Ignacio Vasallo
En toda la obra de la pintora vasca Sofía Gandarias, fallecida prematuramente hace cinco años, la historia que cuentan sus cuadros es, en general, casi tan importante como la pintura misma. Las menciones literarias y musicales ayudan a interpretar una obra amplia y culturalmente universal.
Si buscáramos al artista que más influyó en su obra, al margen del siempre citado Velázquez, saltaría inmediatamente el nombre del surrealista belga Paul Delvaux, que también tuvo su época hiperrrealista.
Parece como si esta exposición estuviera a él dedicada, pues los cuadros se pintan entre 1995 –un año después de la muerte del pintor, casi centenario– y 1998, en plena etapa bruselense de Sofía.
La magnífica muestra está dividida en dos partes, la primera dedicada a algunas monedas del mundo no europeo y la segunda a las europeas, la mayor parte de las cuales terminaron integrándose en el euro, al euro mismo y a la fiesta del décimo aniversario en la que se juntan las monedas hermanadas frente a un collage con el inicio de la Oda a la Alegría Freude, Schöne Göterfunken (alegría, hermoso destello de los Dioses), y un billete de 10 euros, pintura realizada en 2009.
Cada moneda está representada por uno o varios animales y un texto alusivo. Se incluye un collage con el billete correspondiente.
El águila del dólar, los carneros de la libra esterlina, el cocodrilo con sombrero del franco suizo o los dos alces con frac de la corona sueca son fáciles de identificar. En otros casos es el texto el que nos ilustra: el león del franco luxemburgués que reposa sobre la frase “adoro bancos, sociedades…” o el “Non e gran peccato si rubi allo stato” bajo el ave rapaz con capelo cardenalicio de la extinta lira italiana.
A nuestra peseta la representa un águila imperial con sombrero cordobés –no son necesarias más explicaciones–.
En total, veintitrés cuadros de tamaño medio, en general 100 cm. por 80 cm., excepto el del décimo aniversario, de 130 cm. por 163 cm.
La exposición, además de gratificante culturalmente, es divertida y de recorrido ligero, algo tan necesario en estos tiempos y, también importante, fácil de acceder pues son salas abiertas a la calle sin necesidad de entrar en el conocido edificio de la calle del Prado. Y no se olviden de recoger el bello catálogo, que además es gratuito.