La campaña del 13-F no está resultando como el PP esperaba. La bucólica imagen de jamones y terneros recién nacidos se ha visto distorsionada por las violentas escenas protagonizadas por un grupo de ganaderos al asalto del Ayuntamiento de Lorca y por la sonora bofetada de José María Aznar al líder de los populares. Confiaba en que éste iba a ser un plácido paseo por el campo, pero Pablo Casado está viendo cómo se le suben a las barbas una ultraderecha crecida y un expresidente sin filtro y cómo las encuestas se reafirman: Alfonso Fernández Mañueco tendrá que sentarse a negociar con Vox que, según los sondeos, se convertirá en tercera fuerza política en Castilla y León.
En el PP se las prometían felices cuando Alberto Garzón habló en The Guardian de las macrogranjas, que contaminan la tierra y el agua y exportan carne de peor calidad de animales maltratados. De nada sirvió que el titular de Consumo hubiera puesto en valor la ganadería extensiva; la Revista Cárnica tradujo “peor” por “mala calidad” y la oposición hizo el resto.
Hacía un par de semanas que Alfonso Fernández Mañueco había adelantado las elecciones en Castilla y León, donde el sector primario tiene un peso fundamental en su economía. El propio ministro se refería a esta región para hablar de la ganadería ecológicamente sostenible en la prensa británica.
Pero ni el presidente autonómico ni su partido repararon en los matices ni en las palabras exactas de Garzón. Aquel día arrancaba una precampaña basada en los supuestos ataques del Gobierno de coalición a la ganadería española, que no fueron tales pero que le han dado a los populares para toda una panoplia de declaraciones sobre las bondades de la vida en el campo que pasan de puntillas por los riesgos de la despoblación.
Génova alterna los trajes y los despachos con la ropa de fin de semana y la dieta a base de lechazo y cochinillo
La dirección nacional de Génova ha alternado por unas semanas los trajes de chaqueta y los despachos con la ropa de fin de semana y la dieta a base de lechazo y cochinillo. Una estampa que ha dado para mucha ironía en las redes sociales. Sobre todo, la de Pablo Casado, al que hemos visto coger en brazos un lechón, acariciar un ternero y hacer declaraciones a la prensa rodeado de ovejas, vacas y hasta jamones.
Declaraciones sobre una vaca que “ha parido”, está “por ahí el ternero”, o “hace no tanto tiempo se tenía que beber vino porque no había agua potable y desayunar sopa de ajo porque no se recomendaba utilizar el agua sin cocer”, haciendo valer sus pretendidos orígenes rurales –viene de una familia de médicos de la provincia de Palencia y tiene una casa de fin de semana en la localidad abulense de Las Navas del Marqués– frente a un presidente del Gobierno que viaja en Falcon y, sostiene el líder conservador, no conoce los problemas reales.
Con Vox a las espaldas
Al PP le salían imitadores desde el momento en que tomaba por bandera la causa de un sector supuestamente maltratado del que reclama su ‘titularidad’. Vox desplegaba la misma estrategia, usaba las mismas palabras y lucía los mismos complementos ‘camperos’ al asalto de las plazas y asadores de Castilla y León, donde su candidato Juan García-Gallardo, abogado y tuitero de perfil machista y homófobo, ha contado con el respaldo de Santiago Abascal y otros primeros espadas como Macarena Olona, candidata in péctore a la presidencia de la Junta de Andalucía.
Ella fue quien, en la última sesión de control al Gobierno, le espetó a la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, que “lo más cerca que ha estado del campo es para jugar al golf”, asegurando que el Ejecutivo “criminaliza” al sector primario y “trata a nuestros ganaderos como auténticos delincuentes”. Una afirmación semejante a la de Casado, que ha acusado a la también ministra de Trabajo de llamar “esclavistas” a los agricultores.

Lo hizo cuando fue preguntado por el asalto de un grupo de ganaderos a un pleno municipal de Lorca (Murcia) contra la reforma urbanística de la normativa que regula la distancia a la que deben estar las granjas del núcleo urbano. El líder popular condenaba “cualquier acto de violencia” y, a renglón seguido, decía compartir su “indignación” por lo que llamó “ataques desde el Gobierno al sector cárnico español o al sector de los regantes”.
La ultraderecha también reaccionaba poniéndole un pero a la condena de los actos violentos que se saldaron con la agresión a un agente de la policía municipal, un borrón en el arranque oficial de una campaña que no está resultando todo lo bucólica que el PP esperaba.
Sobre todo porque no ha servido para evitar que Vox, pegado como está a su propia estrategia, siga siendo su principal amenaza. Las últimas encuestas confirman la tendencia apuntada tras la convocatoria de las elecciones; podrá pasar de un diputado a nueve –con una horquilla de entre 7 y 12- tras el 13-F, convirtiéndose en la tercera fuerza política imprescindible para que Mañueco pueda gobernar.
Con los de Abascal dentro o fuera del Gobierno. Dependerá del recuento final de los votos y de los cálculos de Vox que, una vez dentro de las instituciones, podría encontrar su techo electoral como antes les ocurrió a otros nuevos partidos.
Pero, si las urnas no arrojan sorpresas ni opciones para los socialistas –sumando a Unidas Podemos, España Vaciada y algún otro partido con posibilidades como Unión del Pueblo Leonés o Ciudadanos–, el hecho cierto es que el PP seguirá dependiendo de la ultraderecha, por mucho que Fernández Mañueco se resistiera en el debate electoral a contestar si pactará o no con su formación.
Y llegó Aznar
La tregua en el PP no ha resistido la campaña: Ayuso dice que, si alguien quiere “reflexiones vacías” de Aznar, “mejor no llamarle”
El PP de Castilla y León y el PP nacional; que los comicios regionales se plantearan como un primer asalto de Casado a las generales podría volverse en su contra si Abascal le mantiene el pulso. Una debilidad que, en el momento más inoportuno, le ha recordado José María Aznar.
El expresidente se reconoce en Isabel Díaz Ayuso y no en Pablo Casado que, como en su día le ocurriera a Mariano Rajoy, se ha convertido en víctima de las demoledoras sentencias de aquél a quien considerara su padrino político.
Génova invitó a Aznar para frenar a Vox en la campaña del 13-F y el que fuera líder del partido respondió atacando a Casado en su flanco más vulnerable: “Oigo decir, hay que ganar para que llegue no sé quién a La Moncloa, para que llegue no sé quién al palacio de no sé cuántos, a la casa de no sé qué o al convento de no sé qué. Oiga, la pregunta es, ¿y para hacer qué? Se gana, ¿para hacer qué?”.
Después vinieron las explicaciones. En público, declarando en una entrevista en la cadena Cope su “apoyo a Pablo Casado, mi deseo es que tenga éxito y sea el presidente del Gobierno”, y en privado. Según la Cadena Ser, Aznar escribió a Casado para rebajar la tensión tras sus displicentes palabras. Pero el malestar es inevitable. Por el fondo y las formas del reproche, por venir de quien viene y por abrir de nuevo la guerra interna en el PP.
Génova había logrado sumar a todas las baronías en apoyo de Mañueco y del líder nacional después de tres meses de pelea a cuenta de la presidencia del PP de Madrid, pero las duras palabras del presidente de la Fundación Faes han provocado que la tregua se echara a perder antes de la celebración de los comicios. “Si alguien quiere a Aznar para reflexiones vacías es mejor no llamarle”, sentenciaba Isabel Díaz Ayuso.
Aún queda una semana de campaña y verdes prados por visitar, pero de empezar atacando al Gobierno a cuenta de las macrogranjas, el PP se está viendo obligado a pasar a la defensiva. Esa es la cruda realidad.