
Àlex Sáez
Empezado el nuevo curso político, no concebimos nuevas esperanzas de grandes acuerdos para afrontar los retos que se avecinan por las consecuencias de la guerra en Ucrania, la crisis energética y la crisis de precios y materias primas. Tampoco lo fue en el pasado reciente con la pandemia o incluso en los tiempos del desafío independentista en Catalunya.

Quienes creían que Núñez Feijóo significaría un cambio en la política nacional y en su estilo de oposición ya pueden recular
La política española ha vivido instalada en los réditos de la confrontación derecha e izquierda desde el inicio de nuestra democracia. Nos acordamos de las excepciones, de los pactos en la Transición. Debe reconocerse que los mejores intentos de grandes acuerdos siempre han sido con los socialistas en la oposición. Zapatero se labró su camino a la Presidencia del Gobierno siendo capaz de pactar con el duro Partido Popular de Aznar. Las políticas de Estado tienen sentido que se ejerzan en consenso: política interior y exterior, y por supuesto la justicia. La confrontación por la renovación del Consejo General del Poder Judicial lo ha enquistado e impedido hasta lo inimaginable. Parece oportuno recordar ahora el pacto por la justicia Michavila-López Aguilar, aunque su resultado fuera nimio. Nada de ello parece posible con el Partido Popular en la oposición. Quienes creían que Núñez Feijóo significaría un cambio en la política nacional y en su estilo de oposición ya pueden recular. Resulta más cómodo el clásico estilo de Aznar, el de “váyase Sr. González” ( aplíquese al actual presidente del Gobierno).
Sin embargo, quienes conocemos la política desde dentro somos conocedores de las amplias coincidencias que partidos políticos y políticos en activo son capaces de compartir. En el día a día de la actividad parlamentaria existen múltiples acuerdos que no son puestos de relieve. Resulta más atractiva la dureza de la sesión de control al Gobierno de los miércoles. También, lamentablemente en demasiadas ocasiones, los intereses electorales y la necesidad de mantener confrontaciones a menudo estériles evitan mayores consensos.
Me dejaré llevar por cierta ingenuidad que siempre me ha acompañado y voy a desear que en este próximo curso se intensifiquen los acuerdos. Mantengo una alta valoración de la política y de los políticos, máxime después de haberme dedicado unos años a esta imprescindible y digna actividad. No tengo duda de la vocación, honestidad, esfuerzo y búsqueda del interés general de la inmensa mayoría de los políticos. Incluso discrepo del presidente Bono cuando decía que los políticos son reflejo de la sociedad –valorando algún caso de corrupción–. Es por ello que debemos confiar en su aporte y su capacidad para generar soluciones a los problemas complejos con los que nos ha tocado vivir. Como ciudadanos también debemos valorar justamente la labor que desempeñan y ser críticos si corresponde. Denostar la política y los políticos únicamente nos lleva a los populismos, paso previo a la quiebra del sistema democrático.
Àlex Sáez es abogado especialista en Responsabilidad Civil y Derecho del Seguro. Consejero de Presidencia de Foment del Treball. Fue diputado a Cortes en la VIII, IX y X legislatura por el PSC.