Juan Carlos de Borbón está dispuesto a todo por regresar a España. Incluso, a poner a la derecha en contra de su hijo. Sus lamentos son escuchados por el PP, donde Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado reivindican su legado y Mariano Rajoy pide explicaciones de su exilio. Para atacar a Pedro Sánchez y, de forma implícita, reprochar a Felipe VI su presunta connivencia con el Gobierno de coalición. Las ‘bases’ monárquicas también empiezan a revolverse y, en una carta pública, un amigo del Emérito y empresario avisa al Rey: demorar la decisión sobre el regreso de su padre tiene “resultados claramente negativos para la institución”.
“Alguien tendría que explicar por qué el rey don Juan Carlos no está aquí ya”. Mariano Rajoy está de promoción. De su último libro, aunque de eso le preguntan lo justo. Desde la primera entrevista insiste en manifestar su asombro por la salida del emérito el 3 de agosto de 2020 rumbo a Abu Dabi y, por mucho que repita su queja, no deja de acaparar titulares.
Lo avanzaba en las páginas de las últimas de sus memorias, Política para adultos (Planeta). Cuando conoció la noticia, tuvo “la oportunidad de hablar con él”. “Le encontré como siempre, animoso, aunque dolido […]. Me explicó que su decisión era temporal, que él creía que en unos meses la situación se habría calmado y podría regresar pronto a España. El hecho cierto, sin embargo, es que en el momento de escribir estas líneas, más de un año después de aquella conversación, este regreso todavía no se ha producido. Y aún hoy nadie ha sabido dar razones de tan extraña situación”.
El libro terminaba de imprimirse a finales de noviembre y, desde entonces, el expresidente del PP no ha dejado de pedir explicaciones. Su versión ‘literaria’ sobre la moción de censura que le echó del Gobierno ha pasado a un segundo plano y, a cada periodista que le pregunta, le cuenta que Juan Carlos de Borbón es lo mejor que le ha pasado a este país en casi 40 años de democracia y exige su regreso.
La carta de un amigo del exmonarca recién llegado de Abu Dabi señalando a la Casa Real supone un punto de inflexión
Cuando apelaba a “alguien” en la entrevista en El Confidencial, reconocía indirectamente que no se refería al Gobierno. La periodista le preguntaba si el regreso del exmonarca está condicionada a la presencia de Unidas Podemos en el Gobierno y Rajoy contestaba: “Yo he sido presidente y sé cuáles son las decisiones que puede tomar el Gobierno. No voy a entrar en eso, pero a mí me parece profundamente injusta la situación que estamos viviendo”.
La ‘culpa’ no es del presidente
La decisión de que el exjefe del Estado abandonara España en medio de una cascada de noticias sobre sus presuntas irregularidades cometidas durante su reinado y tras su abdicación se tomó en Zarzuela. Según el periodista José Antonio Zarzalejos, uno de los mejor informados de los asuntos de Palacio, la tomó el emérito a sugerencia de su hijo.
El también autor del libro Felipe VI. Un rey en la adversidad (Planeta) contaba a El Siglo el pasado febrero que “la colaboración entre La Zarzuela y La Moncloa, funciona”. Una Moncloa que, desde que El País desvelara la existencia de dos fundaciones bajo sospecha vinculadas a Juan Carlos I en marzo de 2020, no ha dejado de proteger al jefe del Estado.
Dotando de contenido su exigua agenda cuando el país echaba el cierre con la llegada del Covid, arropándole con ministras y ministros socialistas y levantando un cordón sanitario en torno al monarca para tratar de protegerle de los escándalos de su padre y de las peticiones de comisión de investigación de sus socios de Gobierno.
Sin embargo, esta particular relación está empezando a pasar factura al rey. Las críticas implícitas en su cerrada defensa del emérito, las de Rajoy pero también las de Isabel Díaz Ayuso o Pablo Casado y su dirección nacional, se dirigen a Pedro Sánchez, pero su destinatario es el promotor y beneficiario último de la expatriación del emérito y ese no es el presidente.
Las declaraciones de quien fuera líder del PP, las del jefe de la oposición diciendo que “podrá venir cuando quiera, como quiera y vivir donde quiera como un ciudadano más” y las de la baronesa madrileña exigiendo que “se tenga con don Juan Carlos al menos un poco de la generosidad que él siempre nos demostró”, coincidieron con el previsible carpetazo de la Fiscalía del Supremo a sus pesquisas relativas a la presunta comisión saudí de 100 millones de dólares, a las tarjetas black y la millonaria cuenta en Jersey, retrasado a finales de 2021 tras una oportuna prórroga de la investigación.
Según filtraciones del Ministerio Público, se archivarán por la inviolabilidad de la que gozó el emérito hasta su abdicación en junio de 2014, por la prescripción de los delitos investigados y por las oportunas regularizaciones fiscales. No por falta de indicios.
Y es aquí donde radican las diferencias entre la derecha, que en su guerra cultural con la izquierda ha adoptado el argumento del eventual fin de la causa judicial para reclamar el regreso a España del exmonarca, y los socialistas, que no podrían dejar de pedirle explicaciones sobre sus evidentes conductas reprochables –la regularización lleva implícito el fraude fiscal– sin sufrir un varapalo entre el electorado progresista.
En el centro de la diana

En medio de la refriega se encuentra Felipe VI. No como víctima colateral sino, cuanto menos, como coprotagonista. Un papel que insinúa el amigo personal de Juan Carlos I, empresario, vicepresidente del Círculo de Empresarios e hijo de exministro franquista, José María López de Letona.
En una carta publicada esta semana en The Objetive, transcurrido menos de un mes de su encuentro con el emérito en Abu Dabi, al que acompañó en el partido de exhibición de Rafa Nadal celebrado en vísperas de la Navidad, señala directamente al jefe del Estado: “La Casa del Rey, tratando de encontrar el mejor de los momentos […], ha ido demorando la emisión de una decisión al respecto [del regreso de Juan Carlos], con resultados claramente negativos para la Institución y desmoralizantes para quienes desean (deseamos) una rápida normalización de esta absurda situación”.
López de Letona, tras tener ocasión de hablar con el emérito durante su viaje emiratí, escribe que “la vuelta de don Juan Carlos a casa no dependerá de los deseos de los españoles expresados a través de una encuesta […] sino de su regia voluntad” y sostiene que si aún no ha regresado es porque “el sentido del deber” le ha desaconsejado, “hasta ahora, realizar su deseo sin contar con la previa aprobación (que no autorización) de la Casa del Rey”.
El amigo del exmonarca se refiere también a lo que llama “embuste de que el entorno de don Juan Carlos quiere convencerle de que se instale en Portugal”. “Ni Portugal, ni China, Japón o Madagascar. Volverá a casa”. Todo un aviso a Zarzuela, que está viendo cómo las ‘bases’ monárquicas están tomando partido por el emérito y su ‘regia voluntad’; además del empresario, los populares se refieren a ese regreso “donde quiera” tan difícil de gestionar para la Casa Real.
Contraataque
Además del presidente, el rey cuenta con otros aliados. Como Sánchez, no son necesariamente monárquicos, pero sí lo suficientemente comprometidos con el orden institucional como para no dejarle solo en medio de las presiones de su padre y su ‘guardia de corps’.
Esta semana ha sido particularmente fecunda. Mientras el digital The Objetive publicaba la reveladora carta, El País y El Confidencial, dos medios que han tomado partido por Felipe VI desde que las revelaciones sobre su padre amenazaran la estabilidad de su reinado, publicaban sendas informaciones sobre las sospechosas relaciones del emérito.
La actitud de Juan Carlos de Borbón contrasta con las noticias sobre un entorno bajo sospecha
“Interpol pide a Abu Dabi la detención inmediata del mercader de armas que acompaña al rey emérito” es el explícito título con que el periódico se refiere al hispanolibanés Abdul Rahman El Assir, perseguido por la justicia francesa, suiza y española y escondido en la capital emiratí, “donde frecuenta desde hace meses al rey emérito en su residencia privada, según testimonios de testigos presenciales. La amistad entre El Assir y Juan Carlos I es conocida y se remonta a hace décadas”.
Al día siguiente, el medio digital revelaba que “Juan Carlos I vendió un Rolls-Royce descapotable de Casa Real a Villar Mir por 210.000 euros”. Cuenta la noticia que en 2008 se convirtió en propietario de este vehículo, uno de los más lujosos del mercado con un precio en concesionario de 550.000 euros, y se lo traspasó dos años después al expresidente de OHL.
Según el artículo, no hay ningún dato sobre el procedimiento que empleó el emérito para enajenar ese bien del Estado ni sobre el destino del dinero que abonó el industrial. Los documentos de matriculación tampoco aclaran si fue adquirido por Casa Real o se trató de un regalo al entonces monarca –uno de los muchos que recibió y que le permitió atesorar en Zarzuela una auténtica flota con los coches más exclusivos del mundo, como contó El Siglo–.
Incluso, en este último supuesto, explica el digital, también habría terminado engrosando el balance de activos de la jefatura del Estado. Sin embargo, no hay información sobre este coche en ningún registro público de la Casa Real, ni del Parque Móvil del Estado ni de Patrimonio Nacional. Tampoco hay ningún detalle sobre el procedimiento que utilizó el monarca para desprender del vehículo.
Ninguna de las dos informaciones atribuye al padre de Felipe VI conductas penalmente punibles, pero sí éticamente reprochables. Lo mismo que va a trascender de la investigación de la Fiscalía, suficiente como para merecer el reproche de los socialistas en el Gobierno y de la prensa que reconocen a la Corona como institución del Estado constitucional.
A pesar de que la noticia sobre la infidelidad de Iñaki Urdangarin a su hermana, la infanta Cristina, ha acaparado mayor espacio informativo, la batalla por el relato sobre el regreso de Juan Carlos de Borbón es lo que más preocupa y ocupa a Felipe VI. La presión es cada vez mayor y los ‘aliados’ políticos de su padre, inasumibles para la institución monárquica.