El PP se prepara para la Convención Nacional de octubre como si le fuera en ello la victoria electoral. No porque vaya a haber generales, sino porque Pablo Casado tiene mucho trabajo por hacer. Lo primero, recuperar todo el voto de la derecha, de ahí la baza de Albert Rivera y el rearme ideológico. Lo segundo y no menos importante, desgastar al nuevo Ejecutivo con el que Pedro Sánchez confía en remontar la ola cabalgando la recuperación. Desde Génova han extendido la idea de que preparan un ‘Gobierno en la sombra’ para estrechar el cerco alrededor de Moncloa, que no es otro que el equipo de confianza al que despide -por poco tiempo- con un cuaderno de vacaciones lleno de tareas por hacer.
Pablo Casado acaba de cumplir tres años al frente del Partido Popular. Tres años en los que le ha pasado de todo en política. Todo, menos ganar las elecciones. Ha tenido dos ocasiones para hacerlo, pero en las dos ha chocado con dos barreras infranqueables; la mayoría progresista y la división de la derecha.
Ahora, cuando acaba de celebrar el aniversario de su victoria en las primarias del congreso extraordinario del PP de 2018, las encuestas le sitúan por delante del PSOE en intención de voto y algo empieza a moverse a su alrededor. Está la caída en picado de Ciudadanos, formación a la que costará asimilar un poco más de lo esperado porque su presidenta, Inés Arrimadas, acaba de decir en la convención de su partido que no habrá fusión con los conservadores. Y está el frenazo de Vox, que paraba en seco su buena racha a las puertas de la Asamblea de Madrid.
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El líder popular ha recogido los frutos demoscópicos de la victoria de Isabel Díaz Ayuso el 4-M –el mismo mes de mayo nombraba director de gabinete en Génova a Diego Sanjuanbenito, reelegido diputado en la Cámara regional–, del desgaste de Pedro Sánchez por la pandemia y los indultos a los presos del procés, pero esta es una carrera de fondo y las ayudas europeas llegan al rescate de la economía española y también del presidente del Gobierno, que insiste en subrayar que estamos ante el inicio de un nuevo ciclo que espera coronar al final de etapa.
Lecciones aprendidas
No hay declaración pública en la que Casado y sus portavoces no insten al líder socialista a hacer las maletas y abrir las urnas, pero mucho se tendrían que torcer los apoyos parlamentarios para no llegar a 2023 con unos Presupuestos prorrogables recién aprobados.
De modo que, como hiciera hace tres años, cuando acababa de echar a andar el primer Ejecutivo de Sánchez tras una moción de censura y él daba la sorpresa como sucesor de Mariano Rajoy, el líder del PP se ha puesto en modo electoral para llegar listo a cualquier eventualidad. Y, esta vez, con algunas lecciones aprendidas en el escarpado camino político que viene transitando desde entonces.
La primera, que no hay unidad sin ideología. Lo ha aprendido de Vox, donde encontraron cobijo los votantes entre los que aún escuece la exhumación de Franco, y de Isabel Díaz Ayuso, que en mayo rescataba con éxito el liberalismo sin complejos que Casado había matizado por consejo de los moderados del partido. La segunda, que no hay que dejar ni un ministro o ministra a salvo de la estrategia de oposición y la mejor forma de estrechar el cerco es ponerle enfrente a su némesis en el PP.
El plato fuerte
De eso irá la próxima Convención Nacional del PP prevista los días 2 y 3 de octubre en Valencia, poco antes de que aterricen también en la ciudad del Turia los socialistas llamados a participar en el congreso federal del PSOE.

Los populares desplegarán este simbólico duelo de ideas y de protagonistas con antelación. Convocado bajo el lema Creemos en España. Creemos un futuro en libertad, el cónclave de los conservadores ha sido presentado como una “alternativa a las mentiras de la pandemia, a la incompetencia económica, al ridículo internacional y al pacto de los indultos trampa”. “Será la oportunidad para un reencuentro nacional, un reencuentro de verdad y no la fractura que Sánchez pretende imponernos con ese nombre”, anunciaba Casado.
La cita tendrá un carácter itinerante y, antes de aterrizar en la capital valenciana, viajará durante cinco días por otras cinco ciudades españolas, contará con 25 mesas temáticas y reunirá a 450 representantes de la sociedad civil.
El peso de Bárcenas y la operación kitchen empujaba hace unos meses a Casado a anunciar que no hablaría más del pasado ni tampoco el pasado hablará por él. Así, a los expresidentes José María Aznar y Mariano Rajoy se les convoca como invitados y el plato fuerte o al menos el más llamativo podría ser la intervención como ponente de Albert Rivera, adelantada por La Razón y sin confirmar aún por el PP, que no tiene problemas en que se hable de ello en los medios dando por buena prensa la vinculación del expresidente de Ciudadanos con la formación conservadora en su reafirmación como partido liberal.
Mientras el exsecretario de organización del hoy abogado barcelonés, Fran Hervías, ultima los detalles con su nuevo jefe y secretario general popular, Teodoro García Egea, Génova va dejando un reguero de pistas sobre cuál va a ser el fondo y el tono de la convención.
Las familias de la casa común
Franco salía del Valle de los Caídos el 24 de octubre de 2019 y 17 días después se celebraron elecciones generales. Unas elecciones en las que Vox sumaba 52 escaños, superando en más del doble los registrados seis meses antes, cuando irrumpía por primera vez en el Congreso tras dar la campanada en las andaluzas.
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El partido de Santiago Abascal se convertía así en la tercera fuerza parlamentaria, a menos de cinco puntos del PP. La ultraderecha había rentabilizado el descontento con una medida que llegaba 44 años tarde con su discurso revisionista de la reciente historia de España y lo había hecho a costa del voto del PP, que del 28-A al 10-N apenas subió en 23 escaños cuando Ciudadanos perdía 47.
Hace unas semanas y desde la tribuna del Congreso, Casado leía en su discurso que la Guerra Civil fue “un enfrentamiento entre quienes querían la democracia sin ley y quienes querían ley sin democracia”. Hace unos días, en una jornada celebrada en Ávila para preparar la Convención, anunciaba que cuando llegue al Gobierno sustituirá la ley de Memoria Democrática por una ley “en positivo” de Concordia que el PP “ya tiene redactada”. Lo hacía ante Ignacio Camuñas, exministro con la UCD y exvicepresidente de Vox que espetó sin réplica que “si hay un responsable de la Guerra Civil directamente es el Gobierno de la República. Un golpe de Estado no es lo que ocurrió en 1936”.
Mientras este mensaje, cuanto menos equidistante, busca reconectar con un electorado heredero del franquismo, el PP alcanza una mayor definición en asuntos donde se siente más cómodo porque no entra en conflicto con el resto de familias del partido. Asuntos que la formación seguirá desgranando en la veintena de foros con expertos y representantes de la sociedad civil que celebrarán hasta octubre.
Así, ya se están redactando textos legales que se presentarán en la Convención de octubre a modo de programa de Gobierno más fáciles de defender por los expolíticos de Ciudadanos recién aterrizados o por llegar a las filas populares. Textos relativos a una reforma fiscal, a una reforma de la Administración, a una ley educativa, a una ley de unidad de mercado o a una ley de sostenibilidad del Estado de Bienestar. Textos que, dice Casado, le servirán para afrontar los primeros 100 días de un eventual Gobierno.
Es la economía
En el capítulo económico regresa a primera línea Daniel Lacalle, que está colaborando en la definición del programa con que el líder del PP está dispuesto a llegar mañana mismo a La Moncloa. Pero no es el único. Pedro Sánchez ha fiado su suerte a la recuperación y es ahí donde Casado va a poner el foco de sus ataques al Gobierno.

De hecho, las recientes jornadas España, Europa y libertad, organizadas por la delegación española del PPE en el Parlamento Europeo dentro de los cursos de verano de El Escorial, sirvieron para presentar un plan económico “alternativo” con la bajada de impuestos y la que llaman flexibilidad laboral como proyectos estrella y se convirtieron en un desfile de referentes económicos para el PP. Estuvieron el exministro y vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Luis de Guindos, los también exministros Fátima Báñez, Pilar del Castillo o Manuel Pimentel y viejos conocidos como Jaime Caruana o Manuel Pizarro. Pero también Lacalle y Elvira Rodríguez, vicesecretaria de Sectorial del PP.
Casado dijo entonces sentirse “orgulloso” del equipo económico con Elvira Rodríguez y Daniel Lacalle porque “da mucha tranquilidad a los españoles”. Seis días después, en un foro preparatorio de la Convención celebrado en Toledo, aseguraba que cuenta con un “equipo solvente” para aterrizar en Moncloa en cualquier momento y anunció que el cónclave del próximo mes de octubre servirá para señalar su “gobierno en la sombra”.
A falta de sorpresas, buena parte del ‘gabinete ministerial’ del líder conservador se reúne cada semana en el comité de dirección. Así y mientras quienes se encargan de definir las líneas liberales se centrarán en las ministras Nadia Calviño, Yolanda Díaz y Teresa Ribera; Ana Pastor se encargará de seguir las comparecencias de Carolina Darias para responder a la crisis sanitaria; Enrique López se ocupará de justificar el bloqueo del PP a la renovación del poder judicial ante los reproches de Pilar Llop y Félix Bolaños y Antonio González Terol contestará a Isabel Rodríguez como responsables ambos de política territorial.
Los también portavoces parlamentarios Cuca Gamarra, Javier Maroto y Dolors Montserrat suman sus voces al Gobierno alternativo con el que Casado quiere dar la réplica a cada ministra y ministro del Ejecutivo de Sánchez para evitar que coja impulso a lomos del maná europeo.
Acostumbrados a los nuevos tiempos de la política y a las urgencias de su líder, los populares vuelven a llevarse el cuaderno de vacaciones para preparar el examen de octubre. Los largos días de sol y siesta otra vez van a tener que esperar.