
Sin Maldad/ José García Abad.
“Así que nuestro rey es un picaflor” , así concluía el locutor chileno la entrevista que me hizo a raíz de la publicación de uno de mis libros sobre la familia real. El aspecto amoroso de Don Juan Carlos era lo que interesaba en las emisoras de algunos países latinoamericanos que tuvieron la amabilidad de entrevistarme por más que yo tratara de llevar la conversación a aspectos más relevantes de la conducta del monarca.
Estos días he participado en algunas tertulias en distintas cadenas españolas de televisión donde se ha producido, en casi todas ellas, el acostumbrado forcejeo entre el entrevistado y el entrevistador.
Reconozco que me siento incómodo al penetrar, periodísticamente, en el terreno amoroso, respetada reserva de intimidad de los personajes de los que me he ocupado. Con una significativa excepción, cuando tales detalles íntimos, revelan aspectos políticos de interés general. Con el agravante de que en las cuestiones monárquicas resulta difícil separar lo personal de lo político. La monarquía es una institución personal en la que el rey ejerce las 24 horas del día, donde el derecho a la intimidad es problemático.
Cuando las faldas son cuestión de Estado
La afición de Don Juan Carlos a las faldas no es en si misma un problema de Estado. Salvo cuando se convierte en un problema de Estado. La objeción se plantea cuando sus aventuras amatorias se interfieran en sus obligaciones profesionales. Como ocurrió cuando, desaparecido en Suiza, donde atendía en una clínica a una deprimida Marta Gayá, la decoradora catalana a la que estuvo ligado sentimentalmente, aunque no en exclusiva, durante más de 20 años.
La afición de Don Juan Carlos a las faldas no es en si misma un problema de Estado. Salvo cuando se convierte en un problema de Estado. Como ocurrió cuando, desaparecido en Suiza, donde atendía en una clínica a una deprimida Marta Gayá, la decoradora catalana a la que estuvo ligado sentimentalmente, aunque no en exclusiva, durante más de 20 años. En aquella ocasión, Felipe González no pudo localizarle para un menester urgente: la firma de unos decretos. Me imagino la desolación de Marta Gayá, su primera amante duradera, cuando se entera del espléndido regalo por amor que le diera Don Juan arlos a Corinna, cuando ella, la legal Marta, no recibió ni un duro al ser despedida por el monarca.
En aquella ocasión, Felipe González no pudo localizarle para un menester urgente: la firma de sendos decretos: el que cesaba a Francisco Fernández Ordóñez, que se debatía con un cáncer en fase terminal como ministro de Asuntos Exteriores, y otro por el que se nombraba para este cargo a Javier Solana.
O como sucedió cuando su querida decoradora le impuso el cese de José Joaquín Puig de la Bellacasa como secretario general de la Casa de Su Majestad porque se expresó duramente, aunque “off the record”, respecto a una relación no suficientemente discreta. “O Puig o yo” fueron los términos del ultimátum al que no pudo resistirse nuestro demasiado humano monarca.
También fue decisión de Marta que el Rey se prestara a contar sus memorias a José Luis de Vilallonga, un libro que le había desaconsejado, por imprudente, el jefe de la Casa, a la sazón Sabino Fernández Campo.
Otra intimidad femenina, la de Bárbara Rey, le pudo costar muy cara al monarca y desde luego no nos resultó barato a los ciudadanos silenciar las indiscreciones del Rey respecto al 23 F; en esta ocasión sus indiscreciones no estuvieron bien calculadas.
Corinna se instaló en la Zarzuela
Con Corinna Zu SaynWittgenstein es imposible separar la intimidad de la persona del interés público. Y desde luego de su interés privado. Conoció al Rey en 2004 durante una cacería, y se instaló durante varios años en una casa en la finca de La Angorilla, en el Pardo, en Madrid, muy próxima al Palacio de la Zarzuela, que pertenece a Patrimonio Nacional.
La vivienda, levantada sobre una antigua casa forestal, fue reformada para una mayor comodidad de Corinna con fondos de Patrimonio Nacional. Las reformas que costaron dos millones de euros incluían una piscina, el arreglo del tejado, la transformación del jardín y el asfaltado de las carreteras de acceso.
Corinna Zu SaynWittgenstein fue una desconocida para los ciudadanos españoles hasta que Juan Carlos tuvo que ser operado de la cadera en marzo de 2013 por una caída que sufrió en Botsuana. Se supo que el monarca iba acompañado en ese polémico viaje por la princesa alemana, título que usa de un marido del que está divorciada.
La falsa princesa se vendió a la prensa española desde el año 2013 como una especie de Mata-Hari del siglo XXI que, según aseguraba, prestaba una colaboración “delicada” al Gobierno español. Aseguró entonces, según destacaba El Siglo, que no quería ser una celebridad, pero sus actuaciones “confidenciales” se trataron en la Comisión de Gastos Reservados del Parlamento donde informó al respecto, negando la existencia de tales servicios, el responsable del Centro Nacional de Inteligencia, a la sazón Félix Sanz Roldán. Destacados representantes políticos, entre ellos José Bono, negaron entonces a El Siglo que Corinna hubiera hecho trabajo alguno para el Ejecutivo.
Se vio envuelta en las actividades de Iñaki Undargarin y Diego Torres en el Instituto Nóos. Entonces aseguró que su única relación con Undargarin consistió en buscarle un trabajo acorde con su estatus por indicación del Rey, trabajo que luego el duque rechazó.
65 millones de euros, un detalle de amor
El diario El País relevó el pasado 5 de julio las emocionantes declaraciones de Corinna Larsen ante el fiscal suizo Yves Bertossa “Pienso – declaró Corinna – que me ofreció ese dinero por gratitud y por amor. Era consciente de que había hecho mucho por él y que había estado muy presente cuando le anunciaron su enfermedad”.
Aseguró Larsen que creía que el entonces rey de España “se sentía un poco culpable por lo que me había pasado en Mónaco”. ¿Qué le pasó? Según El Pais, esto: “En 2012 fui secuestrada por los servicios secretos españoles en mi apartamento”. El País afirma que el exdirector del CNI, Félix Sanz Roldán, ha negado este extremo.
Corinna añadía otra razón por la que Juan Carlos le dio tal cantidad de dinero: “Que tenía todavía la esperanza de poder recuperarme”.
Me imagino la desolación de Marta Gayá su primera amante duradera cuando se entera de semejante regalo por amor, cuando ella no recibió ni un duro al ser despedida.
Lleva ejerciendo la profesión de periodista desde hace más de medio siglo. Ha trabajado en prensa, radio y televisión y ha sido presidente de la Asociación de Periodistas Económicos por tres periodos. Es fundador y presidente del Grupo Nuevo Lunes, que edita los semanarios El Nuevo Lunes, de economía y negocios y El Siglo, de información general.