
El Acento/ Inmaculada Sánchez.
Durante años he mantenido, tanto en esta columna como en mis intervenciones en tertulias televisivas y otros espacios de debate político, que Esquerra era el único actor del complejo y enrevesado circuito catalán capaz de alumbrar un futuro para Cataluña y su persistente conflicto con España. Esta semana, Pere Aragonés ha presentado un nuevo Govern en minoría, liberado de la ‘comunión independentista’ con la derecha posconvergente y dispuesto a liderar esa Cataluña que pide ahora gestión social ante la crisis energética, la guerra y la inflación.
No ha sido fácil, como tampoco lo será el camino emprendido, pero ERC, por fin, parece dispuesta a enfrentar su gran ‘momentum’. Podrá encumbrarse como el gran partido de país que sucederá al pujolismo y sus herederos o sucumbir, víctima del maniqueo debate que tan dramáticamente dividió a la sociedad catalana cuando se puso en marcha el procés.

Los republicanos dan un paso adelante, con su nuevo Govern en minoría, para salir del bucle ‘procesista’, conscientes de que la sociedad catalana requiere, en la actuales circunstancias de crisis, otras políticas en las que la independencia no sea la única prioridad
Los republicanos dan un paso adelante para salir del bucle procesista, conscientes de que las circunstancias y la sociedad catalana requieren, en este complejo 2022, otras políticas, según vienen anunciando las encuestas con su decreciente apoyo a la prioridad independentista. El president Aragonés ha sido el inesperado líder de la decisión al dar un puñetazo en la mesa tras los continuos desaires y presiones de sus socios de Junts. Después de la petición de los postconvergentes para que se sometiese a una moción de confianza, a fin de mostrarle, una vez más, como un mero rehén del bloque independentista, Aragonés optó por cesar al vicepresidente Puigneró y mostrar a sus socios la puerta de salida del Govern. Con esta hábil jugada descolocó a los de Junts, cuya división interna arrastró a una consulta a las bases que han respaldado su abandono del poder.
Un solo diputado y unos pocos miles de votos separan a los republicanos de los postconvergentes, pero el sorpasso de ERC sobre Junts en las últimas elecciones autonómicas, aupándose en la cúspide del independentismo catalán, ha resultado definitivo para desencallar la política catalana y, a mi juicio, poner orden en la española.
Puigdemont y su más leal seguidora, la todavía presidenta del Parlament catalán, Laura Borrás (suspendida en sus funciones debido al juicio por corrupción que debe afrontar en breve), se mueven mucho mejor con un gobierno del PP. Las mesas de diálogo, las negociaciones… la complejidad de llegar a acuerdos provocan sarpullidos a estas derechas, catalana y española, que tan saludablemente crecen y se reproducen en escenarios de confrontación y exclusión. Los republicanos, por su parte, pese al abismo y la desconfianza en que circulan sus relaciones con los socialistas, colaboran en el mantenimiento del Gobierno de coalición que preside Sánchez y no parece que vayan a a dejarle caer a un año del fin de la legislatura.
Los destinos de Esquerra y el PSOE se muestran paralelos desde que ERC ha puesto por delante su alma de clase a la independentista y los socialistas han girado a la izquierda, a la vista del empuje de Feijóo en las encuestas. Cárcel e indultos también han preparado el camino que ahora se muestra y que no deja de presentar nuevos peligros e incertidumbres. Habrá que ver si quienes ahora lo emprenden son capaces de recorrerlo al completo.
Periodista y directora de ‘El Siglo’ desde 2011, revista que contribuye a fundar, en 1991, formando parte de su primer equipo como jefa de la sección de Nacional. Anteriormente trabajó en las revistas ‘Cambio 16’ y ‘El Nuevo Lunes’ y en la Cadena Ser. Actualmente también participa asiduamente en diferentes tertulias políticas de TVE y de Telemadrid.