica –nunca una ‘gran coalición’ PSOE-PP, como a más de un vieja guardia de ambos partidos le gustaría ver nacer- para permitir la investidura de Pedro Sánchez, en aras a la estabilidad del país en momentos tan cruciales y con crisis del calibre de Cataluña, Brexit y desaceleración a la vista.
Según quien te lo cuente, varía en sus detalles, pero esa abstención pepera tendría como objetivo atar en corto al gobierno de Sánchez, que nacería en minoría, y como precio, importantes acuerdos en cuanto a Cataluña (límites y compromisos concretos para aplicar la Ley de Seguridad Nacional o el 155, aparte del cierre de negociaciones políticas con los indepes y, por supuesto, nada de indultos), a los Presupuestos de 2020 (freno a las subidas de impuestos anunciadas en el programa del PSOE) y a determinadas reformas aprobadas en la época Rajoy cuyas promesas de reversión se verían congeladas o aplazadas.
Hay quien asegura, con información solvente, que Aznar y su amplia influencia en el entorno de Casado trabajan ya, con papeles incluso, para orientar al joven líder del PP sobre cómo negociar esa futura abstención.
Para que haya ocasión de usarlos sólo falta que los resultados del 10-N acompañen: subida del PP por encima de los 100 escaños, nulo crecimiento o bajada del PSOE estrechando la distancia entre ambos, suficiente caída de Unidas Podemos para considerar su posición irrelevante, y escasa reanimación de Ciudadanos y Vox por la crisis catalana. ¿Demasiadas variables en juego?
Periodista y directora de El Siglo desde 2011, revista que contribuye a fundar, en 1991, formando parte de su primer equipo como jefa de la sección de Nacional. Anteriormente trabajó en las revistas Cambio 16 y El Nuevo Lunes y en la Cadena Ser. Actualmente también participa asiduamente en diferentes tertulias políticas de TVE y de Telemadrid.