
Joan Capdevila
Pocas veces el ciudadano ha tenido la ocasión tan clara de influir con su actuación sobre el destino colectivo con tan poco esfuerzo. La tan cacareada guerra de la energía tiene un punto débil que, si lo sabemos explotar correctamente, la desmantelará: ahorrando energía.
Pero recapitulemos. Es cierto que por ahora, las incomprensibles reglas de fijación de precios del mercado gasista han convertido el precio del gas en el principal causante de los problemas de la economía europea. Porque al principio, como dicen las escrituras, no era la luz, sino el gas. El gas está en la base de casi toda la industria europea directa o indirectamente, de la calefacción de muchos hogares (en Catalunya más y desde hace más tiempo por obra y gracia del visionario Pere Duran Farell), y está, también en la producción de una buena parte de la electricidad. Y en Europa más de la mitad del gas hemos dejado que venga de… ¡Rusia! Además, dejamos que el precio del gas lo gestione la bienaventurada ley de la oferta y la demanda. Con lo cual al quedarnos sin oferta porque Rusia nos ha ido dejando sin gas, y porque hemos descubierto que no podremos sustituir todo su gas, al menos este año, el precio se ha multiplicado por 15 en menos de diez meses.

El gas que ahorramos en nuestras casas, directamente lo pueden consumir en Alemania, ya que en parte, el gas sobrante lo podemos transportar a los países donde será más necesario este invierno. Nuestro ahorro calentará los hogares que más lo necesitan
No me interesa ahora hablar de la oferta puesto que ya hemos activado todos los canales de sustitución del gas de Rusia, que acabará, no lo duden, reemplazado en breve. Tampoco les hablaré de la regulación, puesto que parece que por fin Europa está dispuesta a topar, al precio que sea, el coste del gas (créanme, es posible y lo veremos también en breve). Me interesa que se entienda que por una vez, cada ciudadano europeo tiene en sus manos acabar radicalmente con el problema del precio del gas, de la inflación, y volver a la senda de la estabilidad. Esto, créanme, es histórico.
El ciudadano puede y debe actuar por la vía de la demanda. Se han dicho y hecho muchos comentarios. Desde quitarse la corbata hasta una ley de ahorro energético. Todo esto no sirve de nada sin la concienciación a fondo del ciudadano. La prensa española ya se ha encargado de recordar la campaña tardofranquista del “si usted puede pagarlo, España no puede”. Pero sin que sirva de precedente, estaré del todo de acuerdo con este lema o cualquier otro parecido que se les ocurra a nuestros generadores de discursos y relatos. Por suerte, de este tipo de profesionales, tanto en la vida pública como en la privada, vamos sobrados.
Sólo pido a nuestros gobernantes, que seguro que sabrán sacar nuestras mejores armas mediáticas, que no se olviden de cómo se trabaja en las empresas en los planes de ahorro energético. Lo he visto in situ y es fascinante. Lo primero siempre es medir la energía que se consume, al minuto, lo más en detalle posible para poder establecer con certeza los resultados de las acciones de ahorro. Hay que explicar a nuestros ciudadanos cómo se mira un contador y cómo se lee una factura. Y que lo de bajar los termostatos es importante, pero hay quien prefiere simplemente cerrar aires, o cerrar calefacciones. Hay multitud de técnicas de ahorro de energía. Lo importante es que nos midamos y sepamos que estamos ahorrando. De la misma manera que la guerra ha disparado los precios, la certeza de que el ahorro funcionará provocará una bajada de precios porque se anticipará la caída de la demanda. Y esto lo podremos saber midiendo nuestros contadores pero también nuestras reservas de gas europeo y haciendas públicas, como si fueran los resultados de la Champions, igual como se ha hecho con los datos del Covid. La información para la gestión del ahorro es un estímulo imprescindible.
El gas que ahorramos en nuestras casas, directamente lo pueden consumir en Alemania, ya que en parte, el gas sobrante lo podemos transportar a los países donde será más necesario este invierno. Nuestro ahorro calentará los hogares que más lo necesitan.
Nunca, insisto, nunca una acción tan fácil como el ponernos a ahorrar energía ha sido tan necesaria y a la vez tan efectiva. Éste es nuestro “frente” de lucha colectiva. Y sólo dependemos de nosotros. Pocas veces en la vida y en la historia, una victoria depende sólo de uno mismo. Y pocas veces la suma de todos los esfuerzos actúa multiplicando. Me quedaría, puestos a concluir, con el lema del “yes we can”. De paso, si reducen consumo y si analizan a quién se la pagan, también estarán contribuyendo poco o mucho a evitar el calentamiento global. Vayan desenchufándolo todo.
Presidente de la Comisión de Industria del Congreso de los Diputados y portavoz en la de Transición Ecológica. Veterinario y empresario pyme durante 25 años. Ahora Diputado a Cortes (pero no me lo tengan en cuenta) independiente en el G.P. Republicano (ERC). Licenciado en la UNEX, tengo un Máster en la UAB y un Programa Ejecutivo en Deusto BS.