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El largo viaje de Otegi: más izquierda, menos bandera… y pactos en Madrid

por Manuel Capilla
19 noviembre, 2020
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Arnaldo Otegi accedió a la coordinación general de EH Bildu tras su salida de prisión, en 2016. / EP

Arnaldo Otegi accedió a la coordinación general de EH Bildu tras su salida de prisión, en 2016. / EP

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Con Mertxe Aizpurua y Oskar Matute como negociadores en Madrid, la izquierda abertzale está cerca de cerrar un acuerdo presupuestario que culminaría la evolución que Arnaldo Otegi ha liderado durante los últimos 20 años. Tras haber empujado a ETA, de forma decisiva, hacia su desarme y disolución, Otegi lidera una EH Bildu menos ensimismada en el conflicto identitario y con un perfil más social, capaz de amenazar el papel de negociador preferente que se ha labrado el PNV en Madrid. Pero mientras Pablo Iglesias se preocupa por mimar la relación con Otegi y los suyos, el acercamiento a EH Bildu agrieta al PSOE y sirve a la derecha para agitar el espantajo de un terrorismo que ya no existe, aprovechando que la izquierda abertzale no ha hecho una petición pública de perdón que les quitaría todos los argumentos.

“Estamos en disposición de votar favorablemente si las cosas no se tuercen de aquí a que se vote”. Estas palabras de Arnaldo Otegi, adelantando el probable apoyo de EH Bildu a los Presupuestos Generales del Estado, han dado pie a la ofensiva semanal contra el Gobierno. Las palabras de Otegi serían previsibles en cualquier otra fuerza política, pero a la izquierda abertzale todavía le pesa un estigma que antes estuvo sobre Podemos y ERC y que sirve, fundamentalmente, para cerrarle caminos de gobernabilidad a Pedro Sánchez.

El terrorismo ya no está entre las principales preocupaciones de los españoles, que, según el CIS, se centran en el paro y los problemas de índole económica, junto a la corrupción y el mal comportamiento de los políticos

No hay datos objetivos que permitan pensar que el fantasma de ETA sea un factor de peso en la opinión pública española. El terrorismo ya no está entre las principales preocupaciones de los españoles, que, según el CIS, se centran en el paro y los problemas de índole económica, junto a la corrupción y el mal comportamiento de los políticos. Y tampoco hay evidencias de que el acercamiento a EH Bildu les pase factura en las encuestas a PSOE y Unidas Podemos, que se mantienen en niveles similares a los obtenidos en las urnas hace un año, el 28 y el 12% de los votos, respectivamente.

Sin embargo, la simple posibilidad de un acuerdo presupuestario con EH Bildu ha servido a la derecha para acosar al Gobierno, que ha empezado a dudar cuando Emiliano García-Page, Guillermo Fernández Vara o Javier Lambán han levantado la voz para sumarse a PP y Vox y subrayar que “lo de Bildu no tiene un pase”, como afirmaba el presidente castellano-manchego. El ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, echaba el freno el lunes  y negaba que hubiera un acuerdo, tras afirmar en una entrevista publicada por El País el fin de semana que “Bildu ha tenido más sentido de la responsabilidad que el PP con los Presupuestos”.

 

EH Bildu y el final de la violencia

Mertxe Aizpurua ha sido la encargada de tejer la relación con los partidos del Gobierno, especialmente Pablo Iglesias y los suyos. / EP
Mertxe Aizpurua ha sido la encargada de tejer la relación con los partidos del Gobierno, especialmente Pablo Iglesias y los suyos. / EP

La izquierda abertzale de los años 80 y 90, a la que parecen referirse algunos, tiene poco que ver con la actual. La evolución que ha cristalizado en EH Bildu, una coalición que ha conseguido aglutinar a personas y formaciones con trayectorias muy diferentes. En EH Bildu está Sortu, ilegalizado por el Supremo en primera instancia, pero legalizado por el Constitucional en 2012, en una sentencia que viene a decir que no se le puede considerar como la continuación de la antigua Batasuna, sino que se trata de un nuevo partido que ha rechazado la violencia y que se ha constituido en arreglo al marco jurídico.

En EH Bildu también está Aralar, el partido fundado por Patxi Zabaleta, uno de los primeros líderes de HB que se opuso abiertamente, en los años 90, al terrorismo de ETA y a que la actividad política del partido estuviera ligada a ella. Aralar tuvo especial implantación en Navarra y en 2017 se disolvió para integrarse como corriente en EH Bildu. También forma parte de la coalición Eusko Alkartasuna, la formación que fundó en 1986 el exlehendakari Carlos Garaikoetxea. Y está Alternatiba, una escisión de federación vasca de IU, Ezker Batua, -que llegó a gobernar Euskadi en un tripartito junto al PNV y Eusko Alkartasuna- cuyo líder más destacado es el diputado Oskar Matute.

Un proyecto político, el de EH Bildu, que lidera un Arnaldo Otegi que personifica como nadie lo sucedido en el escenario político vasco de los últimos 45 años. Durante la dictadura, formó parte del comando de ETA político-militar responsable de varios robos de vehículos a mano armada y del asalto al gobierno militar de San Sebastián. Ya en 1979, participó en el secuestro del director de Michelín en Vitoria, Luis Abaitua, por lo que fue condenado a seis años de cárcel tras ser detenido en Francia. En esos años fue también procesado y absuelto por el secuestro del por entonces secretario general de UCD, Javier Rupérez, y del atentado e intento de secuestro que sufrió el diputado de UCD y ponente de la Constitución Gabriel Cisneros. La condena por el secuestro de Abaitua le mantuvo en prisión entre 1987 y 1993.

 

Otegi, motor del cambio

Es en la segunda mitad de los 90 cuando las cosas se empiezan a mover en la izquierda abertzale, con Otegi como figura clave. Ese movimiento incipiente cristaliza en la firma del Pacto de Estella/Lizarra, en 1998, que reunió al PNV, EA, HB y Ezker Batua, entre otras organizaciones abertzales -incluido el Partido Carlista-, en la demanda de un proceso de diálogo para solucionar el conflicto político vasco en “ausencia permanente de todas las expresiones de violencia”. El pacto, en cuya urdimbre estuvo Otegi, dio lugar a un cese de la actividad de ETA durante algo más de un año entre 1998 y 1999. Es en ese momento cuando José María Aznar afirma públicamente haber “autorizado contactos con el entorno del Movimiento Vasco de Liberación” -con mayúsculas en las transcripciones que hicieron los medios en ese momento-.

Es en la segunda mitad de los 90 cuando las cosas se empiezan a mover en la izquierda abertzale, con Otegi como figura clave. Ese movimiento incipiente cristaliza en la firma del Pacto de Estella/Lizarra

En el arranque del nuevo siglo, Otegi ya está al timón de la izquierda abertzale tras la refundación de HB en Batasuna, en 2001, de la que es nombrado portavoz. Es en ese momento cuando arrancan los contactos con el por entonces presidente del PSE, Jesús Eguiguren, impulsando un proceso de diálogo con el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero que terminó naufragando con el atentado de la T4. El retorno a la violencia por parte de ETA tuvo en 2008 un año clave, con los asesinatos de Inaxio Uria e Isaías Carrasco. En ese momento, las voces críticas con la estrategia de ETA, aglutinadas en torno a Otegi, se multiplican y se reafirman. Es un punto de no retorno para la izquierda abertzale.

El ahora coordinador de EH Bildu se pasó la primera década del siglo afrontando varios procesos judiciales, por enaltecimiento del terrorismo e injurias a la corona, entre otros, que le hicieron pasar por prisión en algunas ocasiones. Por ejemplo, en 2006, el ahora ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ordenó su ingreso en prisión acusado de inducir actos violentos en una huelga celebrada en Euskadi y Navarra, aunque salió a los pocos días tras abonar la fianza.

Ya en 2009 vuelve a ser detenido, junto a otros líderes de la izquierda abertzale, acusado de intentar reconstruir la cúpula de Batasuna, ilegalizada. Otegi y los otros procesados hacen público un documento en el que se subraya su apuesta por “la utilización de vías exclusivamente políticas y pacíficas” y durante el juicio rechazó la actividad de ETA, que en ese momento ya había declarado un alto el fuego “permanente”. Todo esto no evitó que fuera condenado por “pertenecer a ETA en grado de dirigente”, pocos meses antes de que se produjera la legalización de Sortu por parte del Constitucional.

Otegi permaneció en prisión hasta marzo de 2016, por una sentencia anulada en julio por el Supremo, haciendo suyo el fallo del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, que sentenció que el juicio no había sido justo por la falta de imparcialidad de la magistrada que presidía el tribunal de la Audiencia Nacional. La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo decidirá ahora si debe repetirse o no el juicio, tras la petición hecha por la asociación de víctimas Verde Esperanza, de la órbita de Vox.

 

Zapatero, ‘enlace’ con Ferraz

El expresidente Zapatero, en una entrevista concedida a Antena 3 hace ahora un año, afirmaba sobre Otegi que “es un hecho objetivo que fue un político decisivo” en el final de ETA. Sin embargo, el reproche que se le hace a él y a la izquierda abertzale es no haber pedido perdón. Es el argumento que utiliza la derecha y lo que inquieta en algunos sectores del PSOE. Lo explicitaba  Susana Díaz, cuando dejaba claro que no comparte “absolutamente nada” con EH Bildu y les reclamaba que “pidan perdón a los españoles” por el “daño que le hicieron a este país”.

«Si en mi condición de portavoz (y hablo en nombre de todos los portavoces de Batasuna) he añadido un ápice de dolor, sufrimiento o humillación a las familias de las víctimas de las acciones armadas de ETA, quiero pedirles desde aquí mis más sinceras disculpas, acompañadas de un ‘lo siento’ de corazón”, afirma Otegi en un libro publicado en 2012

Es posible que la izquierda abertzale tenga pendiente un acto público, solemne, de perdón. Pero no es verdad que no lo hayan pedido. Por ejemplo, el propio Otegi afirma en ‘El tiempo de las luces’, un libro publicado en 2012 y construido en torno a una larga conversación con el periodista Fermín Munárriz, que: “La izquierda abertzale ha reconocido y reconoce el dolor causado, y yo quiero ir más allá y decir que si en mi condición de portavoz (y hablo en nombre de todos los portavoces de Batasuna) he añadido un ápice de dolor, sufrimiento o humillación a las familias de las víctimas de las acciones armadas de ETA, quiero pedirles desde aquí mis más sinceras disculpas, acompañadas de un ‘lo siento’ de corazón”.

No hay que perder de vista la influencia que ha jugado Zapatero en la actual cercanía de EH Bildu con Ferraz y el núcleo duro de Pedro Sánchez. Sin él ejerciendo de contrapeso a los barones socialistas y a Felipe González y Alfonso Guerra, a la actual dirección del partido le sería mucho más complicado resistir la presión en este sentido. El expresidente y Otegi se conocieron personalmente hace dos años, en un encuentro en el que repasaron la trayectoria de ETA y la izquierda abertzale, y en que el propio Otegi le reconoció que les quedaba por recorrer un trayecto importante para “sentirse mucho más cerca del dolor de las víctimas”.

Los homenajes que han recibido a algunos presos de ETA al cumplir su condena, en sus localidades de residencia, parecen no casar del todo con esta cercanía al dolor de las víctimas. En privado, algunos miembros de Bildu reconocen que, en según qué casos, se tendría que tener mucho más tacto en este sentido. En una entrevista concedida a El Siglo, Mertxe Aizpurua, explicaba que a los presos “desde hace años se les aplica una legislación de excepción que es la que va tejiendo una reacción de solidaridad con ellos y con los familiares de los presos, que se ven abocados a una situación que es injusta a todas luces. Quiero que se entienda esto bien. No es una adhesión a los postulados que tuvieron en su día. Recordemos que ETA ya no existe. Estos, ya no son presos de ETA. Cuando entraron sí lo eran, pero ETA ya no existe en este momento. Es una situación de injusticia que causa un sufrimiento continuo, cada semana, en mucha gente. Estaría bien que se aplicara la legislación, porque gran parte del problema desaparecería y no habría motivo para esos homenajes”.

 

Los negociadores en Madrid

Oskar Matute representa al sector de EH Bildu que domina las nuevas formas de comunicación y las redes sociales. / EP
Oskar Matute representa al sector de EH Bildu que domina las nuevas formas de comunicación y las redes sociales. / EP

Aizpurua ha sido precisamente la encargada de desplegar la nueva agenda de la coalición de Madrid. Esta periodista, fundadora y exdirectora de Gara y exalcaldesa de la localidad guipuzcoana de Usurbil, ejerce la portavocía de EH Bildu desde la breve legislatura anterior. En los 80 fue condenada a un año de cárcel por apología del terrorismo, a causa de una entrevista con el hermano de un etarra fallecido mientras manipulaba una bomba. Y durante su etapa como directora de Gara llegó a ser interrogada por el juez Baltasar Garzón, después de que el diario publicara una entrevista con dos líderes de ETA, aunque el caso terminó siendo desestimado. Es además autora de una biografía de José Miguel Beñarán, Argala, implicado en la operación en la que asesinó a Luis Carrero Blanco y uno de los principales teóricos e intelectuales de ETA, fallecido en 1978 en un atentado reivindicado por el ultraderechista Batallón Vasco Español.

Aizpurua defiende la escuela política que para ella fue el paso por el consistorio de Usurbil y la forma de hacer las cosas que se tiene en los ayuntamientos, “con necesidad de ser responsable y de dar respuesta a los problemas del pueblo”. Con ella a los mandos, el grupo parlamentario de EH Bildu, sin olvidar la cuestión nacional, soberanista, y la agenda clásica de la izquierda abertzale, ha hablado de muchas otras cosas: de feminismo, de transición ecológica o de derechos sociales, como en la enmienda a los Presupuestos para prohibir los desahucios, presentada junto a Unidas Podemos y EH Bildu.

Junto a Aizpurua, el otro referente de EH Bildu en el Congreso es Oskar Matute, representante de los sectores de EH Bildu sin vinculación directa con la izquierda abertzale clásica y de una generación de dirigentes que se maneja bien con las redes sociales y las nuevas formas de comunicación, al igual que su compañero de bancada, Jon Iñarritu, los dos con decenas de miles de seguidores en Twitter. Matute, de 48 años, proviene del movimiento por la insumisión y de Elkarri, una organización fundada en 1992 con el objetivo de defender una solución pacífica al conflicto político de Euskadi. Llegó a ser diputado en el parlamento vasco por Ezker Batua, pero abiertamente enfrentado a la dirección que por entonces encabezada Javier Madrazo, abandonó la organización en 2009 en la escisión que protagonizó Alternatiba.

En el debate sobre los Presupuestos que se celebró la semana pasada, Matute dejó una frase que se ha destacado en los medios más cercanos a las derechas. Para quienes recelan de su apoyo al Gobierno, el diputado dejó claro que la coalición tiene intención de dar más pasos en esta dirección, porque “hoy no acaba nada, recién empieza todo”.

 

Cerrar el paso a la derecha

En EH Bildu hacen un balance muy positivo de los pasos que han dado en los últimos tiempos. Consideran que han sido capaces de adaptar su estrategia y responder a las nuevas preguntas del siglo XXI. Entienden que, en las últimas citas electorales, han sido capaces de hacer que la mayor parte del voto joven, que ha votado por primera vez, se haya decantado por ellos. Son personas que no han vivido directamente los años en los que ETA estaba operativa y que los parámetros básicos por los que se ha movido la política vasca -y española- en las últimas décadas les son totalmente ajenos. Con esta estrategia, y con la periodista Maddalen Iriarte como candidata, la coalición abertzale ha sido la única formación que ha ganado votos en las elecciones vascas celebradas en julio, 23.000, en unos comicios con una participación muy baja.

Si hay un elemento fundamental en el papel que EH Bildu ha decidido jugar en el escenario político nacional es el de hacer todo lo posible por cerrar el paso a la derecha

Pero si hay un elemento fundamental en el papel que EH Bildu ha decidido jugar en el escenario político nacional es el de hacer todo lo posible por cerrar el paso a la derecha. Lo explicaba Aizpurua en las entrevistas concedida a este medio: “Queríamos cerrar el paso a la derecha, que es lo que hemos hechos allí donde ha sido posible. Lo hemos hecho en Navarra [donde fueron decisivos para la investidura de María Chivite y donde acaban de cerrar un acuerdo presupuestario] y en muchos ayuntamientos. En esta campaña electoral hemos dicho que, si de nosotros depende, cerraremos el paso a la derecha. Actuaremos con responsabilidad”. Aizpurua tiene claro que “la involución democrática es un riesgo” y que en España “hace falta mucha cultura antifascista”.

De momento, la víctima ‘colateral’ de la evolución de EH Bildu está siendo un PNV que ve amenazada su posición de representante vasco en Madrid. La inquietud existe entre los jeltzales -que han acusado a Aizpurua y los suyos de haberles copiado varias enmiendas a los Presupuestos- y por eso Pedro Sánchez les recordaba en el pleno de esta semana que siguen siendo “socio estratégico”. Pero en EH Bildu han decidido dejar de ser actor secundario en la política nacional.

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