Ángel Martínez Samperio.
Que el Ateneo de Madrid haya sido, desde sus orígenes, y aún sea, sede del laicismo, está fuera de toda duda; que, “nacido para difundir las luces” de la Ilustración, haya ejercido como cuna del liberalismo humanista español, hermanado con el laicismo, también es indudable; que buena prueba de su liberalismo sea, y pondré un ejemplo, haber contado entre sus filas con Donoso Cortés, que escribiera páginas encendidas contra el liberalismo y en defensa del catolicismo en una Institución laica y liberal, es cosa sabida. Humanismo liberal, productor de conocimiento solidario, y ser escuela de ‘res pública’, ponen ceca a sus actividades.
Por eso no sorprende que en él, vencidas ciertas resistencias que sospechaban intereses confesionales, la Agrupación Especial para el Estudio de las Religiones sea una realidad viva. Fundada para practicar las ciencias de las religiones, abordadas desde una metodología estrictamente académica, vinculando originariamente a la UCM, pero con vocación de hacer extensiva la relación a otras universidades españolas y extranjeras. La Docta Casa viene recibiendo la visita de docentes y catedráticos, que imparten saberes desde sus distintas disciplinas, abordando el fenómeno religioso. A ello se suma el Convenio con la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones que en nuestra Sede entrega sus premios anuales.
Los distintos estudios sociológicos muestran el crecimiento del ateísmo y del agnosticismo, en España y en el mundo, en paralelo con la vitalidad de un fenómeno que está lejos de desaparecer. Ambas condiciones conviven felizmente en la Docta Casa, y se dejan interpelar bajo metodologías que objetivan y verifican. Es este un estilo que como un testamento se viene transmitiendo a través de los 203 años de vida que la Institución atesora, salvando los golpes mortales que a su largo ha venido recibiendo de los enemigos de la libertad y de la tolerancia activa. Porque existe, a mi juicio, una tolerancia pasiva que consiste en dejar hacer, otra que pretende ser compasiva en tanto humilla, y una tercera que consiste en tratar de extender el respeto en donde exista intolerancia. El Ateneo es una “sociedad abierta” que como tal ha tenido y tiene enemigos en el lenguaje de Popper, y en ella tiene banco de trabajo esta Agrupación que acomete su tarea usando metodologías científicas y verificativas.
El pasado 26 de junio tuve el privilegio de trasladar las funciones de Presidencia, dejándola en las manos del Profesor Doctor D. Francisco Javier Fernández Vallina. Para ello presenté la ponencia “Pasado, presente y futuro de las Ciencias de las Religiones en el Ateneo de Madrid”, abriendo su vestíbulo con una cita de Cicerón: “Planta árboles para que los disfruten las generaciones venideras”. Es sobradamente conocida la talla humana y académica del Dr. Fernández Vallina que proporciona certezas de futuro y hará crecer con su talante y sapiencia este minúsculo arbolillo.
Escribo estas notas ante el fallecimiento de Milan Kundera. Viene a mi memoria su ‘Insoportable levedad del ser’. La identidad del Ateneo de Madrid, su significación y relevancia, constituyen su ser. No es leve, sino significativo para toda sociedad democrática que como tal se precie, y sabe ser contemporáneo a cada tiempo; es su santo y seña, acreditada con su capacidad de resistencia y de innovación, la de permanecer con sentido creando sentido, destapando significaciones trapaceras y mostrando referentes y significantes en medio de los cambios. El Ateneo de Madrid, a través de sus socios, de sus socias, sus secciones, agrupaciones, cátedras y tertulias, y con su riquísima Biblioteca, la privada más importante de España, es un foco crítico evaluador y orientador, incluidas las religiones del mundo.
Al hilo de Kundera, dejo ante ustedes un recuerdo de su trabajo ‘Amigo, aquí no está usted en su casa’. Esa frase ha tenido que ser dicha algunas veces a quien pretendía aprovecharse de este humanismo confiado en el hombre, y de esta libertad acogedora, para infeccionarla. El patrimonio material e inmaterial de la Docta Casa es muy goloso y hay demasiadas moscas que vienen con la palabra ‘amigo’ por delante para tratar luego de echarnos de nuestra propia casa.
El pasado es un gigante que lleva a hombros al niño del presente, hasta que le crezcan las piernas y aprenda a tomarle de la mano. Es en Kundera, y en el trabajo mencionado, donde a mi modesto entender se contemplan cuatro maneras de relacionarse con el pasado: la de conservarlo a contratiempo, cuando ha dejado de aportar significación, y es el caso de Stravinski queriendo dirigir su propia obra sin dar lugar a nuevas interpretaciones. El de negarle virtualidad, como el intento de Beckett de que su obra sea quemada; el de dejarse arrastrar por las metamorfosis del presente, como en el caso de Kafka; o el de transmitirlo como un testamento. Es ese último caso estoy.
Permítaseme concluir con una conversación, pescada como pez luz del hondo del relato de Kundera. Lo hallarán en su página 112:
—Si me resulta imposible considerar muerto al ser que amo, ¿cómo se manifestará su presencia?
—En su voluntad, que conozco y a la que permaneceré fiel…
Dicho queda, y a la manera machadiana, puesta en boca de aquel “santo laico” que fue D. Giner de los Ríos, y ante un pasado que no ha muerto y un presente que permanece alerto al infinito: “ […] Yunques, ¡sonad! ¡Enmudeced, campanas!”. Largo tiempo espera, os dice éste que fuera capitán, todavía vivo en la cubierta. Y te saludo, ¡oh, Capitán, mi Capitán! Decidlo en Palodes: el Gran Pan todavía no ha muerto, ¿verdad, Plutarco?
Vicepresidente de la Agrupación Especial para el Estudio de las Religiones del Ateneo de Madrid. Máster y Dr. en Ciencias de las Religiones por la UCM