Lucía Marrero
El periodista y escritor Diego Carcedo habla con ‘El Siglo’ sobre su último trabajo, titulado ‘Los dos cónsules’. Una novela histórica en la que relata la historia de dos diplomáticos, el español Eduardo Propper de Callejón y el portugués Aristides de Sousa Mendes, que desafiaron a sus gobiernos para ayudar a miles de judíos a salir de Burdeos en el verano de 1940. El veterano periodista también reflexiona sobre la guerra de Ucrania, la necesidad de solidarizarse con sus victimas y la cobertura que se está haciendo de la misma.
¿Cómo nace su curiosidad por el Holocausto?
La historia del Holocausto y los judíos la conozco desde hace mucho. Cuando estuve de corresponsal en Israel me interesé por la cultura judía y allí no había nadie que no tuviera ningún familiar que hubiera fallecido en el Holocausto. Fue un tema que me interesó con bastante facilidad. Fue una persecución contra todo un grupo social y tiene una importancia extraordinaria por su influencia histórica en la sociedad internacional.
¿Cuándo conoce por primera vez la historia de estos diplomáticos?
A Eduardo Propper de Callejón lo descubrí mientras escribía mi segundo libro pero me fui interesando por su figura gracias a su nieta, la actriz Helena Bonham Carter, ya que algunas veces en sus declaraciones a la prensa, hacía alusión a la labor de su abuelo salvando judíos. La de Aristides de Sousa Mendes la conocí estando como corresponsal en Portugal, con Mário Soares como primer ministro. Leí una notica sobre la creación de un proyecto que quería recuperar la memoria del diplomático. Querían llevar sus restos, que estaban en el cementerio de su pueblo natal, Cabanas de Viriato, a Lisboa. Me quedé con ese recuerdo y con las ganas de interesarme y preguntar por su figura.
¿Qué fue aquello que le hizo interesarse por esta historia hasta el punto de dedicarle una novela?
Esta historia tenía muchas características propias e interesantes que me parecieron fundamentales. Los hechos ocurren en los primeros momentos de la invasión de los alemanes a Francia. La historia se produjo en Burdeos, una ciudad próxima a España y muy frecuentada por los españoles. Allí se concentraron muchos refugiados que querían llegar hasta España y Portugal.
«Los dos cónsules arriesgaron sus puestos de trabajo y quizá algo más, para cumplir con lo que les aconsejaba su conciencia y salvar a esas personas, con las que estaban conviviendo».
Por otro lado, me llamó la atención que ambos protagonistas eran funcionarios de dos dictaduras, la de Franco y la de Salazar, que simpatizaban con los nazis. Los gobiernos de España y Portugal no querían que llegaran judíos a sus territorios por lo que estos dos cónsules arriesgaron sus puestos de trabajo y quizá algo más, para cumplir con lo que les aconsejaba su conciencia y salvar a esas personas, con las que estaban conviviendo.
Además, sobre este asunto concreto en Portugal si que se había escrito pero, en España y en el resto del mundo la historia era completamente desconocida.
¿Cómo es el proceso de documentarse para escribir una novela histórica?
Es un trabajo lento y duro pero muy interesante. Hay que intentar reconstruir todo lo que fue ocurriendo y para ello hay que investigar. Este trabajo debe plasmarse luego en la novela, lo que también resulta complicado ya que hay que contar los hechos con rigor, ajustándose a la verdad, pero de forma que despierte el interés de los lectores.

¿A dónde acude para buscar datos y testimonios de la época?
Los hechos de las novelas históricas han ocurrido en la realidad y muchas veces están reflejados en periódicos, libros y documentos. También acudo al recuerdo popular, a los restos de edificios que fueron destrozados. Hay casos en los que hay sobrevivientes y pueden contar en primera persona su experiencia. Si no hay sobrevivientes hablo con sus hijos y nietos.
¿Cree que de la situación que sufrieron los judíos durante la Segunda Guerra Mundial se puede extraer algún aprendizaje que aplicar al presente?
Indudablemente. Estas situaciones siempre enseñan y alertan a las conciencias de que hay que pensar en los otros, en aquellos seres humanos que son las víctimas. La guerra es lo peor que le puede ocurrir a la humanidad y me gustaría mucho que quienes lean el libro despierten en sus conciencias la necesidad de ayudar a los ucranianos y a todos aquellos que actualmente son víctimas de un conflicto. Están sufriendo, están teniendo muchas víctimas, huérfanos, viudas y mutilados.
¿Considera que aún quedan por contar historias originales sobre el Holocausto?
Por supuesto. Miles. Es imposible contarlo todo sobre el Holocausto o sobre la Segunda Guerra Mundial. Sigue habiendo historias por contar. Además, es necesario que se escriban historias sobre este tema cuando ya ha pasado un tiempo, haciéndolo desde una perspectiva histórica y revisando y recuperando la verdad. Siempre se descubren nuevos detalles.
¿Qué faceta de su carrera considera más compleja?
Diría que probablemente la de periodista. En concreto la de periodista de información local. Y por otro lado, cuando he ocupado cargos de dirección, en los informativos de Televisión Española y en Radio Nacional España, ya que son puestos de responsabilidad máxima.
¿Qué le parece la cobertura que se está haciendo sobre la Guerra de Ucrania?
Me parece que se está haciendo una buena cobertura. Hay unos periodistas excelentes cubriendo el conflicto, tanto desde la parte de Rusia como desde la parte de Ucrania. Es una información muy difícil de dar.
«Los gobiernos que están en guerra siempre se han reservado información y lo siguen haciendo».
Sin embargo, creo que la información que se ofrece es escasa, carece de profundidad. Ambos gobiernos mantienen mucha información en el más riguroso secreto y los periodistas están limitados. Tienen que elaborar sus noticias a partir de la poca información oficial, sus contactos y los rumores.
¿Usted diría que se informa mejor o peor que antes?
Considero que se informa igual. Los gobiernos que están en guerra siempre se han reservado información y lo siguen haciendo. Con esto dificultan la labor de los periodistas.