Los portavoces y representantes de los distintos grupos parlamentarios analizan el comportamiento de la Unión Europea durante estos últimos meses de guerra, y la necesidad de una institución fuerte que salvaguarde la libertad y la democracia en el continente. Por otro lado, muestran su preocupación por el devenir del conflicto y por el futuro económico de España.
El país que estamos construyendo
Patxi López
Portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso
Si buscamos el denominador común del último periodo que hemos vivido encontramos que “la excepcionalidad” es la tónica que ha marcado cada una de las acciones de entidades, organismos y empresas. Nunca en un período tan breve de tiempo las sociedades se habían tenido que enfrentar a semejante sucesión de circunstancias. Después de una crisis sanitaria que llegó a parar a las economías más fuertes del mundo globalizado, nos encontramos ahora con una guerra en Europa, que nos vuelve a mostrar las debilidades de un sistema multilateral que creíamos factible.
Y es desde esta lectura, la de las consecuencias de la globalización-y la dependencia- desde la que tenemos que partir para analizar, subsanar y construir una sociedad mejor. ¿Hubiéramos afrontado la pandemia de otra forma si se fabricaran en Europa, y en España, mascarillas? ¿Afrontaríamos la guerra en Ucrania con una estrategia diferente si fuésemos energéticamente autónomos?
Durante años el liberalismo nos hizo creer que la ley de oferta y demanda, que la competición a la baja en los costes de producción o la externalización a terceros países de las cadenas de producción para reducir los costes, eran la mejor dinámica para un mercado que parecía solo crecer. Pero llegaron las dificultades, sanitarias, naturales o políticas y el sistema colapsó. Y fue solo en ese momento cuando vimos que el cinturón que realmente nos protegía era el de los bienes públicos, el Estado de Bienestar y la justicia social.
En nuestro país, tener menos dinero en la cuenta no llevó a nadie a no poder ser hospitalizado. En plena guerra, el Gobierno trabaja por proteger a los que menos tienen con los recursos públicos. Las bajadas en el coste de la luz o la gratuidad del transporte no son más que el reflejo de instrumentos del Estado para paliar con fuerza las distorsiones de un mercado, del capitalismo, que olvida que el sujeto último de consumo es una persona.
Y es a partir de aquí donde las reflexiones nos debieran arrastrar a anticiparnos a cualquier hecho que pudiera volver a generar distorsión. Y estas reflexiones son las que los socialdemócratas estamos trasladando, a través de políticas públicas que están reconstruyendo la forma en la que nos organizamos y edificamos nuestra sociedad, nuestro país.
He aquí la importancia de los PERTES, que no son otra cosa que el replanteamiento de nuestra industria, de nuestro motor económico. El Gobierno de España está construyendo un nuevo país en el que los microchips que utilizamos no tengan que venir de China, en el que nuestros coches puedan alimentarse de energía, con baterías que se construyen en la Comunidad Valenciana y se recargan gracias a la energía del viento, el hidrógeno o el sol, generadas en nuestro territorio.
En definitiva, hablamos de un nuevo modelo de sociedad, que no se hace solo, que requiere de visión a medio y largo plazo, de ideología, pero cuyos pilares no construiremos dentro de meses o años, cuyos pilares se están fraguando ya.
Somos vanguardia en Europa, estamos ya transformando nuestro modelo productivo y los ciudadanos lo van a ver reflejado en sus puestos de trabajo, en la forma en la que se mueven o consumen, en su día a día. Y todo sin olvidarnos que no todos parten con las mismas herramientas o recursos, pero que los socialdemócratas no vamos a olvidarnos de las clases trabajadoras, cuando peor lo pasan, porque además son el motor del país que estamos por trasformar.
Gobiernos sólidos frente a momentos de incertidumbre
Carlos Rojas
Secretario General del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso
En Europa vivimos tiempos de incertidumbre, en un escenario difícil y costoso, pero la fuerza de Europa es su unión y sus valores democráticos. Atravesamos momentos difíciles, donde la inflación se ha disparado y la economía aterriza en un escenario global muy delicado. Es un desafío al que Europa ha respondido con un plan de resiliencia y con fondos para estimular la economía de los países miembros.
Pero en España la situación viene siendo más complicada porque el gobierno de socialistas y comunistas no es capaz de hacer políticas efectivas que puedan hacer que la economía remonte. Que los gobiernos de la izquierda solo han servido para traer más problemas económicos a las políticas públicas es un hecho objetivo constatado en el tiempo, tanto a nivel nacional como autonómico.
El Gobierno de Sánchez está muy alejado de la realidad y del sentido del Estado, más preocupado de su futuro que en el de todos los españoles, con una estrategia de insultar constantemente a la alternativa de centro derecha que representa el PP.
Sufrimos un Ejecutivo en el que los socios no se ponen de acuerdo en muchos temas y dedican su tiempo no a resolver los problemas de los ciudadanos sino a tapar los suyos propios. La situación económica manejada por el gobierno no solo no mejora, sino que deviene en insostenible, con cifras que nos colocan a la cola de Europa en casi todo, sin que veamos propuestas creíbles que cambien el rumbo para situarnos en una senda de estabilidad, crecimiento y empleo.
Pero afortunadamente, frente a un Gobierno dividido e incompetente, los españoles cuentan con una alternativa sólida y fiable, preparada para gobernar desde ya de la mano de la UE, afrontando con eficacia los desafíos que tenemos encima y sacándonos lo antes posible de la crisis.
Todos los españoles están viendo cómo el presidente Feijóo está llevando a cabo propuestas para mejorar nuestro país, que son despreciadas por Sánchez pero que pronto podremos aplicar desde el Ejecutivo y que sacarán a España del vagón de cola para volver a situarla como se merece en la locomotora de Europa.
Los valores republicanos para reconstruir Europa y afrontar el nuevo orden geopolítico mundial
Laura Castel
Senadora por ERC y miembro de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa
¿Qué Europa construir? Desde ERC, sólo hay un camino: el pavimentado por los valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad; la construcción republicana, cuyos valores se materializan en una Europa basada en:
- La cohesión social y la reducción de las desigualdades: reduciendo las dependencias frente a grandes lobbies. Que acción institucional y movilización social vayan de la mano para crear espacios de soberanía cultural, social y económica.
- El reforzamiento democrático, los derechos y las libertades que incluya, sin ambages, el derecho a la autodeterminación de todos los pueblos.
- El fortalecimiento económico y productivo: trabajo digno, salario digno, contribución al bien común.
- La consolidación de la Europa federal, de los estados Unidos de Europa, que incluya la república catalana. Una Europa políticamente vertebrada, compleja y plural, capaz de superar la fragmentación y las desigualdades dejando de lado los intereses del gran capital. Una Comisión europea como un auténtico ejecutivo libre de las cuotas estatales y responsable ante el Parlamento Europeo.
El edificio republicano pasa por la Cataluña-república, frente a los retos globales de desarrollo humano; que sea referente en el Mediterráneo en la resolución de conflictos. Dispuestos a asumir los debates de los conflictos mediterráneos en los organismos internacionales presentes en nuestro territorio, en centros de estudio y espacios de debate y promoción de los derechos humanos y de las políticas de paz en el ámbito local.
Cataluña ha de contribuir a la construcción de un nuevo paradigma de seguridad más global y multidimensional que la simple defensa militar, que incorpore agendas de paz, seguridad, desarme y desnuclearización. Construir un sistema de defensa y seguridad civil proporcional a las amenazas y peligros reales, garantía de valores democráticos que aseguren la libertad y la justicia. Un sistema de inteligencia, información y anticipación que analice las amenazas y causas de la violencia, que trabaje para erradicarlas. Así como una agenda de cooperación para la seguridad europea y mundial, a partir de la participación activa en organizaciones multilaterales no militares para contribuir a la solución pacífica, dialogada, justa y prolongada de los conflictos violentos. Una república para apoyar los procesos inclusivos de diálogo, de negociación y de paz, proteger y defender los derechos humanos y el derecho humanitario internacional.
Más Europa que nunca
Mari Carmen Martínez
Portavoz de Asuntos Exteriores del Grupo Parlamentario de Ciudadanos en el Congreso
La invasión de Ucrania ha sido una clara llamada de atención para todos los demócratas del mundo. Cuando pensábamos que las hostilidades entre países soberanos era cosa de un pasado que empezaba a ser lejano, la tiranía de Putin ha llamado a la puerta de Europa para provocar un seísmo con innumerables consecuencias.
Ante la gravedad de esta situación, cabe recordar que los liberales fuimos los primeros en poner sobre la mesa propuestas para hacer frente a la agresión rusa contra Ucrania, presentando una iniciativa el mismo 24 de febrero tras una reunión de urgencia con los representantes de la Embajada de Ucrania en Madrid. En ella, ya pedíamos algunas de las medidas que, poco a poco –y, en el caso del Gobierno, a regañadientes– iban adoptando la Unión Europea y el resto de países aliados.
Con un socio de gobierno como Podemos, incitando al incumplimiento de nuestros compromisos internacionales, los liberales desde el inicio del conflicto evidenciamos la necesidad de acciones como imponer sanciones a los oligarcas que apoyan la tiranía de Vladimir Putin, la urgencia de acabar con las compras de petróleo y gas ruso, o la idoneidad de aportar equipamiento militar y apoyo logístico a las fuerzas ucranianas.
No cabía tomar otra posición ante un pueblo, el ucraniano, que decidió hace tiempo que su futuro estaba en la Unión Europea, donde impera el Estado de Derecho y la libertad, y no en brazos de la tiranía que encarna Vladimir Putin. Esa lucha por la libertad y por los valores europeos resuena en lo más profundo de nuestra ideología, y por eso el partido del presidente Zelenski, que ha sido toda una inspiración para la resistencia frente al invasor, forma hoy parte de la familia liberal europea.
Los últimos acontecimientos demuestran, sin embargo, que no podemos caer en el triunfalismo. Las tropas ucranianas han hecho un gran avance en la contraofensiva y, gracias al equipamiento y el armamento europeo y estadounidense, han conseguido recuperar territorios que habían estado ocupados por fuerzas rusas desde 2014. Pese a ello, la debilidad rusa ha llevado a Vladimir Putin a forzar varios referéndums de independencia totalmente ilegales y fraudulentos en algunos de los territorios ocupados, intentando justificar así una movilización parcial de tropas en Rusia que pueda intentar dar la vuelta a las perspectivas militares de su campaña de invasión. Los demócratas no debemos cejar en nuestra posición, y ahora más si cabe es importante que sigamos al lado de los ucranianos en su resistencia y en su lucha por la libertad.
Tras más de doscientos días de invasión en Ucrania, podemos extraer algunas conclusiones: en primer lugar, que el régimen de Putin no es invencible ni cuenta con el apoyo férreo del pueblo ruso. Ya estamos siendo testigos de esta debilidad y las repercusiones internas y externas que está teniendo. Y, en segundo lugar, que el decisivo papel que la Unión Europea está desarrollando en la defensa de la democracia y la libertad fundamenta, más que nunca, su razón de ser. Y así lo seguiremos defendiendo los liberales: ahora, más Europa que nunca.
Retos para Europa: visión estratégica, audacia y políticas multinivel
Idoia Sagastizabal
Portavoz de Economía, Hacienda y Transición Ecológica del Grupo Parlamentario Vasco en el Congreso
En pleno proceso de recuperación tras la sacudida que produjo la Covid-19 en términos de pérdida de vidas, de jaque al sistema sanitario y de crisis económica, el orden geopolítico ha dado un giro radical con la invasión rusa de Ucrania del pasado 24 de febrero. Europa se enfrenta a un reto mayúsculo en un momento crucial y de fragilidad económica y política.
Tiempos, pues, de incertidumbre que nos permiten mirar atrás y replantearnos decisiones pasadas. Pero también para mirar hacia delante e identificar nuevas oportunidades. Es momento de sumar esfuerzos, de construir valor sobre las capacidades propias y, en colaboración con otros actores, de apostar por un proyecto europeo que pasa por más Europa. Una Europa que recupere la autonomía estratégica para construir una soberanía energética, tecnológica e industrial y pueda posicionarse como un actor central en la geopolítica actual, refuerce la cooperación como elemento clave para la mejora de la competitividad y sea garante de una sociedad más justa e igualitaria. Una Europa que cuente con su propia tecnología en cuanto a los sectores considerados estratégicos y donde la ciencia y la investigación van a jugar un papel fundamental. Y es en este campo donde entra en juego el papel local que tiene cada país para poner en marcha proyectos capaces de convertir la investigación y la innovación en oportunidades de mercado, en industrias innovadoras de base tecnológica capaces de conseguir productos más avanzados y soluciones más sofisticadas. En definitiva, para transformar el modelo productivo y, por tanto, el modelo económico.
Europa, enmendándose a sí misma, está jugando un papel importante a través de la política monetaria y la reformulación de las reglas fiscales de cara a facilitar las inversiones público-privadas necesarias para desarrollar tecnologías imprescindibles dirigidas a alcanzar la soberanía estratégica a la que me he referido y, a su vez, asegurar la sostenibilidad de las finanzas públicas que permitan a los Gobiernos de todos los niveles administrativos garantizar el bienestar de sus sociedades.
En este contexto de incertidumbre y recomposición, España tiene una nueva oportunidad para posicionarse con proyectos tractores a través de los fondos Next, pero eso exige disponer de una estrategia de país a largo plazo con políticas públicas audaces y de consenso basadas en la gobernanza multinivel tanto para su diseño como para su ejecución. Máxime en un modelo de Estado autonómico, con competencias propias y compartidas entre Estado y CC.AA. En definitiva, visión estratégica, rigor, esfuerzo y políticas multinivel.
Quién gana y quién pierde
Mertxe Aizpurua
Portavoz del Grupo Parlamentario de EH Bildu en el Congreso
En estos últimos meses de guerra a las puertas de Europa, el inconsciente me ha llevado en más de una ocasión a la divisoria de aguas cantábrico-mediterránea que se levanta en los montes de mi país. La divisoria sigue la línea de cumbres del Pirineo axial, en sentido general este-oeste. De allí las aguas fluyen hacia un lado u otro desde tiempos inmemoriales.
La guerra de Ucrania es la divisoria actual. La divisoria de un mundo diferente, que ya nunca será el mismo. Diferente y no, lamentablemente, mejor.
Quizá no estaría de más volver a las divisorias básicas para entender el mundo. Las que siempre han servido para dotarnos de una percepción sobre el cómo y el porqué de las cosas. Quién gana y quién pierde, en definitiva.
Es obvio que ha sido Rusia quien ha invadido Ucrania. Censurable, criticable y denostable hecho. La invasión de otro país es indefendible. Siempre. Pero a partir de ahí comienza el baile de reacciones y la valoración de cómo se debía haber articulado una respuesta que fuese eficaz y que no nos pusiera al mundo ante la amenaza que ya se cierne sobre todos.
Las decisiones no son inocuas y el hecho de apostar por la respuesta militar en exclusiva tiene sus consecuencias. EEUU ha utilizado el conflicto para impulsar una recomposición del bloque occidental, subordinando a sus aliados europeos desde el punto de vista político y militar. En esa dicotomía de quién gana y quién pierde, creo que no es aventurado decir que, por ahora, EEUU ha ganado ya.
La Unión Europea ha dado la imagen de un ente débil y endeble. Se ha convertido en el brazo político de la OTAN y su autonomía, su valor intrínseco, ha menguado hasta niveles que no podríamos haber imaginado hace unos meses. Sin signos de poder, con manifiesta incapacidad para hacer valer una posición, la UE ha perdido en esta contienda.
El mundo ya no es el que era en esta guerra en el que se ha impuesto la mecánica belicista y el diálogo, la presión diplomática y los intentos de sortear consecuencias peores han brillado por su ausencia. Ha ganado la escalada militar, un complejo militar e industrial que concentra ahora más poder y, además, condiciona la política mundial. La que nos afecta a todos, ocupemos el lugar que ocupemos en este mundo globalizado.
Las sanciones económicas a Rusia han tenido graves efectos colaterales. Y aunque todavía está por ver cómo evoluciona la respuesta contra la guerra que se ha desatado en el país gobernado por Putin, lo cierto es que el proceso inflacionario que se ha desatado está dañando a Europa. Europa, su ciudadanía, pierde.
Es difícil y arriesgado saber qué nos deparará el futuro. Lo que sí parece claro es que Europa ha caído en una trampa y habrá que enfrentarse a problemas graves que marcarán el horizonte, a corto plazo y a largo plazo.
La recesión, el paro, la crisis financiera son efectos también de esta guerra que ha sido calificada como de “tormenta perfecta”. La pregunta, básica, es cómo ha podido suceder que en lugar de buscar soluciones en base a la presión diplomática, al diálogo, se haya llegado a aceptar una estrategia fundamentalmente belicista que perjudica a la población europea.
Velocidad de vértigo. La Europa de 2020 ya no existe. Los centros de poder se han modificado. Tampoco existe el Estado español tal y como se concebía antes de ayer.
Y en esta tesitura de quién gana y quién pierde, la peor paradoja es saber que si Ucrania, por sí misma, no puede ganar, es aún más cierto que Rusia no puede perder, con todo lo que ello supone.
Por poner un elemento de positivismo, os diré que la divisoria de las aguas cantábrico-mediterráneas sigue ahí, tal y como ha estado a través de los tiempos. Nunca es tarde para cambiar el futuro.
Nuestro futuro
Sergi Miquel
Diputado del PDeCAT en el Congreso
Empiezo a escribir estas lineas a pocas horas de la que ha sido la primera gran victoria de la extrema derecha en el viejo continente. Si bien es verdad que en Italia se aman y se despachan lideres políticos con total facilidad esta victoria me resulta doblemente dolorosa. En primer lugar – la más personal- por la admiración que tengo hacia este país, su cultura y su gente. En segundo lugar, por lo que representa para Europa y para el mundo que Meloni tenga una silla en puestos de responsabilidad empezando por el Grupo de los siete.
La situación en Europa -y en occidente en general- ha dado un vuelco que debemos empezar a revertir si no queremos repetir patrones que ya conocemos y volver a leer libros que ya hemos leído. Las consecuencias de la guerra en Ucrania se hacen evidentes en muchos espacios incluso a escala planetaria. Nuestros hogares ven como la inflación y el elevado coste de la electricidad -entre otros- complica cada vez más llegar a finales de mes con facilidad y fruto de la desesperación a la que lleva esta situación el auge de la extrema derecha y de los populismos en general es una amenaza real.
Hemos visto como en España VOX ha ido ganando terreno en los parlamentos y en los ejecutivos. Todo empezó con un tímido apoyo a un gobierno autonómico del Partido Popular, que siguió con otro gobierno compartido entre estos dos partidos y debemos preguntarnos que nos espera después de las siguientes elecciones generales.
El drama de la guerra ha tenido alguna respuesta inesperada dentro y fuera de casa que merece ser valorada. A los millenials, los de mi generación, la OTAN nos parecía algo lejano y poco práctico en nuestro día a día. Los más nostálgicos recordaban la batalla para evitar que España se incorporará a la OTAN- que ellos no habrían librado por motivos evidentes y los más fanáticos de lo militar lo seguían con morbo por un interés poco habitual. Sin embargo, para la mayoría de los de mi generación la OTAN era un organismo sin importancia que no valoraban demasiado como pasa con la mayoría de cosas que nos permiten vivir la vida que vivimos, véase la democracia, el capitalismo o la Unión Europea… Sin embargo, la amenaza de Putin ha despertado en muchos una necesidad de reforzar la OTAN con la incorporación de nuevos países que es una forma clara de defender muchos valores compartidos que nos definen a nosotros. Seguramente habíamos prestado tan poca atención últimamente a lo que somos que hemos necesitado una amenaza exterior para recordar que si como civilización queremos ser la punta de lanza en la defensa de derechos humanos, libertades y democracias no podemos relajarnos. Este es el peso de la responsabilidad. Y en este mismo sentido, en casa, tendremos que saber conjugar muy bien cosas que no son nada fáciles de conjugar: un respeto a las reglas del juego democrático con la extrema derecha, dar respuesta a las necesidades de nuestros ciudadanos para evitar un auge de los fanatismos y defender occidente y Europa sin que esto termine con una escalada militar con más muertes y más sufrimiento. Todo pende de un hilo, pero está en nuestras manos que esta historia tenga un buen final.
Soltando lastre
Pablo Cambronero
Diputado en el Congreso
Vivimos tiempos difíciles. El suelo que creíamos inamovible ahora tiembla bajo nuestros pies y no podemos hacerlo parar. Tras sufrir una pandemia global cuyo origen aún no está claramente definido, y que ha mostrado la vulnerabilidad de los Gobiernos a la hora de afrontar una crisis de este calado, ahora afrontamos una ocupación bélica de uno de los países que se acercaba a Europa.
Vivimos con preocupante normalidad la amenaza del uso de armas nucleares anunciado por una potencia nuclear y las economías muestran sus debilidades ante la interdependencia global (sobre todo energética) de la que antes nos enorgullecíamos, y que hoy debemos cuestionar.
Cada apocalipsis supone necesariamente una oportunidad de renacer y corregir lo que ha demostrado ser ineficaz, por ello deberíamos estar seriamente pensando en prepararnos para la siguiente crisis y no lo estamos haciendo.
Además, en España tenemos un lastre muy pesado. La izquierda, que para colmo de males ha tenido que lidiar con estas crisis estando al frente del Ejecutivo y por ello hemos sido uno de los países que peor han gestionado estas, continúa intentando imponer unos mantras que la realidad ha demostrado inútiles o hasta contraproducentes. Han ejecutado políticas de destrucción de medios de producción energética viables y eficaces como la energía nuclear, a pesar incluso de que la propia Unión Europea cambió el rumbo para considerar como “verde” esta energía, sumiendo a nuestro país en una dependencia total de la energía originada en otros países. Hoy se especula con la energía, y los dependientes sufren.
Para colmo de la torpeza, debido a nuestra posición geográfica estratégica, teníamos un buen acuerdo de suministro de gas con Argelia que el Gobierno ha hecho saltar por los aires con su nefasta política exterior.
A pesar de este Gobierno, tenemos como país con recursos propios una oportunidad histórica para superar los mantras absurdos que empobrecen a la población y apostar por construir una Europa más independiente, capaz de autoabastecerse energéticamente y que desarrolle políticas de futuro que exijan a los Gobiernos administraciones eficaces y responsabilidad por cada Euro público invertido en sus propietarios: los ciudadanos.