
Joan Capdevila
Mientras los bares de nuestras ciudades estén a rebosar, la inflación no habrá hecho estragos en nuestra economía. De todos es sabido que más allá de pasarnos 2022 viendo cómo se disparaba nuestra factura de electricidad y de gas hasta niveles incomprensibles, hemos podido comprobar cómo iban también subiendo progresivamente todos los precios de demás productos: los alimentarios, los de consumo, de inversión. Es decir, el pan, la pasta de dientes y las lavadoras. Y los cafés, y los pichos de tortilla y sus cañas. También estamos viviendo ya desde hace unos meses la consabida subida de interés de las hipotecas hasta cotas de más del 5%, todo ello siguiendo los más clásicos estándares de la teoría económica que dicen que para combatir la inflación hay que enfriar la economía subiendo los tipos de interés.

No seamos pájaros de mal agüero y sigamos disfrutando de la vida y del buen tiempo. Tal es la actitud instalada en la mal llamada “calle”. Y esta actitud se concreta en seguir consumiendo un poco de todo. Y en especial, nuestro cafecitos, nuestras cervecitas y nuestras copitas en sociedad. Es decir, en nuestros bares
En paralelo, los sindicatos han propiciado con éxito las negociaciones pertinentes de subidas salariales, que con ayuda de un gobierno en vísperas electorales y con las cuentas estatales mejor de lo previsto, entre otras cosas por la inhumana recaudación del IVA de la inflación, no han dudado en abrir la mano. Más cobraremos, porque más hemos de gastar. Y todos contentos. Porque mientras haya buen tiempo para salir a gastar el dinero que merecidamente en la mayoría de los casos hemos ganado, pues fin del problema. Y la espiral inflacionista campando a sus anchas.
Pero incomprensiblemente para algunos, la tan cacareada y esperada llegada de la recesión se está haciendo esperar. Ni se corta el crédito bancario, ni los indicios de la caída de las inversiones y del consumo aparecen con claridad. Digámoslo de otra manera: seguimos gastando como si no hubiera un mañana. Un poco como lo que ocurre en el dueto del ‘là ci darem la mano’, recuerdan? La letra de Da Ponte cuenta una cosa en labios del cretino de Don Giovanni y de la pobre incauta Zerlina… y la música de Mozart ya adelanta y advierte del verdadero desenlace.
Si todo va viento en popa, ¿por qué temer la recesión? No seamos pájaros de mal agüero, que lo de los dos semestres en negativo en Alemania puede ser sólo un catarro, y sigamos disfrutando de la vida y del buen tiempo. Tal es la actitud instalada en la mal llamada “calle”. Y esta actitud se concreta en seguir consumiendo un poco de todo. Y en especial, nuestro cafecitos, nuestras cervecitas y nuestras copitas en sociedad. Es decir, en nuestros bares. Que no será por el café o la cerveza que va a cambiar nuestra economía. Con ellas se manifiestan nuestras ganas de seguir como si no pasara nada. Y, en parte, sólo en parte, si seguimos creyendo que no pasa nada, pues no va a pasar nada. Porque si poco a poco vamos agotando nuestra capacidad de usar nuestro salario para vivir, y llega el día, que no va ya a tardar, en que no nos dejen endeudar, pues no podremos consumir. La caída de demanda nos cogerá, si esto ocurre pronto, con la inflación todavía caliente. La consecuencia es la temida estanflación, palabrota que simplemente significa que tenemos inflación y no hay actividad, es decir, estamos en recesión.
Aquí me remito a unos cuantos artículos atrás donde explicaba la dificultad de los economistas para resolver este escenario. Pero ¿cómo sabremos que estamos en estanflación los que no somos economistas? Les doy una posible respuesta: mirando los bares. Si se empiezan a vaciar, es que la gente ya no tiene ni dinero, ni humor, o ninguna de las dos cosas para salir al bar. Cuando esto pase, y esperemos que no lo haga, tendremos encima una nueva plaga para la que ya les adelanto, sólo hay una solución: volver a los bares. Estoy seguro de que mi procaz argumentario soliviantará a más de un académico, pero reconózcanme el mérito de haberles dado una solución que todos ustedes seguro que comparten: no perdamos las ganas de compartir unas buenas cervezas, en mejor compañía. Falta nos hace. Salud tengamos. ‘Andiam, andiam, mio bene, a ristorar le pene d’un innocente amor…’
Presidente de la Comisión de Industria del Congreso de los Diputados y portavoz en la de Transición Ecológica. Veterinario y empresario pyme durante 25 años. Ahora Diputado a Cortes (pero no me lo tengan en cuenta) independiente en el G.P. Republicano (ERC). Licenciado en la UNEX, tengo un Máster en la UAB y un Programa Ejecutivo en Deusto BS.