Al pinchazo socialista en las elecciones madrileñas de hace un año le siguió una reforma del Gobierno, que dejó un gabinete más joven y con más ministras. Habrá que ver si, tras el batacazo en Andalucía, Pedro Sánchez opta por un golpe de timón parecido. Y es que no faltan las voces en las filas del PSOE que echan en falta más peso político, más capacidad comunicativa y más sello ideológico en el Ejecutivo. Como el propio Sánchez explicaba hace un año, el Gobierno estaba pensado para gestionar la recuperación post-Covid. Sin embargo, ahora tiene que lidiar con las consecuencias económicas y sociales del conflicto bélico más grave que sufre Europa desde la II Guerra Mundial.
Tras las elecciones madrileñas de mayo de 2021, los informes que manejaba Moncloa detectaban que al Gobierno se le percibía alejado de los problemas de la gente. Bajo esta premisa, se diseñó un nuevo consejo de ministros con gente más joven, con mayoría femenina y con varias personas procedentes de la política municipal. De las siete nuevas incorporaciones, cinco fueron femeninas: Pilar Llop en Justicia; Raquel Sánchez en Transportes; Isabel Rodríguez en Política Territorial y portavocía del Gobierno; Diana Morant en Ciencia y de Pilar Alegría en Educación. Salvo Llop y esta última, que era delegada del Gobierno en Aragón, las otras tres ocupaban alcaldías en Gavà (Barcelona), Puertollano (Ciudad Real) y Gandía (Valencia). Todas nacidas en los 70 -salvo Morant, que nació en 1980- al igual que la generación de líderes que ha llegado a la cúpula del partido tras el congreso de octubre. Gracias a ellas, la edad media del Ejecutivo bajaba de los 55 a los 50 años.
La incertidumbre acerca de los posibles cambios alcanza también al partido, que en otoño estrenaba portavocías y una nueva cúpula
Pedro Sánchez afirmaba en ese momento que la principal tarea del Gobierno sería “consolidar la recuperación económica”. Sin embargo, un año después, la invasión rusa de Ucrania ha dado un vuelco al escenario económico y político. Ya no se trata de gestionar la recuperación, sino de capear otra crisis económica. En este tiempo, las incorporaciones de hace un año no han conseguido dar el impulso político esperado al Ejecutivo. Los sondeos y las urnas autonómicas van mal para un Sánchez que tiene a una mayoría de ministros desgastados o directamente desaparecidos. Pocos son los que se han visto reforzados y se han convertido en piezas fundamentales en la labor del Gobierno. La incertidumbre acerca de los posibles cambios alcanza también al partido, que en otoño estrenaba portavocías y una nueva cúpula, ya sin José Luis Ábalos en la secretaría de Organización, que tampoco está frenando el desgaste del Gobierno y el trasvase de votantes al PP, como refleja el post-electoral del CIS publicado esta semana sobre las elecciones andaluzas.
Entre las ministras reforzadas, sobresale una Nadia Calviño que siempre ha estado en el podio de las mejores valoraciones del CIS, junto a Yolanda Díaz y Margarita Robles. La responsable de Economía ganó galones hace un año con su ascenso a la vicepresidencia primera y, desde entonces, no ha hecho más que ganar protagonismo. Ha sido protagonista de la negociación de las ayudas europeas, máxima responsable de un plan de recuperación que ha sido aprobado con muy buena nota por parte de la Comisión y pieza fundamental a la hora de negociar el mecanismo de tope a los precios del gas para abaratar el recibo de la luz. Contrapeso político de Yolanda Díaz, con la que he tenido que entenderse para la revisión del SMI y la reforma laboral, Calviño se ha implicado en la vida interna del PSOE y ha terminado ocupando un papel de referente económico del que el partido estaba huérfano en los últimos años.

En Moncloa y Ferraz más de uno ha suspirado con alivio cuando ha comprobado en las encuestas que las valoraciones de Yolanda Díaz se han resentido a raíz del estallido de la guerra en Ucrania y de las disensiones en el seno de Unidas Podemos, con Pablo Iglesias deslizando críticas cada vez menos disimuladas hacia la vicepresidenta segunda. Hasta entonces, Díaz estaba disputando a Sánchez las preferencias de los españoles a la hora de presidir el Gobierno. Con un buen capital político acumulado en estos dos años y medio en el Gobierno, gracias a su defensa de los derechos laborales y a las buenas cifras de empleo que presenta España, habrá que ver si la responsable de Trabajo es capaz de invertir el retroceso en las encuestas del espacio político de UP, que ella pretende trascender con su nuevo proyecto, Sumar.
Junto a las dos vicepresidentas, Félix Bolaños se ha colocado como una figura central en el Gobierno. Vicepresidente político ‘de facto’ tras la salida de Carmen Calvo hace un año, no hay negociación o asunto peliagudo que no pase por las manos del ministro de la Presidencia, desde que hace tres años se ocupara muy eficientemente de una cuestión tan delicada como la exhumación de Franco. Por ejemplo, en el ‘caso Pegasus’ ha ejercido de portavoz oficioso del Ejecutivo y ha asumido los contactos con ERC para tratar de calmar los ánimos. Su creciente peso político se ha visto reforzado con la organización de la cumbre de la OTAN. Hasta Alberto Nuñez Feijóo ha felicitado al Gobierno por la “imagen positiva” que ha dado España durante el encuentro de los líderes de la Alianza Atlántica. Su influencia en el partido también es crucial, hasta el punto de que le correspondió a él la ponencia clave en el congreso federal de octubre, la del rumbo político socialista, que llevaba por título ‘PSOE 2030, un partido de futuro’.
Margarita Robles se ha ganado el respeto de todo el arco político por su gestión al frente de uno de los ministerios llamados de Estado, que la coloca al frente de una de las instituciones más apreciadas por los españoles. Una valoración que ha ido en aumento a raíz de la invasión rusa en Ucrania y que no hace sino reforzar su posición. En su buena nota por parte de los votantes de derechas también influye el hecho de que se haya convertido en el azote de Unidas Podemos. La lista de choques dialécticos con los morados es larga, especialmente con Ione Belarra, pero en los últimos días Robles ha conseguido soliviantar también a Díaz
Ante la oposición morada a aumentar el gasto militar, Robles afirmaba en una entrevista: “Pregunte a Yolanda Díaz si no quiere que se hagan fragatas en Ferrol”. Una alusión que ha indignado en la vicepresidencia segunda, porque Díaz es de Ferrol y está muy vinculada, personal y profesionalmente, a su industria naval. Visiblemente enfadada, Díaz respondía que “el acuerdo para aprobar 1.000 millones más para Defensa nada tiene que ver lamentablemente con la carga de trabajo de mi comarca, de Ferrol”. En el debe de Robles, los episodios cada vez más frecuentes que demuestran que el neofranquismo de Vox campa a sus anchas en las Fuerzas Armadas. En las últimas semanas, se ha conocido que una compañía del ejército de tierra se desplazó sin permiso al Valle de los Caídos para recibir la bendición de un sacerdote o que otro grupo del ejército de tierra realizó una marcha en la provincia de Tarragona para homenajear a las tropas franquistas que allí combatieron contra la II República.
Félix Bolaños se ha colocado como una figura central en el Gobierno y vicepresidente político ‘de facto’ tras la salida de Carmen Calvo
El ‘caso Gali’ le supuso el cese a Arancha González Laya y su relevo por la persona que ha acompañado a Sánchez en materia de política exterior desde su llegada a la secretaría general del PSOE, José Manuel Albares. De hecho, el nombramiento de Laya en su día fue una auténtica sorpresa, porque en el entorno de Moncloa y Ferraz se daba por hecho que él aterrizaría en el ministerio en sustitución de Josep Borrell. Tras año y medio como embajador en París, Albares llegó por fin a la cartera de Exteriores con la misión de reconducir la relación con Marruecos. Un objetivo conseguido de sobra, como se pudo ver hace unos días con las muertes de migrantes en la frontera de Melilla. Durante los últimos años, la pasividad de la gendarmería marroquí había primado en este tipo de situaciones y esta vez no fue el caso, más bien al contrario. Sin embargo, la entente Madrid-Rabat reduce las posibilidades del Ejecutivo de criticar los métodos violentos que emplearon las fuerzas de seguridad marroquíes, con el consiguiente desgaste en amplios sectores del electorado progresista. Militante del PSOE madrileño -como Bolaños- de su peso en el partido de cuenta el hecho de que Albares fue uno de los 12 ponentes que, en el congreso federal del pasado octubre, redactó los documentos que servirán de base a la estrategia del partido en los próximos años. En concreto, el diplomático se ocupó de la ponencia que lleva por título ‘España en Europa y en el mundo’.
En manos de María Jesús Montero está la negociación presupuestaria que arrancará en septiembre y de cuya resolución depende buena parte del desenlace de la legislatura. Si la ministra de Hacienda consigue llevar a buen puerto las conversaciones con los socios parlamentarios, como ha sucedido para las cuentas de 2021 y 2022, Sánchez tendrá vía libre para agotar la legislatura y convocar elecciones a finales de 2023. Si no, el presidente lo tendrá más complicado para cumplir su promesa de cumplir los cuatro años en el Gobierno. Los principales escollos son el aumento del gasto militar prometido por Sánchez y la reforma fiscal que demanda Unidas Podemos. El impuesto a las compañías energéticas previsto para el año que viene es un paso en la dirección que demandan los morados, pero quedan muchos detalles por resolver. A favor de Montero está el hecho de que ella se ha convertido en una de las principales interlocutoras con la parte morada del gabinete y mantiene buena relación con la persona que negociará los Presupuestos con ella, el secretario de Estado de Derechos Sociales y responsable de Economía de Podemos, Nacho Álvarez.

Tras este grupo de ministros que sí ha acumulado capital político y son soportes fundamentales del Gobierno, la mayoría de miembros del gabinete acusa una legislatura muy adversa. Es el caso, por ejemplo, de la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, con una trayectoria de luces y sombras. A su cargo han corrido las negociaciones con Bruselas acerca de la ‘excepción ibérica’, que ha conseguido abaratar el recibo de la luz. El mecanismo funciona y el recibo de la luz es ahora más barato que en el resto de países europeos. Pero la diferencia, al menos en estas primeras semanas, no está siendo sustancial por compensación pactada con las eléctricas. Además, a la responsable de Transición Ecológica le ha faltado iniciativa política en este asunto y en ocasiones ha ido remolque de las posiciones que marcaba el presidente. Como asesora de cabecera, Ribera ha contado con Natalia Fabra, una experta ajena a la Administración pero bien relacionada en el PSOE. Catedrática de Economía de la Universidad Carlos III, es hija de Jorge Fabra Utray, economista de la órbita socialista, también experto en energía, que fue presidente de Red Eléctrica y ahora lidera Economistas Frente a la Crisis.
Fernando Grande-Marlaska lleva tiempo en las quinielas para salir del Ejecutivo. Lo estuvo el año pasado y su gestión a lo largo de estos meses no ha contribuido a reforzarlo. De hecho, hace mucho que se mantiene en el pelotón de ministros peor valorados, según el CIS, junto a varios de UP. Su último embrollo, las muertes de personas migrantes en la frontera de Melilla. El ministro ha defendido la actuación de las fuerzas de seguridad y ha negado que los gendarmes marroquíes entraran a territorio español, cuando hay imágenes que demuestran lo contrario, como las difundida por Público. Y como le ha sucedido a Robles en las Fuerzas Armadas, Grande-Marlaska no ha sabido poner coto al crecimiento de la extrema derecha en las filas de la policía. Los dos sindicatos en la órbita de Vox, Jusapol y Jucil se han convertido en las organizaciones más votadas en las últimas elecciones sindicales en la Policía y la Guardia Civil, respectivamente. En este escenario, con la derogación de la ley mordaza paralizada, el nombre de Antonio Hernando -rehabilitado como asesor en el gabinete presidencial que lidera Oscar López-, ya está en las quinielas para sustituirlo.
Con la incorporación de Isabel Rodríguez al Gobierno -y con la de Pilar Alegría- Sánchez trató de firmar un armisticio con las facciones en las que había quedado fracturado el partido tras las primarias de 2017 -tras apoyar a Díaz en las primarias, Rodríguez salió de la dirección del grupo socialista en el Congreso-. Un armisticio que cristalizó en el congreso federal de octubre con el abrazo con Felipe González. Sin embargo, la ministra portavoz y de Política Territorial no ha terminado de consolidarse como la voz del Gobierno y están por ver sus posibilidades como candidata en Castilla-La Mancha, si Emiliano García-Page decide dar un paso al lado. Si Sánchez parece promocionar a Rodríguez, García-Page tiene a su heredera en la alcaldesa de Talavera de la Reina, Tita García Elez.
Fernando Grande-Marlaska estuvo en las quinielas para salir del Ejecutivo el año pasado y su gestión no ha contribuido a reforzarlo
Por su parte, José Luis Escrivá cuenta con una larga lista de escaramuzas en los dos años que lleva como ministro. Unos choques que no contribuyen precisamente a reforzar la posición de un ministro que ya estuvo en las quinielas para salir del Gobierno el año pasado. En Moncloa y Ferraz valoran su solvencia técnica y su conocimiento de los engranajes de la Seguridad Social, pero contemplan con desconfianza la facilidad con la que pisa charcos por su falta de criterio político. Han sido varias las ocasiones en las que ha tenido que recular o dar explicaciones sobre algunas de sus afirmaciones. Y ha recibido críticas, interna y externas, por su forma de enfocar las negociaciones con los socios parlamentarios y los agentes sociales. En las últimas semanas, se ha enfrentado con el Banco de España por sus recomendaciones sobre pensiones, en un pulso en el que la vicepresidenta Calviño no le ha seguido.
La ministra de Industria, Reyes Maroto, ha mantenido el perfil bajo que le ha caracterizado desde que llegó al ministerio tras la moción de censura. Además, ha recibido críticas del sector turístico por su gestión durante la pandemia, pero en los últimos meses está abandonando ese rol secundario. La ministra se ha arremangado y se ha puesto manos a la obra para dar soluciones a grandes empresas al borde de la quiebra. Es el caso de Siro, abocada al concurso de acreedores hasta que Maroto se desplazó a Palencia y ejerció de mediadora en unas negociaciones en las que finalmente hubo fumata blanca, un alivio para los 1.700 trabajadores de la empresa. Ahora, el objetivo de Maroto y su equipo es evitar la quiebra de las divisiones de Abengoa que sean rentables, para lo que ya está trabajando con la Junta de Andalucía.
Un caso parecido al de Maroto es el de Luis Planas. Siempre fuera del foco mediático, su conocimiento del sector y su capacidad negociadora ha resultado clave en algunas ocasiones. Con la cobertura que proporcionan los fondos europeos, el ministro ha conseguido desactivar las movilizaciones incipientes en el campo y en el sector pesquero. En marzo, Planas evitó males mayores cerrando un acuerdo con los representantes de las patronales pesqueras que desactivó las movilizaciones que planeaban justo cuando los paros de los transportistas habían colocado al Gobierno en una situación delicada.
Salvador Illa dejó el listón muy alto en el Ministerio de Sanidad y a Carolina Darias le está faltando el brillo político del ahora líder del PSC. Algunos patinazos -como anunciar a bombo y platillo el fin de las mascarillas en exteriores el verano pasado para luego volver a recomendar su uso en la ola del pasado mes de diciembre-, han oscurecido el paso por Sanidad de esta experta gestora, con larga trayectoria en las administraciones públicas. Eso sí, para su ‘currículum’ queda la reciente aprobación del nuevo estatuto del personal sanitario y la estabilización de 67.000 interinos.

Raquel Sánchez está teniendo una presencia mediática menor que su predecesor en Transportes, José Luis Ábalos. Lo cual no deja de ser llamativo tratándose de un ministerio muy lucido, con partidas presupuestarias generosas que brillan políticamente. A su favor está el hecho de haber conseguido desactivar los paros de los transportistas, pero en su debe también está que la situación llegó demasiado lejos y se prolongó demasiado tiempo. Su objetivo a corto plazo es avanzar en la negociación parlamentaria de la Ley de Vivienda, en la que los socios parlamentarios del Gobierno, con ERC y EH Bildu a la cabeza, van a presionar.
La Ley de Vivienda es también el gran objetivo a corto plazo de una Ione Belarra que aprovechará la negociación parlamentaria para sumar aliados en las cuestiones a las que ha tenido que renunciar en las largas negociaciones con Transportes. A Belarra le ha tocado liderar un Podemos en horas bajas y con sectores que quieren vender cara su subordinación al liderazgo de Yolanda Díaz, como ha quedado demostrado en Andalucía. Ese doble papel, de ministra y de voz de los morados, protagonizando rifirrafes continuos, ha terminado por erosionar su capital político. En su entorno tienen claro que no se plantea seguir en primera línea política a largo plazo, y que su actividad en el ministerio y en la secretaría general de Podemos le supone un coste personal -es madre de una niña de dos años y está embarazada por segunda vez- que no tiene intención de prolongar durante muchos años.
Irene Montero y Alberto Garzón han sido víctimas de burdas manipulaciones mediáticas
Irene Montero está demostrando la iniciativa política que le está faltando a muchos ministros, pisando el acelerador de reformas legales de calado, como la ley de derechos LGTBI -la conocida como ley trans-. Pero la batalla que está librando con buena parte del feminismo, en la órbita del PSOE, sobre la autodeterminación de género y la regulación de la prostitución, conlleva un desgaste político del que la ministra de Igualdad no está saliendo indemne. No le ayuda tampoco estár en el punto de mira de los medios de comunicación de la derecha, que no dudan en manipular sus declaraciones, como ha sucedido recientemente con sus palabras sobre lo sucedido en la frontera de Melilla. Montero expresó sus críticas ante los micrófonos, pero Susana Griso o Carlos Alsina se sirvieron de un vídeo fake difundido en redes sociales -en el que repite cinco veces “me van a tener siempre a su disposición para conocer mi opinión”- para criticarla.
Otra víctima de burdas manipulaciones mediáticas, ha sido Alberto Garzón. Una -aparentemente intrascendente- entrevista de Garzón en ‘The Guardian’ provocó un surrealista cruce de declaraciones en torno al bulo sobre sus inexistentes críticas a la calidad de la carne española, repicado por PP y Vox, y amplificado por la reacción de la parte socialista del Gobierno, que atizó al ministro. Lo sucedido le reforzó de puertas para adentro, en Unidas Podemos, donde su labor política no entusiasma precisamente, opacado como está en un ministerio con muy escasa competencias.
Joan Subirats llegó a la cartera de Universidades para relevar a un Manuel Castells que se marchaba alegando motivos personales y razones de salud. Subirats, exconcejal de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona y con un perfil más político que su antecesor, ha dado los primeros pasos para desbloquear la nueva Ley Orgánica del Sistema Universitario, pero todavía queda mucha tela que cortar para cuadrar el sudoku con rectores, estudiantes, docentes y comunidades autónomas.
Por último, hay un grupo de ministros que están pasando de puntillas por sus respectivos ministerios. Es el caso de Pilar Llop en Justicia, de Pilar Alegría en Educación, de Diana Morant en Ciencia y de Miquel Iceta en Cultura. Por diferentes razones, como las escasas competencias de su ministerio -como Iceta, que lamentó públicamente abandonar Política Territorial por Cultura- o porque su predecesor aprobó el mayor proyecto político de su cartera -como le ha sucedido a Alegría, una vez aprobada la LOMLOE-, ninguno de ellos ha conseguido ganar visibilidad y peso. Malas noticias para un gobierno que precisamente los incorporaba para dar un nuevo impulso político.