
Tribuna/ Carles Campuzano.
El respeto y la mutua admiración ha caracterizado siempre las relaciones entre el nacionalismo vasco y el catalán. Pero también se han mirado de reojo y han tenido estrategias y opciones distintas e incluso contrapuestas a lo largo de los años. Y no siempre han trabajado de manera conjunta. Y es que las realidades nacionales de Euskadi y Catalunya son distintas y sus intereses no siempre coincidentes . Ahora bien, en lo esencial sí que comparten ideales y valores: Catalunya y Euskadi son naciones, que tienen el derecho a decidir su futuro y que aspiran al máximo autogobierno y a la máxima soberanía posibles para sus pueblos en el contexto de la Union Europea. Galeuscat, promovida durante la primera década de los 2000, por CiU, el PNV y el BNG, fue, seguramente, la ultima gran iniciativa de los nacionalismos vasco y catalán, y también el gallego, de formular una propuesta conjunta de transformación del Estado en clave plurinacional. Aquello, por razones distintas, terminó apagándose.
El dinamismo de la economía vasca, la apuesta por la industria y el empleo de calidad , el desarrollo de un solido y eficaz Estado del Bienestar, seguramente con las políticas sociales más avanzadas del Estado español, permiten afirmar, además, que el PNV es un buen ejemplo de buen gobierno.
Cuando escribo estas lineas todavía no sabemos los resultados electorales del Pais Vaso, y tampoco de Galicia, pero todo apuntaba, en el caso de Euskadi, un nuevo gran triunfo del PNV, consolidando su hegemonía política. El PNV continuará gobernado en el Pais Vasco, mantendrá su eficaz papel decisivo en la política española, preside las poderosas diputaciones forales, ostenta las alcaldías de las capitales de su país, forma parte de la coalición de Gobierno de Navarra y ejerce un gran influencia institucional en Iparralde, el territorio de Euskalherria en Francia. Admirable y envidiable realidad. Especialmente desde Catalunya, donde desde los hechos de octubre del 2017, el independentismo catalán vive entre la perplejidad , la frustración y el desconcierto y la incapacidad de compartir un mínimo diagnostico de lo ocurrido durante los últimos años por todos aquellos que hemos participado de anhelos y aspiraciones comunes . Y claro, todo ello acompañado de un fuerte deterioro de la gobernabilidad del país y un desgaste de las instituciones catalanas no menor.
Visto desde la distancia, el dinamismo de la economía vasca, la apuesta por la industria y el empleo de calidad , el desarrollo de un solido y eficaz Estado del Bienestar, seguramente con las políticas sociales más avanzadas del Estado español, permiten afirmar, además, que el PNV es un buen ejemplo de buen gobierno. El fin de la violencia de ETA, por supuesto , y ésta es una cuestión central, está permitiendo a los vascos, seguro que con dolor y sentimientos contrapuestos, cerrar lo peor y más trágico de su ultima historia.
Hoy una parte de la sociedad catalana mira a Euskadi y al PNV como modelo a tener en cuenta. Y es verdad que las situaciones y las realidades no se pueden comparar. El concierto hace que en la practica el Pais Vasco tenga una dependencia de las decisiones de Madrid que nunca ha tenido el Govern de Catalunya. Y el cupo acordado entre Madrid y Vitoria permite desarrollar políticas industriales y sociales bien dotadas y solidas.
Pero es cierto también que los actuales dirigentes del PNV siempre han tenido claro aquello que es esencial y no accesorio, han optado por la profesionalidad y el rigor, huyendo del voluntarismo y el amateurismo y han actuado en sus grandes estrategias bajo el principio que si bien las aspiraciones son infinitas, las capacidades son limitadas. Y es que no se trate de poner limites a las ambiciones y aspiraciones nacionales de un país sino de manera gradual y acompasada acompañar a la sociedad en el camino hacia más libertad y progreso.
Licenciado en Derecho, trabajó entre 1986 y 1992 en el Departament de la Presidencia de la Generalitat de Catalunya. Ha sido secretario general (1989-1994) y presidente (1994-1996) de la Joventut Nacionalista de Catalunya, concejal del Ayuntamiento de Vilanova i la Geltrú (1987-1991), diputado en el Parlament de Catalunya (1992-1995) y diputado en el Congreso desde 1996 hasta 2019, además de miembro del Consell Nacional de Convergència Democrática de Catalunya hasta que se refundó en el Partit Demòcrata Europeu Català (PdeCat), del que ha sido portavoz en el Congreso hasta las elecciones del 28-A.