Virginia Miranda.
Isabel Díaz Ayuso es el PP. Es la presidenta de la autonomía por donde todo pasa, es la primera línea de oposición al Gobierno y es el ejemplo de lo que haría Pablo Casado si gobernase España. Por eso y por sus errores de gestión y comunicación ha hecho saltar las alarmas en un partido donde sus polémicas ocupan y preocupan más allá de los despachos de la Real Casa de Correos. Con la incidencia del Covid en Madrid disparada, el refuerzo de la atención primaria y el rastreo pendiente y una imagen de descoordinación generalizada, el Ejecutivo regional se ha convertido en un artefacto explosivo en el tejado de Génova, 13, donde esperan poder desactivarlo antes de que un nuevo incendio asole la sede de una formación que no gana para sorpresas pirotécnicas.
Los presidentes de la Comunidad de Madrid han sido, los últimos 25 años, actores principales de la política española. Casi todos, con aspiraciones de subir de la primera a la séptima planta de Génova, 13, dando el salto del PP de Madrid al despacho de la presidencia del partido.
No es el caso de Isabel Díaz Ayuso, cuya investidura a mediados de agosto del pasado año fue posible gracias a un pacto del PP con Ciudadanos y Vox y, sobre todo, a Pablo Casado. Amigos desde que ambos militaran en las Nuevas Generaciones del PP de Madrid, son discípulos de Esperanza Aguirre y comparten una misma concepción de la política. Por eso y porque la baronesa madrileña no se sale del guion, el líder popular no va a dejar de protegerla como acabara haciendo con Cayetana Álvarez de Toledo, con quien también comparte padrino político –José María Aznar– pero con quien difiere sobre su concepción de la disciplina de partido.
En el partido resuenan las voces críticas que, desde hace semanas, filtran su profundo malestar por los errores del referente de gestión de Casado
A pesar de que Casado siempre ha defendido a Ayuso, presidenta autonómica que nunca se ha visto tentada por las apelaciones a la moderación de otros barones regionales del PP, en el partido resuenan las voces críticas que, desde hace semanas, filtran su profundo malestar con los errores protagonizados por el que sin duda es el referente de gestión del líder de los conservadores.
Porque en Madrid descansa su mayor poder territorial y porque así lo dijo el propio Casado en pleno confinamiento y escalada verbal contra el estado de alarma. Lo que hace Ayuso “es lo que haríamos a nivel nacional”, aseguraba el 2 de mayo, día de la Comunidad de Madrid.
Alud de despropósitos
Ya no compromete su destino al de la lideresa regional, pero la sigue defendiendo. No le queda otra. El pasado viernes día 18, horas antes de que la presidenta madrileña anunciara el confinamiento de 37 áreas sanitarias en una rueda que sufrió dos retrasos, el líder conservador aprovechaba su intervención en la clausura de unas jornadas de FAES para decir que Pedro Sánchez es un “ejemplo de cobardía, irresponsabilidad y deslealtad que no se ha visto en ningún otro país”, acusándole de ser quien “peor” está gestionando la pandemia sanitaria situándose “a la cola de todo el mundo”.

Palabras gruesas y altisonantes para tratar de contrarrestar el chaparrón que le estaba cayendo a Díaz Ayuso quien, desde comienzos de esa semana, había protagonizado un claro ejemplo de fiasco en su gestión a raíz del anuncio de su viceconsejero de Sanidad, Antonio Ruiz Zapatero, sobre confinamientos selectivos, que constó de una suspensión inédita de la rueda de prensa posterior al Consejo de Gobierno, una maniobra frustrada para que el alto cargo grabara un vídeo matizando sus declaraciones, un absoluto desconcierto entre la ciudadanía y una posterior confirmación de las medidas que dos días antes apuntó el viceconsejero de Salud Pública y Plan Covid-19 de la Comunidad de Madrid.
Eso sí, nada de confinamientos totales ni de estado de alarma. Según la presidenta, sería “la muerte” para la región. O la claudicación del PP ante las medidas de Pedo Sánchez. Y eso sería la muerte del partido de Casado.
La presidenta pisa el freno
Para entonces, los ejecutivos autonómico y central trabajaban ya en la cita que este pasado lunes reunió a Isabel Díaz Ayuso y a Pedro Sánchez en la Real Casa de Correos. Miguel Ángel Rodríguez e Iván Redondo, jefes de gabinete de ambos presidentes, midieron al milímetro la puesta en escena y los discursos. Un alto el fuego en toda regla que, hasta nueva orden, rebaja el papel que la baronesa madrileña viene desempeñando desde su investidura y, particularmente, desde el comienzo de la pandemia, como líder de facto de la oposición al Gobierno progresista de PSOE y Unidas Podemos.
Con el reparto de responsabilidades y la aparición de nuevos actores frente al Covid, se rebaja la atención sobre la presidenta regional
Porque el encuentro entre Sánchez y Ayuso no cristalizó en la adopción de medidas pero sí en la creación del denominado Grupo Covid-19, del que forman parte los ministros de Sanidad y Política Territorial y Función Pública, Salvador Illa y Carolina Darias, y el vicepresidente y el consejero de Sanidad de Madrid, Ignacio Aguado y Enrique Ruiz Escudero. Es decir, Moncloa y la Puerta del Sol han firmado un pacto de no agresión que a ambos conviene y eso, con el reparto de responsabilidades y la aparición de nuevos actores, rebaja la atención sobre Isabel Díaz Ayuso, que empieza a quemarse políticamente y a comprometer la capacidad ignífuga de Casado.
El siguiente paso es la designación de un portavoz de carácter técnico para informar sobre la situación epidemiológica y asistencial por coronavirus en la Comunidad de Madrid que, como adelantó la cadena Ser, habrá de hacer las veces de Fernando Simón en la región para evitar la sobreexposición de su presidenta y, por ende, para tratar de contener la acumulación de errores que empiezan a apuntarse peligrosamente en el debe de Casado.

La propia baronesa autonómica ha de empezar a mirar por sí misma, con un congreso regional a la vuelta de la esquina –debería celebrarse a principios de 2021– y otros favoritos para liderar el PP de Madrid, como su secretaria general, Ana Camins, o el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, dirigente en alza dentro del partido que, preguntado por su posible candidatura, dice estar fuera de esa competición.
¿Demasiado tarde?
A pesar del discurso de Sánchez, quien repitió una y otra vez que acudía a la sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid para ayudar y no para tutelar, en Moncloa están casi tan preocupados como en Génova por la gestión de Ayuso. En el PP, porque está dañando la imagen de Casado. En el Ejecutivo central, porque la incidencia del Covid se les ha ido de las manos.
“Vienen semanas duras en Madrid. Hay que actuar con determinación”, decía Salvador Illa el jueves, un día antes de que el Gobierno regional ampliara las restricciones a más áreas sanitarias sin que estén acompañadas de medidas más contundentes como reclama la comunidad científica y médica.
De hecho, este puede ser el principio del fin de la colaboración de Moncloa con el Gobierno regional; el viceconsejero Ruiz Zapatero no había terminado la rueda de prensa donde anunciaba la limitación de la movilidad en ocho áreas más cuando el ministro de Sanidad aparecía en una comparecencia inesperada en Moncloa visibilizando el desacuerdo entre Administraciones y recomendando a toda la ciudadanía madrileña que evite desplazamientos innecesarios porque, según los criterios de su departamento, las medidas han de ser más restrictivas y extenderse a toda la región.
Al PP le preocupa que dañe la imagen de Casado y a Moncloa, que la incidencia del Covid se le ha ido de las manos
Mientras virólogos y epidemiólogos insisten en la importancia de la labor de rastreo y en el refuerzo de la atención primaria al tiempo que la capacidad de las UCIs está seriamente comprometida por la intensidad de la segunda ola del Covid, el socio de Ayuso y líder de Ciudadanos en la región, Ignacio Aguado, presenta dispensadores de gel hidroalcohólico en el metro seis meses después del inicio de la pandemia y pide militares, policías y guardias civiles para que se encarguen del control de las cuarentenas y las sanciones desoyendo a la oposición, que trabaja en una moción de censura impulsada por Más Madrid y secundada por Unidas Podemos desde el pesimismo porque, como reconoce su líder, Isa Serra, sólo podría prosperar con la concurrencia de la formación naranja. Razón por otra parte esgrimida por el portavoz socialista, Ángel Gabilondo, para ni siquiera intentar tomar la iniciativa contra Ayuso.
Un año perdido
La negativa de Cs a participar de una alternativa de Gobierno ha dado un respiro a Ayuso, pero eso y el apoyo de Casado –condicionado ahora a que se aleje por un tiempo indeterminado de los focos– es lo poco a lo que puede aferrarse. Ni siquiera las tiene todas consigo con Aguado, que acostumbra a desmarcarse de la presidenta y a dejar que sus diferencias lleguen a los medios cuando ella se enreda en cuestiones como las de los hospitales medicalizados o las residencias de mayores.
Por otra parte y tras un año y más de un mes de mandato, la baronesa madrileña no ha visto aprobada ninguna proposición legislativa y ni siquiera ha podido sacar adelante unos Presupuestos, estrangulada por la exigencia de Vox a que reduzca el número de consejerías si quiere contar con sus doce votos.
Como todo lo que pasa en Madrid, estos contratiempos son también contratiempos para Génova, que no encuentra éxitos en los que verse reflejada. Lo que hace Ayuso “es lo que haríamos a nivel nacional”, decía Pablo Casado hace cinco meses. Pero Ayuso no tiene resultados que ofrecerle. Y esas palabras le pesan ahora como una losa al líder del PP.