La producción de soja para ganadería industrial es un factor clave en la deforestación de ecosistemas tropicales. Es la principal conclusión del estudio ‘Con la soja al cuello’, donde Ecologistas en Acción pretende hacer una radiografía de su consumo masivo en España. Según el informe, este efecto sobre el medio ambiente es parte de una larga cadena de suministro que empieza en América del Sur y finaliza en los platos europeos. A continuación, reproducimos un resumen del documento, incluyendo los volúmenes que se manejan, los actores implicados, los impactos ocasionados y las alternativas existentes.
La soja es una leguminosa que constituye un ingrediente de gran valor debido a su alta cantidad de proteína, pero también a su calidad, ya que aporta varios aminoácidos esenciales, como la lisina o el triptófano, determinantes en la alimentación animal para que su desarrollo pueda darse correctamente.
De la producción mundial de soja apenas el 6 por ciento del haba entera se destina a alimentación humana. Esto se debe, principalmente, a la variedad y rentabilidad de los subproductos que se obtienen de su procesado y cuya producción se adapta bien a las necesidades del mercado. Los más utilizados: el aceite destinado a la producción de los mal llamados biocombustibles y alimentos industriales, o la harina y la torta de soja utilizadas en alimentación animal.
España es un punto geográficamente estratégico para las empresas que importan soja desde el continente americano
La torta de soja representa por sí sola cerca del 70 por ciento del uso de la soja en la industria, relegando el aporte de proteínas a través de fuentes tradicionales y autóctonas a un papel marginal: un escaso 2,2 por ciento de las materias primas utilizadas en este sector en España.
La soja se ha convertido así en un ingrediente estrella en la producción de piensos para animales, un uso que tiene una larga lista de impactos socioambientales a nivel mundial. El último informe de Ecologistas en Acción, Con la soja al cuello, documenta cuáles son estos impactos y quiénes son los principales actores, cifras y sus alternativas.
España, territorio estratégico
La importación masiva de soja a bajo precio, junto con la creciente producción de cereales, fuertemente subvencionados en Europa en detrimento de los cultivos proteicos, han determinado que la ganadería haya experimentado una evolución hacia un modelo intensivo a gran escala, basado en ‘macrogranjas’.
Este modelo productivo es altamente dependiente de insumos externos y la alimentación animal representa un alto porcentaje del coste –entre el 40 y el 60 por ciento, según la especie–, por lo que la industria de fabricación de piensos ha evolucionado paralelamente al crecimiento de la industria ganadera.
España es un punto geográficamente estratégico para las empresas que importan soja desde el continente americano y molturan el haba en sus instalaciones españolas, para luego comercializar los subproductos a las empresas fabricantes de piensos y estas a su vez a las granjas industriales situadas en el territorio.

España fue en 2018 la mayor productora de piensos compuestos de Europa con más de 37 millones de toneladas y junto a Francia y Alemania lidera la producción ganadera de la UE. En 2019 importó 6,1 millones de toneladas de soja y se produjeron más de 7 millones de toneladas de carne, muy por encima de los 2 millones de toneladas consumidos en los hogares españoles.
Ecologistas en Acción sostiene que esta elevada producción de carne industrial no responde a criterios de seguridad alimentaria, sino a unas lógicas completamente mercantilistas. España, señala en el estudio, se ha convertido en una maquila, donde se reciben grandes cantidades de materias primas extranjeras baratas, para ser transformada en productos de mayor valor, que son nuevamente exportados a terceros países, con los consiguientes impactos socioambientales a su paso, tanto en los lugares de cultivo de la soja, como en los territorios rurales ibéricos que concentran las ‘macrogranjas’ industriales.
En la actualidad España se sitúa como segundo productor de carne en Europa en cantidades que compiten con Alemania, con poco más de la mitad de la población. Por ejemplo, en el caso del porcino, se autoabastece en más del 170 por ciento, lo que la ha convertido en el primer exportador de productos de cerdo a China.
El cultivo se vincula a la deforestación en Argentina, Brasil, Bolivia y Paraguay, a emisiones de CO₂, a la contaminación por agroquímicos y a desplazamientos forzados
En palabras de Isabel Fernández Cruz, portavoz de Ecologistas en Acción, “nuestro territorio es una maquila cárnica, donde se reciben grandes cantidades de materias primas extranjeras baratas, para ser transformada en productos de mayor valor, que son nuevamente exportados a terceros países. Este modelo trae consigo graves impactos socioambientales, tanto en los lugares de cultivo de la soja, como en los territorios rurales ibéricos: contaminación del agua, el aire, pérdida de biodiversidad, etcétera, así como una despoblación progresiva de las zonas rurales donde se instalan ‘macrogranjas’. Mientras, se pierden las granjas tradicionales familiares y todos los servicios ecosistémicos asociados a sistemas ganaderos más tradicionales, extensivos y sostenibles”.
Los actores del mercado
Según el informe de la organización ecologista, el abastecimiento de la cadena ganadera industrial en España depende en gran parte de tan solo dos multinacionales, Bunge y Cargill. Estas empresas cubren toda la cadena de producción de la soja: suministro de insumos a agricultoras y agricultores; transporte desde el continente americano hasta España; transformación en subproductos en sus plantas molturadoras en las propias instalaciones portuarias españolas; y distribución de sus productos a las empresas fabricantes de piensos que continúan con el circuito integrador en la ganadería industrial.
Las empresas dominantes del mercado español de piensos –Nutreco, Grupo Fuertes, Coren, Vall Companys, bonÀrea y Costa Foods– cubren toda la cadena. Desde la producción de pienso, cría y engorde de animales, hasta la transformación y comercialización, donde una empresa o grupo de una misma corporación puede acaparar dos o más eslabones de la cadena. Todas ellas convergen en el uso de la integración vertical, donde las granjas integradas se limitan a suministrar la mano de obra y las instalaciones, y los ganaderos se proletarizan perdiendo el control sobre los medios de producción, asegura la organización ecologista.
El ‘lavado verde’ de la soja
La Unión Europea es el segundo importador mundial de deforestación tropical y emisiones asociadas, y responsable por lo menos del 16 por ciento de la deforestación ligada al comercio internacional, con un total de 203.000 hectáreas y 116 millones de toneladas de CO₂.

El cultivo de la soja está vinculado a la deforestación de zonas muy ricas en biodiversidad en Argentina, Brasil, Bolivia y Paraguay, así como a emisiones de gases de efecto invernadero, contaminación por el uso de agroquímicos y el desplazamiento forzado de comunidades indígenas y campesinas.
Debido a la creciente presión pública, la industria de los piensos centra buena parte de su actividad comunicativa e institucional en desvincular sus materias primas de la deforestación y acercarla a la producción sostenible. Tanto FEFAC (Federación Europea de Fabricantes) como CESFAC (Confederación Española de Fabricantes de Alimentos Compuestos para animales) siguen o recomiendan esquemas de certificación que ofrecen muy pocas garantías reales, sostiene Ecologistas en Acción.
Esta organización denuncia en su informe que la presencia de sellos certificadores en los productos finales induce a error a los consumidores, dando la impresión de que un producto certificado es “verde” cuando es, en realidad, “una herramienta más de impacto comunicativo que contribuye a invisibilizar la problemática”.
Regulación y alternativas a la soja
El informe Con la soja al cuello pone de relieve la necesidad de que en el plano normativo –en el que ha empezado a trabajar la Unión Europea– se desarrollen medidas legislativas efectivas que frenen la importación de materias primas vinculadas a la deforestación. También que se regulen las acciones empresariales, con el objetivo de prevenir, penalizar y responsabilizar de los impactos que causan a nivel ambiental y social.
La organización ecologista recuerda que la ganadería extensiva ha conformado durante siglos infinidad de ecosistemas de alto valor natural
De manera paralela, Ecologistas en Acción propone que, para frenar la deforestación importada, se debe trabajar en políticas que reduzcan drásticamente los impactos negativos del sistema alimentario sobre los bosques y otros ecosistemas. Esto implica una reforma profunda de la Política Agrícola Común y acuerdos comerciales como el de la UE-Mercosur.
Las políticas y medidas para garantizar unas cadenas de suministro justas social y ambientalmente deben combinarse con esfuerzos para reducir o sustituir el consumo de ciertas materias primas y productos. Además de reducir radicalmente el consumo de proteína animal, resulta urgente transitar a sistemas productivos ganaderos extensivos y ecológicos, adaptados a los recursos y particularidades de cada territorio, indica la organización en su estudio.
Es preciso recordar cómo la ganadería extensiva ha conformado durante siglos infinidad de ecosistemas y paisajes culturales de alto valor natural, como la dehesa, los pastizales de montaña, corredores ecológicos o la inmensa red de cañadas y otras vías pecuarias.
Por otra parte, la apuesta por cultivos de legumbres autóctonas para alimentación humana y animal requiere definir un programa de reintroducción de variedades de leguminosas adaptadas a nuestros territorios, que permita la diversificación de los agroecosistemas extensivos.
En términos más generales, concluye el documento, las políticas y modelos agroalimentarios deben contribuir a la transformación del actual paradigma capitalista –centrado en el crecimiento del PIB–, en un sistema socioeconómico que respete la naturaleza y esté basado en la justicia social y ambiental.