
José Luis Centella
La primera vuelta de las elecciones legislativas en Francia ha marcado un cambio importante en el panorama político francés, con repercusiones en el resto de Europa. Después de unos comicios presidenciales que se decidieron gracias a la división de la izquierda, todo hay que decirlo, entre la derecha liberal de Emmanuel Macron y la extrema derecha de Marine Le Pen, la confrontación en la segunda vuelta de las legislativas se dará en la mayoría de circunscripciones entre Ensemble, la fuerza derechista que comanda Macron, y Nupes, la unión de las izquierdas liderada por Juan-Luc Mélenchon, dejando en la cuneta a la extrema derecha.

Posiblemente los votos no den para que Mélenchon sea nombrado primer ministro francés, pero ya nada será igual: Macron no tendrá las manos libres para profundizar en sus políticas neoliberales y privatizadoras
La coalición formada por fuerzas socialistas, ecologistas y comunistas con la Francia Insumisa de Mélenchon a la cabeza recibió 5.836.202 de votos, un 25,66%, y se quedó a muy pocos votos de dar el ‘sorpasso’ a las derechas. Nupes aspira a ser la segunda fuerza parlamentaria francesa. Los sondeos apuntan que podría conseguir entre 150 y 210 diputados. Detrás quedaría la derecha conservadora de Los Republicanos, hasta ahora segunda fuerza parlamentaria, que puede perder la mitad de su peso actual –112 escaños– y quedarse con entre 50 y 80 diputados.
Además, la extrema derecha repartida entre Le Pen y Éric Zemmour no logró ni los resultados previstos, quedando incluso el periodista ultra descartado en su circunscripción y, posiblemente, sin representación parlamentaria. La humanidad sufre una dramática crisis alimentaria, energética y financiera, consecuencia del sistema capitalista. Ha acentuado los rasgos antidemocráticos de las instituciones internacionales, el uso de la fuerza que contraviene el Derecho Internacional, el retraso para cumplir los objetivos del milenio, un aumento sustancial del gasto en armamento e I+D militar. Además, la guerra como recurso para que los países dependientes de energía garanticen sus canales de suministro no puede resolverse desde postulados de más liberalismo o más autoritarismo. Al igual que en Chile o en Colombia (esta última también pendiente aún de su segunda vuelta electoral), se comprueba que la unidad de la izquierda rompe el maleficio de tener que elegir ‘entre lo malo y lo peor’. Posiblemente los votos no den para que Mélenchon sea nombrado primer ministro francés, pero ya nada será igual en el próximo periodo legislativo francés, siempre que el camino abierto no quede sólo en un acuerdo electoral y continúe con la construcción de una alternativa progresista capaz de disputar la hegemonía política y cultural a la derecha.
Macron no tendrá las manos libres para profundizar en sus políticas neoliberales y privatizadoras; los sindicatos y colectivos ecologistas no estarán solos en sus movilizaciones y la experiencia francesa marcará el camino. Todo ello debe ser tenido muy en cuenta en España. Cuando se inicia el proceso de construcción del proyecto unitario entre fuerzas sociales y políticas de carácter progresista, ecologista y de izquierda en torno a Yolanda Díaz, debe depositarse en él muchas de las esperanzas para evitar que las próximas elecciones lleven a un Gobierno de coalición entre el PP y la ultraderecha de Vox. Hay que apostar por construir una amplia alianza con las fuerzas sociales, políticas y sindicales dispuestas a conseguir que la realidad social se imponga. Hay que avanzar en un acuerdo en todo el Estado y entender que no puede haber procesos unilaterales para lograr que el neoliberalismo, la austeridad, la discriminación y las políticas de derecha no quepan en Europa. Nada está escrito y nada será fácil. Debemos tener muy claro, eso sí, que esta oportunidad no se puede dejar pasar. Las experiencias anteriores deben servir de ejemplo para no repetir errores. Hay que sumar y el momento histórico que nos toca vivir requiere de grandeza de miras, audacia y determinación para aunar lo diverso en un proyecto ilusionante y con perspectivas de futuro.
Responsable federal de la Conferencia Interparlamentaria de Izquierda Unida y presidente del Partido Comunista de España (PCE), partido del que ha sido secretario general entre 2009 y 2018. Maestro de profesión, fue concejal en el Ayuntamiento de la localidad malagueña de Benalmádena, provincia donde inició su actividad política y por la que fue elegido diputado al Congreso en 1993, 1996 y 2000. En la X Legislatura (2011-2015) volvió a la Cámara Baja como diputado por Sevilla, ocupando la portavocía del Grupo Parlamentario de IU, ICV-EUiA, CHA-La Izquierda Plural.