
Sin Maldad / José García Abad
El próximo 10 de diciembre, si las cosas no se tuercen como suele ocurrir cuando están los Franco por medio, el Pazo de Meirás, la residencia de verano del general Franco, un sitio histórico ahora en manos de la familia, pasará al patrimonio del Estado después de que un juzgado de La Coruña sentenciara en septiembre de 2020 la nulidad de la donación efectuada en 1938 al general Franco y que la compraventa realizada en mayo de 1941 fue una “simulación”, lo que determinó la nulidad de la misma obligando a la familia Franco a devolver al Estado el pazo.
En el pazo, que fue construido y habitado por la escritora Emilia Pardo Bazán, se celebraban los Consejos de Ministros durante el verano y sirvió de almacén de los regalos que recibía el Caudillo como, entre otros, el oro obtenido por Carmen Polo al fundir las medallas recibidas por su esposo desde que se puso al frente de la rebelión hasta su muerte. Unas medallas con un destino poco heroico.

Ahora la recuperación del histórico pazo y el anteproyecto de Ley de Memoria Democrática por la que el Estado promoverá una auditoría de los bienes expoliados durante el franquismo han propiciado la reflexión de la prensa, de intelectuales e historiadores que se ocuparon de la fortuna amasada por Franco, lo que rompe la idea extendida ampliamente, incluso entre demócratas, de que el “Caudillo” podía ser un siniestro dictador que practicara una represión inmisericorde con miles de penas de muerte durante sus casi cuarenta años de gobierno, pero que se diferenciaba de los generales latinoamericanos en que no aprovechó el poder para hacerse una fortuna
La recuperación del pazo por el Tesoro Público es un paso más de contenido simbólico que sucede al desahucio del dictador del Valle de los Caídos. En mi opinión, lo más destacable de estas decisiones adoptadas por el gobierno coaligado es que se hayan producido casi medio siglo después de la muerte del “Caudillo”. Ni Adolfo Suárez, ni Leopoldo Calvo-Sotelo, ni Felipe González, ni José María Aznar, ni José Luis Rodríguez Zapatero ni su sucesor en la jefatura del Estado, el Rey Juan Carlos, se atrevieron a dar esos pasos no por simbólicos menos importantes, elementales en la recuperada democracia.
Dineros recibidos de distintas fuentes
Ahora la recuperación del histórico pazo y el anteproyecto de Ley de Memoria Democrática por la que el Estado promoverá una auditoría de los bienes expoliados durante el franquismo han propiciado la reflexión de la prensa, de intelectuales e historiadores y han puesto de actualidad las obras clásicas de Ángel Viñas, Paul Preston y Alberto Reig, entre otros, que se ocuparon de la fortuna amasada por Franco, lo que rompe la idea extendida ampliamente, incluso entre demócratas, de que el “Caudillo” podía ser un siniestro dictador que practicara una represión inmisericorde con miles de penas de muerte durante sus casi cuarenta años de gobierno, pero que se diferenciaba de los generales latinoamericanos en que no aprovechó el poder para hacerse una fortuna. Que fue un personaje austero.
Los testimonios muy documentados de los citados historiadores son apabullantes. Según cuenta Ángel Viñas, el 4 de enero de 1937 se recomendó que dos cuentas del Banco de España quedaran unificadas en una sola denominada “Suscripción Nacional a disposición del general Francisco Franco Bahamonde”, cuyo saldo a 31 de diciembre de 1939 ascendía a 9,8 millones de pesetas. En 1940, al equivalente actual representaban 308 millones de euros”.
Las fuentes de estos ingresos de Franco vinieron, según Viñas, por tres caminos: los que se obtuvieron en distintas suscripciones públicas; los recogidos por la venta del café regalado por el dictador del Brasil, Getulio Vargas, en 1940, por los que ingresó 7,5 millones de pesetas, y la tercera por los emolumentos recibidos como jefe del Estado, la presidencia del Gobierno y la comandancia suprema de las Fuerzas Armadas.
Hay que añadir los regalos recibidos. Paul Preston los cuantifica en unos 4.000 millones de pesetas, unos 24 millones de euros de hoy. El jefe del Estado recibió un escudo de oro y platino con incrustaciones de rubí, diamantes y esmeraldas sufragado por las autoridades de todas las provincias.
A esto hay que añadir, según cuenta ‘El País’ el 15 de noviembre en un artículo titulado “El pelotazo del dictador: regalos, ‘donativos’ y sobresueldos”, los antojos de Carmen Polo canalizados en muchos casos a través de Pura Huétor, quien aseguraba que todo el que disfrutaba de un buen nivel de vida en España se lo debía al Caudillo y asesoraba sobre el tipo de regalos que podrían hacer “a doña Carmen”.
Paul Preston precisaba: “En su piso había una habitación en la que las paredes estaban forradas, desde el suelo hasta el techo, con cuarenta columnas de veinte cajones que contenían un amasijo de joyas”.
Lleva ejerciendo la profesión de periodista desde hace más de medio siglo. Ha trabajado en prensa, radio y televisión y ha sido presidente de la Asociación de Periodistas Económicos por tres periodos. Es fundador y presidente del Grupo Nuevo Lunes, que edita los semanarios El Nuevo Lunes, de economía y negocios y El Siglo, de información general.