
Joan Capdevila
Mientras que en muchos países europeos a finales del siglo XVIII se mantenían sistemas agrarios feudales, en Catalunya nos embarcamos en un proyecto que ahora no dudaríamos en llamar innovador, y nos industrializamos. La misma Barcelona que acoge cada año desde hace años y por años el Mobile World Congress, supo también aprovechar a finales del siglo XIX todo el talento acumulado y organizar una exposición universal, la del 1888, que certificó el liderazgo mundial de la ciudad condal en temas industriales. Tenía ocasión de reflexionar alrededor de ello con ocasión de la clausura del «MWC Impulsa Talentum Summit» durante la semana pasada, y si me permiten les comparto el destilado de mi reflexión y de lo aprendido en ese encuentro.

El talento ha sido y será la condición necesaria de todo proceso de creación de riqueza que ha de permitir vivir dignamente al conjunto de nuestra sociedad, lo visto en un Mobile World Congress que se ha convertido en un escaparate del siglo XXI, en la vanguardia de la innovación, de la ciencia y de la capacidad para atraer talento
Hoy por hoy, no podemos hablar de reindustrializar sin fundamentar nuestro discurso en pilares que no sean la innovación, la digitalización y la sostenibilidad. Todos ellos conceptos sin duda petulantemente actuales, pero que no pueden cristalizar sin el fomento de la imprescindible cultura del talento. Y este concepto sí es eterno. El talento ha sido y será la condición necesaria de todo proceso de creación de riqueza que ha de permitir vivir dignamente al conjunto de nuestra sociedad. De talento siempre ha habido y siempre habrá en todas partes por igual. No lo dudemos. La ventaja competitiva de un país no es otra que saber cuidar el talento de sus conciudadanos, especialmente de sus jóvenes… y retenerlo. Decía un obispo de Exeter, Edward Bickersteth, que la mejor forma de obtener más talento es mejorar los talentos que ya tenemos. Siguiendo con una imagen evangélica de cultura general, seguro que recuerdan la célebre parábola de los talentos: Dios no quiere que enterremos los talentos que nos han sido dados, sino que los pongamos a trabajar.
Para que se pueda producir el milagro de la reindustrialización, la condición necesaria es apostar sin vacilar en retener a las personas con talento. No sólo hemos de conseguir que el talento se quede en nuestras empresas, sino que comparta sus objetivos, que disfrute del entorno que le ofrece una geografía y una cultura acogedora, y que haga suyos unos principios de pertenencia a una sociedad plural, abierta, dialogante y generosa. Las motivaciones puramente monetarias son sólo una parte de la oferta que podemos proporcionar especialmente a los jóvenes talentosos. Están, por descontado, los horarios, la manera abierta de trabajar, la cultura mediterránea y la apuesta por una opción de vida amable y generosa en todas sus dimensiones. Reindustrializar un país pasa por asimilar la cadena de valores que permita rehumanizar la tecnología para que ésta sea radicalmente sostenible y ostensiblemente próxima. Sostenible, porque el planeta no nos deja otra alternativa. Y cercana, de kilómetro cero, porque la proximidad, aquello hecho en casa, respeta el modelo comercial de cercanía, los valores de cohesión social, de eficiencia energética ya que ahorra inútiles desplazamientos, y finalmente ayuda a que nuestro talento se quede en casa. Los nuevos perfiles profesionales tecnológicos, informáticos, y de marketing digitalmente innovador, han de convivir con la necesaria potenciación de aquellas industrias que equilibren la estructura productiva y eviten las dependencias sin sentido de otras demarcaciones. Toda la cadena de creación de riqueza ha de verse motivada para retener talento: el campo ha de repoblarse y la industria, relocalizarse. Con mejores y nuevos medios de producción, al mejor estilo 4.0. Pero la industria debe volver. Hay talento de sobra, hay buenos valores y contexto para retenerlo. Hay voluntad política, al menos en Catalunya que en su nuevo presupuesto ha creado una línea específica para la reindustrialización de 17 millones de euros. Insuficiente, me dirán, pero es un comienzo. Y tenemos aún en la retina un Mobile que se ha convertido en un escaparate del siglo XXI, en la vanguardia de la innovación, de la ciencia, y una muestra sin duda de una capacidad para atraer talento.
¿Qué debe hacer la política? Bueno, no estorbar en primer lugar, claro, pero también no quedarse en el revocado principio de “la mejor política industrial es la que no se hace”, no perder legislaturas enteras sin actualizar la legislación (la vigente Ley de Industria española es de los 90, previa por ejemplo a la universalización del Internet, asómbrense), y dedicarse obsesivamente a crear ámbitos, igualdad de oportunidades, mejor y más orientada formación, premiar la excelencia, ofrecer capital “tranquilo”… todo lo posible, como decía el Obispo de Exeter, para mejorar el talento.
Presidente de la Comisión de Industria del Congreso de los Diputados y portavoz en la de Transición Ecológica. Veterinario y empresario pyme durante 25 años. Ahora Diputado a Cortes (pero no me lo tengan en cuenta) independiente en el G.P. Republicano (ERC). Licenciado en la UNEX, tengo un Máster en la UAB y un Programa Ejecutivo en Deusto BS.