Javier Quintana
Juan Carlos I aterrizó el pasado miércoles en el aeropuerto de Vigo para emprender camino a Sanxenxo. Tras hacer oídos sordos a las peticiones de su hijo, que le rogó que limitara sus apariciones públicas hasta pasados los comicios de mayo, el monarca ha llegado a España en la que es su segunda visita al país desde su marcha a Abu Dabi en 2020. No obstante, el emérito busca que su visita no cause el revuelo mediático del año pasado, cuando centenares de periodistas se agolparon en las inmediaciones de la casa de su amigo Pedro Campos, domicilio donde pernoctó el año pasado y donde repite ahora estancia. No cumplió su objetivo en la llegada, ya que medio centenar de personas esperaban en la puerta de la casa al ex Jefe del Estado. No había, por otro lado, tantos vecinos curioseando como en la cita previa. Tampoco fue igual la actitud de un Juan Carlos que, si bien el año pasado bajó la ventanilla del coche a su llegada e intercambió impresiones con los medios, este año se limitó a saludar con la mano con gesto cansado.
Este jueves, ya recuperado del viaje, el monarca sí se acercó al puerto deportivo de Sanxenxo para reencontrarse con el Bribón. A bordo de esta nave llevó a cabo una práctica de dos horas por la ría de Pontevedra.
Juan Carlos, según fuentes cercanas a su entorno, no tiene una agenda programada para estos días. Su estancia, en principio, tocará a su fin el domingo.