
Àlex Sáez
En el conflicto desatado en la derecha tradicional española entre Casado y Ayuso, y en su resultado, se pueden inferir alguno de los problemas comunes que alcanzan al Partido Popular y que tampoco son ajenos al ejercicio de la política en nuestros tiempos.
En primer lugar sorprende la banalización del factor que lo desencadena, del problema de fondo que hoy sigue subyaciendo. Parece que poco importa si estamos ante un nuevo caso de corrupción –al que ya nos tiene acostumbrados el Partido Popular– o cuanto menos a un caso de nepotismo, tráfico de influencias o falta de ejemplaridad pública de un responsable político. La tolerancia e incluso comprensión con que lo tratan los propios dirigentes del Partido Popular y parte de su electorado a través de múltiples modalidades de apoyos públicos resulta doloroso en términos de control democrático.

Me parece preocupante el proceso de decantación que permite emerger a lideres políticos como Ayuso u otros. En mi opinión existe una quiebra del requisito meritocrático deseable en toda carrera política, en términos de formación, preparación y experiencia
También merece reflexión el ascenso y defenestración del presidente del Partido Popular, Pablo Casado. Los partidos ya no guardan la fortaleza y control orgánico a sus cuadros dirigentes y territoriales. En el presente caso, las adhesiones personales se han desvanecido en horas. La motivación parece evidente y es que la debilidad de Casado ha decantado a muchos cuadros dirigentes del Partido Popular hacia el abrigo de nuevas alternativas con la finalidad de no poner en riesgo sus puestos de privilegio. El peligro de la excesiva profesionalización de la política finiquita lealtades y compromisos, ante la necesidad de mantener el ‘statu quo’.
En Casado y Ayuso existen muchas similitudes, no distintas a dirigentes políticos de otras formaciones políticas, basadas en la dedicación en exclusiva a la política y a los cargos políticos remunerados desde su primer empleo. Ello aleja a la clase dirigente de los problemas reales de los ciudadanos a la vez que incide en la variable de que la toma de decisiones obedece muy a menudo más a situaciones personales que al interés general, o al interés de la propia formación política.
Por último, me parece preocupante el proceso de decantación que permite emerger a lideres políticos como Ayuso u otros. En mi opinión existe una quiebra del requisito meritocrático deseable en toda carrera política, en términos de formación, preparación y experiencia. Es el triunfo de los ‘spin doctor’, directores de comunicación de los partidos políticos, que gozan cada vez más de mayor incidencia y protagonismo en las tomas de decisiones y en la elección de candidatos. Se construyen líderes populares y mediáticos, de apariencia cercana pero que resultan faltos de las exigencias deseables para los estadistas, y que resultan tan necesarios ante los acuciantes problemas planteados en la actualidad.
Tal vez no resulte difícil encontrar motivos de simpatía hacia un perfil como el de Ayuso. En mi caso, lo encontré como fiel seguidor de los Depeche Mode, a los que Ayuso también idolatra. Como signo de modernidad y en pretendido efecto de estrella del rock o popular, la presidenta de la Comunidad de Madrid les rinde homenaje a través de un tatuaje en el antebrazo. Se trata de la flor que Antoni Corbijn diseñó para la portada de uno de los discos de mayor éxito de los Depeche: “Violator”. Sin duda, otro más de los recursos efectistas de Ayuso para conectar con su generación o con los jóvenes. Encomiable, si bien lo realmente preocupante es la falta de profundidad, de ideas, de proyecto para responder a los profundos desafíos que tiene la gestión pública en Madrid, en manos de Ayuso y el Partido Popular. Pese al fracaso evidente en la gestión pública y en la lucha contra las profundas desigualdades, resulta todavía más preocupante la tentación de Ayuso de desembarcar en la política nacional. En ello nuestros admirados Depeche Mode nos aconsejarían…. ‘Enjoy The Silence’ ( disfruta del silencio ).
Abogado, exdiputado del PSC en el Congreso (VIII, IX y X legislaturas).