
Joan Capdevila
Sorprendí hace unos días a mis colegas en el discurso de aceptación de una inmerecida plaza en la Acadèmia de Ciències Veterinàries de Catalunya. Tan alto como inesperado honor se debía al hecho de mi doble condición de veterinario y político. De hecho, mi primera reacción fue la de rechazar la oferta, no ya por pura militancia marxiana, sino porque consideraba que no merecía tal honor, no tanto por mi dedicación profesional… como por mis exiguos éxitos académicos. Pero la Academia ya tenía una respuesta a punto: soy un veterinario atípico. De hecho, soy el único veterinario miembro del Congreso de los Diputados en la actual legislatura y el único diputado veterinario catalán de la democracia.

No estoy pidiendo ahora un desembarco masivo en parlamentos, diputaciones y ayuntamientos de honorables colegas; defiendo que participemos sin complejos en el proceso de toma de decisiones que afecten a cuantas políticas atañen al ámbito de nuestras competencias científicas y profesionales
No les aburriría con estas cuestiones si no fuera por contarles a ustedes como me esforcé en defender en mi discurso de ingreso la necesidad de influir, también como veterinario, en la política. De hecho, propuse como tesis a mi Academia que no sólo es lícito que los veterinarios debamos de influir en las políticas públicas relacionadas con la veterinaria, sino que es del todo necesario. Que no se nos caigan los anillos por ejercer como ‘lobbistas’.
No crean que hay unanimidad al respecto; algunos de mis colegas sostienen que no debemos bajar a la arena política, que para eso ya están los políticos. Pero yo defiendo, y encarno, una tesis opuesta: los veterinarios debemos, también, meternos en política. Por supuesto, no estoy pidiendo ahora un desembarco masivo en parlamentos, diputaciones y ayuntamientos de honorables colegas; defiendo que participemos sin complejos en el proceso de toma de decisiones que afecten a cuantas políticas atañen al ámbito de nuestras competencias científicas y profesionales… aunque se nos acuse casi despectivamente de ejercer de ‘lobbistas’ (Denostado ‘palabro’, cierto: aunque el DRAE proponga usar otra terminología –grupos de presión, cabildeo…–, el anglicismo se ha impuesto también en este caso). Porque cuando un colectivo quiere mantenerse ‘puro’, tapándose la nariz cuando habla de política y cerrándole la puerta, resulta que la política, obstinada, entra por la ventana. Y reescribiendo a Joan Fuster, “toda política que no haga la veterinaria, será hecha contra la veterinaria”. Si influir se ha convertido en una profesión, es porque es ya obligación acompañar y representar en el diseño y la aplicación de las políticas públicas y en las relaciones entre actores, y defender la aportación al bien común que sin duda deben de hacer los grupos de interés.
¿Quién puede ser más consciente que nosotros, los veterinarios, del valor del vínculo humano-animal y de sus múltiples beneficios? ¿Quién se preocupa en todas sus facetas del bienestar animal? ¿Quién puede implementar mejor los compromisos ambientales que interpelan en pos de la producción de proteínas cada vez más sostenible? ¿Y quién, si no, define mejor que nuestro lema ‘hygia pecoris, salus populi’ la problemática del cambio climático que redefine el nuevo alcance de las zoonosis? ¿Acaso hay duda de qué profesión se encuentra en uno de los tres vértices del triángulo ‘one health’?
Lo reciente del discurso, mi orgullo ‘académico’ que quiero compartir con ustedes, y mi estima por mi profesión, han hecho que haya escrito veterinario o veterinaria en casi cada frase de mi artículo; háganme el favor de sustituir el noble oficio del albéitar por el de cada uno de ustedes, estimados lectores, en cada una de esas frases, y compartan conmigo mi tesis: es justo, legítimo, y ante todo necesario para el bien común, que exista un ‘lobbismo’ organizado de las profesiones y los profesionales ante los poderes públicos legislativos y ejecutivos que enriquezca con ciencia sus funciones, para garantizar que ésta informa a los trabajos de aquéllos.
Presidente de la Comisión de Industria del Congreso de los Diputados y portavoz en la de Transición Ecológica. Veterinario y empresario pyme durante 25 años. Ahora Diputado a Cortes (pero no me lo tengan en cuenta) independiente en el G.P. Republicano (ERC). Licenciado en la UNEX, tengo un Máster en la UAB y un Programa Ejecutivo en Deusto BS.