¡Vaya gente! Mara del Prado
El beso. Qué mejor señal de amor que el beso. Claro que el beso puede ser fingido. Pero, ¿acaso alguien quiere pensar en ello en un momento como éste? La relación entre Alberto y Charlene de Mónaco ha estado siempre rodeada de suspicacias y ya va siendo hora de creer que ese beso era un beso de verdad.
El beso que se lo dio la pareja en Oslo, durante un viaje oficial a la capital Noruega y en presencia de sus hijos, los mellizos Jacques y Gabriella, y Haakon, príncipe heredero del país escandinavo. Fue a las puertas del museo Fram, donde acudieron a la inauguración de la exposición Navegando en mar de la ciencia, dedicada al príncipe Alberto I, explorador y oceanógrafo, en el centenario de su muerte.
Cuenta Hola que el tatarabuelo del soberano monegasco estuvo al frente de varias expediciones científicas árticas y exploró el archipiélago noruego de Svalbard, a las puertas del Polo Norte. Un afán aventurero con el que Alberto y Charlene parecieron dejarse llevar para fundirse en un beso y un abrazo como nunca se les había visto.
Justo a tiempo de acallar los rumores de crisis en el matrimonio. Un matrimonio de once años que a casi nadie ha convencido y que siempre ha estado rodeado de rumores sin confirmar. Desde un supuesto intento de huida de la exnadadora olímpica antes de la boda hasta su prolongada ausencia del Principado a causa de una infección que la ‘retuvo’ en Sudáfrica durante más de un año y el presunto contrato que habría firmado para regresar a su país de adopción.
Pero, viendo ese beso, quién quiere pensar que todo ha sido un artificio. Sobre todo cuando la celebración del amor inunda las páginas de la crónica social. Las bodas de los futbolistas Álvaro Morata y Dani Carvajal con sus bellas y rubias esposas; la de la influencer Lucía Pombo y el próximo enlace de Teresa Andrés Gonzalvo, colega de profesión; la de la nieta del que fuera presidente del COI de recordado apellido, Alessia Samaranch. Incluso la reconciliación de Amelia Bono y Manuel Martos, para felicidad de sus padres, el expolítico José Bono y el cantante Raphael.
De no ser por la ruptura de Shakira y Gerard Piqué, no habría razón para pensar en que el amor puede romperse. Ni para creer que Alberto y Charlene no se besan de verdad.