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El futuro necesita una sociedad plural y solidaria

por El Siglo de Europa
9 octubre, 2020
de Los Dossieres
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Los portavoces parlamentarios de los principales partidos políticos son conscientes de las graves consecuencias de la crisis sanitaria, económica y social provocada por el COVID-19. Y apuestan por salir de ella reforzados, aprendiendo de los errores y dando más importancia a lo que esta pandemia nos ha enseñado a valorar, desde la salud pública y sus profesionales, hasta nuestros mayores.

 

Más política y menos partidismo

Rafael Simancas

Secretario General del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso

A menudo se confunde política con partidismo. Sin embargo, se trata de conceptos con significados muy distintos. La política, en democracia, consiste en organizar el espacio público compartido conforme al interés general. Ejercer el partidismo, por el contrario, supone anteponer el interés particular al bien común.

La portavoz socialista en el Congreso, Adriana Lastra, suele asegurar que la pandemia nos ha enseñado, sobre todo, que vivimos en comunidad. Y que los grandes problemas, los desafíos más relevantes, solo se afrontan con éxito desde la unidad y la solidaridad. En consecuencia, para superar la amenaza del virus y sus secuelas económicas y sociales hace falta más política y menos partidismo.

La buena política, además, antepone los objetivos de largo plazo a las tentaciones del corto plazo, las luces largas a la visión corta, y el entendimiento al desencuentro. Este reto nos llega en un momento de gran fragmentación en el escenario político, y las respuestas a las grandes preguntas solo llegarán por la vía del reconocimiento mutuo, del diálogo y del acuerdo.

Esa es la disposición desde la que afronta el futuro el Grupo Parlamentario Socialista en las Cortes Generales. Buena política, visión de país y disposición para el entendimiento con los que piensan diferente. Eso, y una gran confianza en las capacidades de la sociedad española para sobreponerse a las dificultades y encarar el futuro con determinación y solvencia.

El presidente Pedro Sánchez ha establecido las cinco grandes vías por las que ha de discurrir la presente legislatura en el Parlamento:

  • La lucha contra la pandemia, mediante el refuerzo de la sanidad pública, en tanto no llegue la vacuna definitiva.
  • La reactivación de la economía, fomentando su modernización y resiliencia, impulsando la transformación digital en marcha, con el objetivo de los buenos empleos.
  • La cohesión social y territorial a través de políticas públicas que no dejen a nadie atrás.
  • La transición ecológica, que haga compatible el desarrollo y la preservación ambiental.
  • Y la revolución feminista, que permite el acceso real de las mujeres a la mitad de todo.

Ese es el camino que nos llevará a la meta de una sociedad más desarrollada y más justa, más allá del virus.

 

Parte del problema es el Gobierno

Carlos Rojas

Portavoz adjunto del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso

Lejos de entrar en reproches y a estas alturas del partido, todos debemos estar con el foco centrado en cómo salir de esta Pandemia, y cómo ayudar a mejorar la situación asistencial y sanitaria, y también la económica, para no paralizar el país por completo. Desde que el Coronavirus llegó, y el Gobierno Central nos confinó las cosas no han ido bien; y el manejo de la situación por parte del presidente Pedro Sánchez ha sido calamitoso. Aquello de que  no hacían falta las mascarillas, que luego no eran necesarias para los que estaban sanos, y que pasaron a ser muy recomendables para definitivamente convertirse en obligatorias para todos. 

La gestión empezó caótica, y meses después continúa por los mismos derroteros; y el resultado es que ya es una realidad contrastada en el panorama nacional e internacional que el Gobierno de la coalición Podemos y PSOE es el que peor está gestionando  la pandemia de toda Europa. Los españoles notamos que el Estado nos está fallando. El pensador John Locke otorgaba al Estado la misión de proteger la vida, la libertad y la propiedad privada y el derecho a la defensa de estos derechos, que los ciudadanos le habrían “cedido” al Estado protector. Es evidente que nuestro Estado tiene instituciones fuertes, es inequívoco que hemos consolidado un Estado “de garantía” en estas últimas décadas, con profesionales sanitarios y funcionarios muy capacitados y bien formados. Empero, en estos meses hemos tenido una sensación agridulce cuando hemos asistido a los desatinos de un gobierno incapaz, envuelto en un celofán de pegajosa propaganda que lo tiene fuera de la realidad. Desde el Partido Popular le hemos tendido la mano, hecho propuestas, advertido de sus desatinos, alertado de sus dislates; pero el Gobierno ha seguido por su mano, haciendo y deshaciendo y esculpiendo una triste figura de incompetencia grabada a nombre de Piedra, y apellido de Sánchez.

La crisis está aquí y es desaforada: nuestro turismo diezmado, los autónomos sin ingresos, la restauración, la cultura, cientos de miles de personas al desempleo y el paro femenino y juvenil por las nubes, encabezando los peores índices europeos. Todo es un caos que nos preocupa y nos encoge el corazón. De esto saldremos, no me cabe duda, pero no como nos ha contado el Gobierno. Hemos de salir con algunas de las recetas opuestas a las que ha aplicado el Ejecutivo Central pues por estas estamos así.

Recuerdo a la ministra de exteriores de Corea del Sur, Kang Kyung-hwa, en una entrevista a la BBC justo en el inicio de la pandemia. Dijo algo que hoy se antoja clave: “ de esta crisis se sale más rápido con transparencia”:  Datos concretos, datos rápidos, datos fiables y datos despolitizados. Aquí desgraciadamente todo esto ha brillado por su ausencia, y esa transparencia ha sido menguante, hasta el punto que pretendieron cuasi cerrar el Congreso. Por tanto, transparencia.

Otra clave:  fuera propaganda, dentro realismo. Ya está bien de mentiras, de eso de que habíamos derrotado al virus. Dejémonos de frases hechas, de políticas de naftalina y seamos humildes para afrontar lo que tenemos por delante.

Y una más: lealtad institucional. Unión. Hace falta, pero de verdad. No se puede pedir que rememos juntos cuando el Gobierno es Eolo soplando contra nuestras velas. El Gobierno ha embestido con deslealtad. Premeditada y con alevosía, para enturbiarlo todo  y tapar sus vergüenzas. Una cosa ha llevado a la otra: falta de humildad para reconocer errores, tapada con propaganda de relato. 

 

Repensar la sociedad desde lo colectivo

Pilar Garrido

Secretaria de plurinacionalidad de Podemos y Presidenta de la Comisión de Presupuestos del Congreso

La pandemia de la Covid-19, más allá de las graves consecuencias en la salud pública, ha puesto de manifiesto una crisis ya existente, tanto civilizatoria como de modelo productivo. En Europa occidental, el sueño de un bienestar eterno y aparentemente indestructible inaugurado tras la segunda guerra mundial, y del que una vez la socialdemocracia tradicional fue garante, se rompe en mil pedazos coincidiendo con la imposición hegemónica de los valores culturales del neoliberalismo, cuya punta de lanza es un individualismo tan irracional como peligroso.

La crisis socioeconómica actual, a pesar de su origen sanitario, es inherente a las relaciones de producción capitalistas, en tanto que el sistema se ha visto desbordado a la hora de proteger nuestra salud y asegurar unas condiciones materiales dignas para la ciudadanía. La organización económica del mundo no está pensada para el bienestar de la gente, sino para la salvaguarda de unos mercados financieros que han pasado a ser el becerro de oro de nuestros días; que reaccionan ante las crisis profundizando la brecha entre ricos y pobres y generando más exclusión y desigualdad.

Llegados a este punto, en nuestro país solo existen dos maneras para afrontar el futuro. Una pasa por repensar nuestra sociedad desde lo colectivo, protegiendo el interés general y el bien común; la otra es la fórmula de la derecha política y la economía neoliberal, que van siempre de la mano. Esta es la misma que fracasó en 2008, y supone continuar con las privatizaciones de los servicios públicos, convertir la precariedad en un elemento consustancial al mundo del trabajo y recortar derechos laborales, cargar sobre las mujeres todas las tareas relativas a la reproducción de la vida y explotar y expoliar los recursos naturales del planeta como si este no estuviera dando muestras de su agotamiento.

Debemos afrontar el futuro con políticas que prioricen absolutamente el bienestar, el buen vivir, de la población. La salud, el trabajo, la vivienda, una educación basada en la equidad, son derechos sociales básicos y a la vez no son sino el sostén, la garantía de que todas las personas puedan desarrollar su proyecto de vida.

La pandemia ha demostrado la esencialidad de los trabajos de cuidados, que históricamente han sido invisibilizados y son desempeñados por mujeres en su mayoría debido a una injusta división sexual del trabajo. Es urgente hacer políticas feministas que pongan en el centro el cuidado de la vida a la vez que se camina hacia la corresponsabilidad en estos cuidados.  

En último lugar, debemos reformular el modelo de producción, consumo y comercio para llevar a cabo una transición energética. El actual es un modelo depredador que evidencia su propia insostenibilidad de la peor de las maneras: poniendo en grave riesgo la supervivencia del planeta.

 

Un futuro por construir 

Marina Bravo

Secretaria general de Ciudadanos 

Intentar hablar del futuro en estos tiempos es una tarea complicada. Muy complicada. Nunca antes nos habíamos enfrentado a una incertidumbre de esta envergadura. Desde hace unos meses, el futuro del mundo está ligado a una cifra: la de contagiados por el coronavirus.

Lo que también tenemos claro es que, aunque el futuro es incierto, no está escrito. La salida a esta enorme crisis la tenemos que decidir entre todos. No hay fórmulas mágicas ni un único camino: nosotros decidimos el mundo que queremos construir tras la pandemia. Y la única manera de hacerlo es escuchándonos unos a otros, abriendo espacios de diálogo y encuentro, olvidando los enfrentamientos.

El coronavirus ha roto todos nuestros esquemas. Nos hemos visto en situaciones que, hace menos de un año, nos parecían impensables. Sin embargo, parece que en el ámbito de la política hay algunos que se empeñan en no entender la realidad. Se aferran a viejas ideas, a viejos planteamientos y a viejas luchas. La única lucha que vale hoy en día es la lucha contra el virus.

Una lucha que debe unirnos como sociedad, terminar de una vez por todas con discursos que se centran en diferencias absurdas y en fronteras inexistentes.

Y nosotros creemos que esa es la única manera de avanzar como país y como sociedad. La España que queremos construir tras la pandemia es una España cohesionada, que se enriquece con sus diferencias y se crece ante la adversidad. Una España solvente, que muestre al exterior una imagen de buena gestión y seriedad.

Una España con una sanidad fuerte, con un sector educativo flexible, innovador, listo para preparar a las generaciones que vendrán mañana. Una España que tenga un modelo económico centrado, que apueste por proyectos rentables, por proyectos de país.

En definitiva, queremos que la gestión de la pandemia alumbre un país cohesionado, fuerte, innovador y solvente. Una España atractiva para sus habitantes y para sus visitantes, para sus trabajadores y autónomos, para los inversores y nuestros socios comunitarios. Una España sin trincheras que vuelva a ser ese proyecto común que ilusiona a jóvenes y mayores.

En nuestras manos está escribir un futuro u otro tras la pandemia. Ojalá nos encontremos en el camino.

 

Convivencia dúctil

Mikel Legarda

Portavoz adjunto del Grupo Vasco en el Congreso

Es un lugar común en este tiempo de crisis sanitaria, económica y social entrelazadas -y por ello, sin exageración alguna, existencial- preguntarnos cómo hemos de afrontarla. Y cuando hablamos de crisis lo hacemos en el sentido de la coyuntura de cambios estructurales de la realidad sobre la que articulamos nuestra existencia como sujetos y nuestra convivencia organizada políticamente como sociedad. Pues no cabe duda alguna que la pandemia del Covid-19 ha acelerado -sin vuelta atrás- los procesos de cambio en los que estábamos comenzando a incorporarnos y que suponen transformaciones fundamentales en los procesos económicos, laborales y, por extensión, sociales. Tanto más si no se está preparado para incorporarse a ellos y se pierde el tren del progreso y la prosperidad.

Pero, para que esto último no suceda, el primer reto al que nos enfrentamos es el ser conscientes de lo que estamos viviendo; de lo que está pasando y nos está pasando; sin espuriamente desviarnos ni desviar la atención de otros con cuestiones coyunturales de parte, por crujientes que nos puedan parecer o interesar, tanto en nuestras manifestaciones como partidos, instituciones o como mera ciudadanía.

A su vez, este ser conscientes del momento de crisis y transformación que vivimos reclama -ahora más que nunca- conjugarse en la praxis política con una “convivencia dúctil” (Zagrebelsky) construida sobre el pluralismo político y por tanto alejada del ideal de la fuerza. Es decir, que el reconocimiento con respeto y tolerancia de los intereses del otro anude la mutua acomodación de las diferencias -sin ocultarlas- mediante la negociación de buena fe, alejando cualquier ideal de imposición.

Así, sólo desde el pluralismo y las interdependencias, sin desviarnos del principio de realidad -de lo que está y nos está pasando-, estaremos en plenas condiciones para encarar con solvencia este presente de transformaciones profundas -de crisis- a la par de incorporarnos a ellas para así también modelarlas contribuyendo a conformar un futuro económica y socialmente sostenible.

 

Obligar a aprender

Joan Baldoví

Portavoz de Compromís en el Congreso

La crisis económica de 2007 nos enseñó que los servicios sociales son fundamentales para sostener las cuatro patas del estado de bienestar, junto con la educación, la sanidad y las pensiones.

En el contexto de crisis de la COVID-19, vemos cómo están pasando factura los recortes y las políticas de austericidio de la última década, pensadas para beneficiar a unos cuantos privilegiados en contra de los derechos de la mayoría, las clases medias y populares.

La enseñanza forzosa más impactante ha sido que la salud no es un negocio sino la política pública más importante y transversal. Tan solo basta ver el nivel de agotamiento que tiene que soportar el personal sanitario y la saturación en la que se encuentra la atención primaria para entender la importancia de sostener un buen sistema de sanidad público y universal.

No caben medias tintas, ni modelos mixtos, necesitamos revisar todas las privatizaciones de los departamentos de salud y de todos aquellos ámbitos de la sanidad que actualmente están privatizados como los comedores, la lavandería, la seguridad, las resonancias, ambulancias, etc. Un conjunto de derechos y un sistema público que es importante mantener, cuidar y respetar porque es la base de la justicia social.

Esta crisis nos ha vuelto a recordar que los derechos no se pagan con aire, por eso es muy importante que el estado transfiera a los territorios las partidas necesarias para que todos los ciudadanos tengan unos servicios sociales dignos. El hecho de recibir unos recursos insuficientes para garantizar servicios fundamentales hace que la brecha existente entre comunidades autónomas sea más erosiva en un momento en el que estos recursos son vitales. 

Sin una financiación justa, no hay servicios básicos dignos y, por tanto, no hay reconstrucción posible. No es de recibo que ciudadanos que viven en otras comunidades, como por ejemplo, Cantabria o Castilla y León, reciben casi el doble de recursos por habitante que el territorio valenciano, Murcia o Andalucía. A lo que hay que sumar el insolidario dumping fiscal que lleva a cabo la Comunidad de Madrid.

La pandemia también nos ha enseñado qué pasa cuando basas la economía en el sector terciario y careces de un sistema industrial potente y diversificado. Si queremos consolidar una industria productiva resiliente y arraigada en el territorio, debemos diversificar nuestra industria y conservar e impulsar el pequeño y mediano comercio, de proximidad y artesanal, así como las cadenas cortas de producción, transformación, distribución y comercialización, algo que ha puesto en valor el confinamiento.

Nunca he sido de los de “la letra con sangre entra”, pero solo hay un camino para salir de esta: apostar decididamente por los servicios públicos y poner a las personas y su salud por delante de todo.

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