¡Vaya gente! / Mara del Prado
Que regrese su hermano, que lo echa mucho de menos. El 6 de marzo, la infanta Margarita tuvo claro su deseo cuando sopló las velas por su 83 cumpleaños. Se fue a un restaurante con su marido, Carlos Zurita, y sus hijos, Alfonso y María, y allí le esperaban los periodistas para felicitarla y preguntarle por su hermano, que acababa de hacer público un comunicado anunciando que volverá “con frecuencia a España”. Como dice Hola, por Navidad y por regatas. Y eso, de momento, no requiere a Juan Carlos de Borbón en el país de forma inminente.
Ella, su hermana, se ha enterado por la prensa del regreso. “Lo he escuchado por televisión y, si es verdad, ojalá”, dijo, manifestando su deseo de que vuelta pronto. “Siempre hemos sido una familia todos”, subrayó, a pesar de que ciertos detalles –relaciones extramatrimoniales, divorcios, falta de comunicación– podrían hacer pensar que se alejan de los cánones de la tradición que defienden para los demás.
Él, el emérito, permanece de momento en Abu Dabi. Allí vive en una villa donde pasa los días “entre visitas de familia, amigos de la región y del mundo entero” atendiendo llamadas de teléfono y siguiendo “al minuto la actualidad española e internacional”.
Según el relato de la revista y a pesar de sus problemas de movilidad, el padre de Felipe VI “está en forma” gracias a los “buenos hábitos”. Se acuesta temprano, se levanta a las siete, “sigue una buena pauta de alimentación y hace gimnasia todos los días, además de rehabilitación en la piscina”. Como si viviera de forma permanente en un spa de lujo o en una residencia para ricos jubilados.
Porque a todo hay que adaptarse. Miren si no Isabel II. Ella no ha sido sometida a un juicio público por comportamientos reprobables desde un punto de vista ético, como le ha ocurrido a su ‘primo’ español, pero ha decidido cambiar de residencia. Sin salir de su país y eligiendo entre una de las varias opciones palaciegas de la reina británica, pero optando por una alternativa más tranquila al londinense Buckingham.
Tras superar el Covid a sus 95 años, ha decidido quedarse definitivamente en Windsor, en el condado de Berkshire. Allí se trasladaron en marzo de 2020 ella y marido, el recientemente fallecido Felipe de Edimburgo, para pasar la pandemia. Dos años después, la situación sanitaria está más relajada, pero ella ha decidido que también se va a tomar la vida con calma.
En el campo, cerca de la tumba de su marido –sus restos reposan en la cripta real de palacio– y adaptando una agenda oficial a la que no renuncia; allí acaba de recibir al primer ministro canadiense, Justin Trudeau. Por muchos años.