Los inquilinos de la Casa Blanca tienen un no sé qué que a todo el mundo encandila. Será Hollywood, será la potencia nuclear, qué será. Pero lo cierto es que casi nadie se libra del hechizo. No lo han logrado los presidentes españoles –a excepción de Mariano Rajoy– y no lo han logrado las ‘segundas damas’.
Porque eso es lo que son las esposas de los jefes de Gobierno españoles. La primera dama es la mujer del jefe del Estado y, por tanto, la única a la que el protocolo aconseja hablar de tú a tú a la mujer del jefe de Estado y de Gobierno –a más a más– de Estados Unidos.
Era por tanto doña Letizia la afortunada y a la que, cuentan las crónicas sociales que discurrieron en paralelo a la cumbre de la OTAN, FLOTUS –primera dama de EE UU, por sus siglas en inglés– quería conocer.
Así fue como se produjo la primera foto para el recuerdo de una semana en la que miles de personas han sabido situar a España en el mapa, la de la mujer de Felipe VI recibiendo en Zarzuela el lunes, 27 de julio, a Jill Biden, ambas sonrientes y asiéndose por los antebrazos en el típico gesto de complicidad de quienes no se han visto en la vida.
La segunda foto, casi idéntica, llegaba por la tarde. La mujer de Joe Biden quiso mantener un encuentro privado con la mujer de Pedro Sánchez, Begoña Gómez –eso cuentan algunas crónicas, otras dan la versión contraria–, que recibió a la maestra de profesión en el Palacio de La Moncloa y, mimetizándose con la reina, se agarró de ambas manos con su invitada sin abandonar la sonrisa. Incluso hubo una segunda instantánea de despacho, como en Zarzuela con doña Letizia. Seguro que las dos ya le están buscando un marco.