
Bruno Estrada
El 1 de enero de 2019, fruto del acuerdo de investidura del gobierno de Pedro Sánchez con Unidas Podemos, el salario mínimo interprofesional (SMI) se incrementó en un 22,3% hasta alcanzar los 900 euros mensuales.
En octubre de 2018 la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) estimó que “la prevista subida del SMI iba a tener un efecto en el empleo, respecto al escenario inercial, de una caída de 40.000 efectivos”.

Un crecimiento económico inclusivo, repartido más igualitariamente entre trabajo y capital, tiene mayores efectos positivos en la creación de empleo, ya que la mayor propensión marginal al consumo de los salarios más bajos hace que su incremento se transforme inmediatamente en demanda
En noviembre de 2018 el gobernador del Banco de España abundó en la misma tesis, estimando la pérdida de unos 150.000 puestos de trabajo.
En ese mismo mes de noviembre la Comisión Europea calculó que la subida del SMI haría que se crearan hasta 80.000 empleos menos en 2019 y 2020.
En febrero de 2019 el Banco de España, cargándose de razones mediante la utilización de complejos modelos econométricos sobre la evolución futura del empleo –cuyos presupuestos teóricos rezuman ideología neoliberal por los cuatro costados– publicó un detallado informe en el que estimaba que la subida del SMI destruiría 145.000 empleos.
En ese mismo mes, el BBVA publicó un texto con el título “Cómo afecta la subida del salario mínimo a la economía” en el que se decía que, según las estimaciones de BBVA Research, “se espera un impacto negativo en la creación neta de empleo que podría alcanzar entre 20.000 y 75.000”.
Afortunadamente, en mayo de 2019 empezó a brillar el sol de la realidad y la propia AIReF reconoció que la subida del SMI no estaba destruyendo empleos, literalmente: “Al menos por el momento, no hay evidencias de consecuencias negativas”. El Banco de España y el BBVA se mantuvieron en silencio.
Finalmente el 28 de enero de 2020 se presentaron los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del cuarto trimestre de 2019, lo que permitió ver la evolución del empleo de todo el año. Esos datos ofrecieron una evolución positiva del mercado de trabajo, muy por encima de la mayor parte de las previsiones. En términos interanuales el empleo creció en 402.300 personas
Ninguno de esos organismos y empresas había leído las palabras del Nobel Joseph Stiglitz: “El incremento del salario mínimo tiene un impacto negativo insignificante o incluso positivo sobre el empleo y, sin embargo, es un elemento básico para lograr una reducción de las desigualdades sociales”.
Merece la pena destacar que el crecimiento de los ocupados en los dos últimos años ha sido igual o superior al del PIB. En 2018 el empleo creció un 3% y el PIB un 2,4%, y 2019 los ocupados se incrementaron en un 2,1% y el PIB en un 2%. Mientras que en los tres años anteriores el empleo había crecido a un ritmo inferior al PIB. En 2015 los ocupados se incrementaron en un 3% y el PIB un 3,8%. En 2016 el empleo creció un 2,3% y el PIB un 3%. En 2017 el empleo aumentó en un 2,6% y el PIB en un 2,9%.
El que durante esos dos años el empleo haya crecido al mismo ritmo, o superior, al del PIB viene en gran medida determinado por los mayores incrementos salariales experimentados –un 1,7% en 2018 y una previsión de un 2,3% en 2019–. Frente a un menor crecimiento de los salarios en los años anteriores, un 0,7% en 2015, un 1% en 2016 y un 1,4% en 2017. Y también por el incremento del SMI en un 22,3% en 2019.
Estos datos corroboran la tesis de que un crecimiento económico inclusivo, repartido más igualitariamente entre trabajo y capital, tiene mayores efectos positivos en la creación de empleo, ya que la mayor propensión marginal al consumo de los salarios más bajos hace que su incremento se transforme inmediatamente en demanda.
En febrero de 2020 el gobernador del Banco de España ha criticado la derogación de la reforma laboral, que es la responsable de la reducción de los sueldos de cientos de miles de trabajadores con bajos salarios, porque pone en riesgo la competitividad de la economía española, ¿hay que volver a explicar lo evidente?
Economista