Vox se hace fuerte PP mediante. Acaba de apoyar los primeros Presupuestos de Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado ya se deja ver con sus líderes en las manifestaciones para desgastar al Gobierno. Sin cambiar ni una coma de sus postulados ultra, que han impedido sendas declaraciones institucionales contra la violencia machista y con motivo del día contra el sida. El que se ha movido es el PP. El mismo que hace poco más de un año derribó los puentes con la ultraderecha en el famoso discurso del presidente popular durante la moción de censura a Pedro Sánchez, empieza a discurrir por los mismos senderos en busca de un atajo hacia La Moncloa. Las encuestas no prevén que los populares vayan a recuperar a sus votantes en las generales pero auguran que, si liman asperezas con los de Abascal, tal vez toquen poder. Y ya han empezado a hacerlo.
10 de febrero de 2019. Las tres derechas coinciden en una manifestación en la madrileña Plaza de Colón contra lo que denominan cesiones del Gobierno socialista ante las exigencias independentistas. Albert Rivera, entonces líder de Ciudadanos, trató de no aparecer en la misma foto que Santiago Abascal situándose lo más lejos posible, pero el gran angular permitió un encuadre que le persiguió hasta su dimisión y que ha acabado laminando a un partido que aquel día renunciaba definitivamente al centro.
Al PP no pareció pesarle tanto aquella imagen. Pero lo hizo. Dos meses después de haber ‘naturalizado’ la irrupción de la ultraderecha en el Parlamento andaluz tras las elecciones del 2-D con el pacto para la investidura de Juan Manuel Moreno Bonilla, su nuevo socio le arrebataba 24 escaños en las generales de abril que, tras la repetición de noviembre, se multiplicaban hasta los 52. Antes del 10-N, en las autonómicas y municipales de mayo, tenía que volver a acordar con la ultraderecha los gobiernos del PP en Murcia, la Comunidad de Madrid y ciudades como la capital española, donde el líder de Vox es el secretario general de la formación y diputado en el Congreso.
La alternativa a Sánchez pasa por que Casado endurezca el discurso y pacte con la ultraderecha
Aún no había logrado recuperar al electorado desencantado que se marchó a Ciudadanos por culpa de la corrupción y a Casado le salía un nuevo adversario, el más resistente de todos a su recurrente apelación al voto útil que permitiera sacar a las fuerzas progresistas de La Moncloa.
El líder del PP ha probado con todas las estrategias posibles para desmoralizar a su más directo competidor, incluso con el desprecio parlamentario; Santiago Abascal quiso echarle un pulso en la moción de censura a Pedro Sánchez en octubre de 2020 y el jefe de la oposición pronunció uno de sus discursos más importantes coronándose entre los analistas políticos –bien es verdad que desde posiciones de izquierda– como un líder de la derecha europea.
La hoja de ruta
De aquellas palabras –“No queremos ser como ustedes”– a situarse detrás de la misma pancarta y el mismo mensaje en las manifestaciones contra el Gobierno ha habido unas autonómicas, las de Madrid, que obligaron a cambiar de nuevo el mensaje.
Isabel Díaz Ayuso es la candidata favorita de los votantes de Vox y la gran triunfadora del PP. Más que Alberto Núñez Feijóo, a quien le bastó mantenerse como estaba en su última cita con las urnas. En cambio la presidenta madrileña, en dos años, pasó de los 30 a los 65 escaños, desembarazándose de Cs y necesitando tan solo cuatro votos de los 13 de Vox para sacar sus leyes adelante.

A diferencia del resto de barones populares, la mayoría alineados con el grupo de los denominados moderados, la jefa del Ejecutivo autonómico mantiene un discurso duro contra las políticas del Gobierno de coalición y eso le ha permitido resistir el envite del partido de Santiago Abascal. También ha hecho posible que la dirigente regional consiguiera cerrar esta semana el apoyo de la ultraderecha a sus Presupuestos, los primeros que logra sacar adelante después de que la moción de censura en Murcia y el adelanto electoral en Madrid pospusiera el acuerdo que ya había alcanzado con Rocío Monasterio el pasado mes de marzo.
El pacto ahora alcanzado y rubricado por la líder de Vox en la región y el consejero de Hacienda, Javier Fernández-Lasquetty, tiene trece puntos. Entre otros, el que prevé auditar los servicios y subvenciones a los centros de “menas”, los menores extranjeros no acompañados que la ultraderecha insiste en llamar con el acrónimo para deshumanizarlos, o el que anuncia que la Comunidad de Madrid se personará en acciones judiciales en casos de “ocupación” y ante “infracciones administrativas o penales provocadas por grupos organizados (bandas latinas) o individuos”.
El caso madrileño se ha convertido en una hoja de ruta para Génova. Eso y las encuestas; las más favorables para la derecha predicen que Pablo Casado podría gobernar con el apoyo de Vox, una formación a la que no consigue ganar terreno y menos desde que la pugna con Isabel Díaz Ayuso ha frenado el ascenso del líder conservador en los sondeos.
Tras la pancarta
Ayuso marcó la pauta en la campaña del 4-M y en el reciente acuerdo de Presupuestos
Tras la mala experiencia de la foto de Colón, el jefe de las filas populares había evitado que volviera a repetirse la incómoda instantánea. Hasta la reciente manifestación convocada por asociaciones de policía y guardia civil contra la reforma de la ley de seguridad ciudadana, la conocida como ley mordaza. A cierta distancia pero ambos tras la misma pancarta se situaron Abascal y Casado, a quien se ve, en unas imágenes de televisión, estrechar la mano del número dos de Vox y su líder en el Ayuntamiento de Madrid, Javier Ortega Smith.
Otros son los escenarios en los que volverán a encontrarse. Ambos se han subido al carro de las protestas de policías, agricultores y ganaderos y transportistas, pero también de funcionarios de Justicia o de trabajadores del sector del automóvil. Ambos líderes quieren participar del desgaste al Gobierno y rentabilizar el descontento de estos sectores profesionales y empresariales.
El presidente del PP espera, particularmente, recuperar el apoyo rural. Las últimas semanas se han multiplicado sus apariciones en un terreno que los conservadores dominaban hasta la llegada de Vox. Los populares necesitan recuperar este espacio y evitar que la entrada de la plataforma España Vaciada le haga otro roto en el grupo parlamentario.
Casado se está disputando con Abascal el mismo espectro electoral y eso le obliga a compartir mensaje y objetivos, un arma de doble filo que, en manos de la izquierda, apunta hacia las contradicciones del PP, un partido de Gobierno capaz de acordar con el resto de formaciones sendas declaraciones institucionales mostrando su “firme compromiso en la erradicación de la violencia contra las mujeres” y contra “la discriminación a personas con VIH” que no salen adelante por culpa de la oposición de Vox.
El mismo partido que ha impuesto trece condiciones al Ejecutivo popular de Díaz Ayuso para que haya Presupuestos en la Comunidad de Madrid –no así en el Ayuntamiento, donde el alcalde y portavoz nacional no consigue sumar a los de Abascal–, con el que comparte estrategia contra Pedro Sánchez y sus socios y al que ya ha escuchado decir que “el Gobierno será con Vox o no será”.
A Casado le va a costar decirlo en voz alta, pero hasta las previsiones demoscópicas más propicias le están diciendo que sólo la ultraderecha le hará presidente, o no lo será.