
La Economía desde mi Observatorio / Carlos Berzosa
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha presentado su informe Perspectivas de la economía mundial en el que ha rebajado una décima la previsión del crecimiento de la economía mundial para este año, hasta el 2,8%. La zona euro crecerá por debajo con un 0,8%, mientras la economía española lo hará por encima de la media europea con un 1,5%, superior a Francia, Italia y Alemania. La proyección de lo que puede ser el crecimiento lo prolonga también al año 2024 en el que el crecimiento será algo mayor en el mundo un 3,0%, la zona euro 1,4% y la economía española un 2,0%. El organismo advierte de que vienen años de crecimiento discreto y alerta de que la inestabilidad financiera afecta negativamente a la recuperación, aunque de momento da por contenida la crisis bancaria.

Un menor crecimiento ya se sabe lo que supone: en las economías avanzadas mayor desempleo y una más elevada desigualdad; en las economías subdesarrolladas más paro, pobreza y hambre
Estas previsiones no hay que tomarlas como dogma de fe, pues el FMI tiende a equivocarse y sobre todo en la incertidumbre en la que estamos. En todo caso, tal como están las cosas efectivamente todo apunta a que va a haber un crecimiento como el que anuncia, esto es, discreto. Un menor crecimiento ya se sabe lo que supone: en las economías avanzadas mayor desempleo y una más elevada desigualdad; en las economías subdesarrolladas más paro, pobreza y hambre. En concreto, los mayores costes recaerán sobre las clases sociales más desfavorecidas y como consecuencia más vulnerables. Por el contrario, aumentará más la concentración del poder económico y los beneficios de las grandes corporaciones. Una situación que conduce cada vez más a lo que señala Lucas Chancel en su libro Desigualdades insostenibles. Por una justicia social y ecológica (Fuhem/Catarata, 2022).
Se está ante un modelo de desequilibrios y depredador de la naturaleza, de modo que si se crece poco, malo, y si se crece mucho, no se arreglan los problemas estructurales de desigualdad y se agrava el deterioro ecológico. Resulta evidente que, si no se cambian las reglas del juego, cualquier crecimiento menor, decrecimiento, o economía estacionaria conduce a la recesión o depresión y ya se sabe a quién perjudica más. Esta es la razón por la que en las condiciones actuales y en un contexto marcado por las crisis, en algún artículo anterior he valorado positivamente el crecimiento habido en la economía española. Esto me ha generado algunas críticas de amigos y amigas ecologistas, pero de no ser así lo que aumenta es la pobreza y el hambre. Está claro que más allá de la coyuntura concreta hay un problema estructural de fondo, que es lo que hay que abordar. Mientras esto se produce, el crecimiento, con todas las limitaciones que tiene supone, un alivio para muchas familias agobiadas por la inflación, precariedad y posible pérdida del empleo.
FMI no entra en estas consideraciones a la vez que considera el PIB como un indicador adecuado para medir el progreso de las naciones, cuando no deja de ser una medición reduccionista e imperfecta. Un indicador limitado en lo que mide y que no tiene en cuanta otra serie de factores que determinan el desarrollo económico. Tampoco se valoran los costes sociales y ecológicos que el crecimiento genera. Por esto es por lo que resulta de sumo interés el libro de Koldo Unceta Más allá del crecimiento (Mar Dulce, 2015). Además, como dice Naredo en La Crítica agotada, ”cabe puntualizar que las relaciones desequilibradas que refleja el modelo depredador-presa no sólo ayudan a comprender la dominación Norte-Sur entre países, sino que se extienden también en el seno de países ya sean ricos, pobres, o “emergentes”, entre regiones, entre medio rural y urbano e incluso, dentro de este, entre barrios, profesiones y personas” (Siglo XXI, 2022). En suma, un modelo desigual a todos los niveles y que se caracteriza de la siguiente manera en palabras de Naredo: “Vivimos bajo un capitalismo clientelar, gobernado por las élites y redes de poder asociadas a una tiranía corporativa”.
Catedrático Emérito de la Universidad Complutense y presidente de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Ha sido Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Complutense (1984-1998) y Rector de esta Universidad (2003-2011). A lo largo de su carrera docente ha impartido enseñanzas de Estructura Económica Mundial y Desarrollo Económico. Tiene numerosas publicaciones entre las que destacan los libros ‘Los desafíos de la economía mundial en el siglo XXI’ (Nivola,2002) y los escritos conjuntamente con José Luis Sampedro ‘Conciencia del subdesarrollo veinticinco años después’ (Taurus, 1996) y ‘La Inflación (al alcance de los ministros)’ (Debate, 2012).