
Empar Pablo
La historia nunca se repite siguiendo el mismo guión, pero tampoco hace falta que surja un Adolf Hitler o un Benito Mussolini para que detectemos los primeros síntomas de quiebra de las democracias. De hecho, son muchos los historiadores e historiadoras y profesionales de la ciencia política que han hecho en los últimos años el recorrido analítico por la pendiente de los gobiernos y las políticas más reaccionarias. Es cierto que las más de las veces coinciden con movimientos tendentes a perpetuar posiciones de una minoría social rentista, extractiva e insolidaria. Son partidos de nueva creación que se presentan como ‘outsiders’ y que hacen del populismo más ramplón su principal estrategia, aupados y apoyados como están por ciertas élites económicas y mediáticas. En el fondo es uno de los cuentos más viejos del mundo: se trata de seguir disfrutando, sin competir, de las ventajas que su posición les otorgó siempre. En todo caso, entrañan un peligro evidente para el equilibrio y la paz social.

Tenemos claro que el ascenso de una fuerza como Vox al Gobierno de la Junta de Castilla y León sería un golpe desastroso para el diálogo social en aquella comunidad
Es cierto que no está tan claro que haya que volver la vista siempre a Weimar como si fuera un punto de referencia inevitable. Pero en los últimos días ese periodo de la historia alemana ha estado presente en algunos debates y artículos referidos a los resultados de las elecciones en Castilla y León y el fuerte ascenso de una fuerza neofascista como Vox. No me parece hiperbólico. Hablamos de una formación que conspira contra la Unión Europea y que es machista, homófoba, segregacionista y que contiene en su ADN suficientes cargas de profundidad contra las instituciones democráticas y las leyes que de ellas emanan –como las comunidades autónomas y la actividad sindical o memorialista– como para ser considerada una opción que pone en peligro la convivencia en nuestro país. En sus filas hay suficiente añoranza de un sistema dictatorial como el franquista que debería ser un mal sueño que pudiera convertirse en partido de gobierno en la región más extensa de la UE. No engañan a nadie que no quiera dejarse engañar y son incompatibles con los derechos de miles, millones de personas. Pactar con esa formación nos convierte en cómplices.
¿Y ahora qué? Parte de la izquierda española se debate entre la abstención en las Cortes de Castilla y León, con el objetivo de dejar gobernar a los ‘populares’ en minoría, sin depender de ese grupo; y aquellos que, en cambio, no lo permitirían en espera de que el PP se retrate. Cualquiera de las dos opciones contiene riesgos. Hay países en la UE, como Francia o Alemania, que tienen una valiosa experiencia frente a partidos fascistas. En cambio, por estas tierras tenemos el “cordón sanitario” –o como hemos expresado ya desde CC OO, el “cordón democrático”– por estrenar.
El sindicalismo de clase no es neutral ni apolítico. Y sabemos que ser sindicalista es ser antifascista. Tenemos claro que el ascenso de este tipo de fuerzas al Gobierno de la Junta de Castilla y León sería un golpe desastroso para el diálogo social en aquella comunidad que, por otra parte, ha conseguido en los últimos tiempos hitos muy reseñables, como el II Acuerdo del Diálogo Social para promover en Castilla y León una transición justa frente al cambio climático en 2021-2023 o el IV Acuerdo Marco para la Competitividad y la Innovación Empresarial de Castilla y León 2021-2027, sin ir más lejos. CCOO se compromete a defender una institución que es patrimonio democrático de toda la sociedad mientras reclamamos altura de miras a todos los actores políticos y sociales.
Es necesario que las opciones políticas excluyentes y frentistas incompatibles con la forma de vida de la mayoría social no sólo no accedan a ningún gobierno, sino que se reduzca su presencia institucional y su influencia política. Las instituciones democráticas del país se deben blindar frente a su actividad y los principios que propugna. Todas las políticas públicas deberían permanecer al margen de su marca por acción u omisión. Esto nos compete a todas y a todos, individual y colectivamente. A partidos, organizaciones sociales, movimiento asociativo y, por supuesto, sindicatos.
Valladolid no es Weimar, ni Castilla y León es Turingia, pero con el tiempo esa ciudad germana dejó de asociarse a su excelso pasado artístico y cultural para acabar convirtiéndose en la gran metáfora, en el ideal paradigmático del fracaso de la democracia parlamentaria. Sería bueno escuchar a los y las sindicalistas cuando decimos que el mejor antídoto contra los espantajos que pugnan por volver del pasado es trabajar de manera inequívoca por la mejora material de las condiciones de vida de la gente. Cuando la mayoría social lo perciba claramente estaremos asegurando la salud de nuestra democracia y los equilibrios sociales. Nos va el futuro en ello.
Diplomada en Relaciones Laborales por la Universitat de València. Máster en Prevención de Riesgos Laborales (técnica superior en Ergonomía y Psicosociología) por la Universitat Politècnica de València. Máster en Género y Políticas de Igualdad por la Universidad Rey Juan Carlos I. Community Management por la Fundación UNED. Formadora Ocupacional por FOREM PV. Vinculada a CCOO desde 1996 de forma militante en la Secretaría de Juventud de CCOO PV. Se incorpora como miembro de la Comisión Ejecutiva Confederal de CCOO PV en el 8º Congreso como secretaria de Juventud del País Valencià. En el 9º Congreso asume la Secretaría de Comunicación y Política Lingüística en CCOO PV. En el 10º congreso se incorpora a la Dirección Confederal estatal de CCOO como secretaria de Movimientos y Redes Sociales. En el 11º Congreso es nombrada secretaria de Comunicación, cargo que mantiene actualmente en el 12º Congreso de CCOO.