Javier Quintana.
Juan Carlos I abandonó España la semana pasada en una visita que nada tuvo que ver con la del año pasado. El emérito, que no tuvo reparos en asistir a un club nocturno o al encuentro de Champions League entre Chelsea y Real Madrid durante su visita previa a Londres, fue discreto en una estancia en Sanxenxo y Vitoria que no consensuó en ningún momento con Zarzuela. El viaje evidencia el distanciamiento con la Casa Real y su hijo: Felipe y Juan Carlos no sólo no se vieron, sino que probaron que sus agendas son ya completamente independientes y libres.
Cuando el ancla se enroca más vale cortar el cabo. Hace ya tres años que Juan Carlos I abandonó España rumbo a Abu Dabi tras conocerse sus escándalos de corrupción. Corinna, Botsuana, Ave a La Meca, Hacienda… Fueron demasiados los vaivenes de un reinado esperpéntico que sembró el desdén en la ciudadanía española por su Corona. Hace un año el encuentro entre Juan Carlos y Felipe en la Zarzuela abrió la puerta a un paulatino regreso. Parecía que la Casa Real daba por suficientes esos dos años desde su partida para empezar a sacar al emérito de la nevera, y traerlo de vuelta a un país que había percibido cierta frescura en su monarquía en los últimos tiempos tras la subida al trono de su vástago. Pero si Juan Carlos albergaba alguna esperanza de reinstalarse en su tierra o, al menos, de convertirse en un huésped asiduo, los últimos acontecimientos parecen hacer desvanecerse toda opción de reconciliación.
La actitud del emérito durante su última visita al país no gustó nada en la Casa Real, que se mantiene al margen de su agenda en España
El emérito aterrizó en España sin el beneplácito de la Casa Real. Zarzuela, en vistas de cómo acaparó los focos en su última estancia, prefería que el ex Jefe del Estado aplazara su regreso hasta después de celebrarse las elecciones autonómicas y municipales del próximo 28 de mayo. La celebración de la 7ª Regata Juan Carlos I en junio parecía un momento más propicio para su vuelta.
No obstante, el monarca hizo oídos sordos y tomó un avión que lo llevó, primero, a Londres. Libre de ataduras, Juan Carlos se dejó ver por el callejero londinense. Tras acudir a un partido de fútbol en Stamford Bridge el emérito tuvo tiempo de reunirse con sus amistades en el célebre pub Oswald, donde acuden con asiduidad personas de la talla del príncipe de Gales.

Una vez aterrizado en tierras gallegas días después, Juan Carlos trató de mantener un perfil bajo durante toda su estancia en feudo español. Ni en Sanxenxo ni en su visita médica a Vitoria se presenciaron las muchedumbres de la última visita. El rey emérito navegó unas horas a bordo del velero el Bribón en aguas atlánticas, se prestó a un chequeo médico en el País Vasco y regresó a Abu Dabi sin levantar excesivo revuelo. No hizo escala, eso sí, en Barcelona. Algunos medios habían indicado en las últimas semanas la posibilidad de que recalara en la Ciudad Condal para visitar a su amigo Josép Cusí, gravemente enfermo.
Pero pese a sus esfuerzos, prácticamente recién tomado el vuelo de regreso a su actual domicilio se encontró con la publicación de una supuesta hija secreta que vuelve a alimentar su fama de mujeriego. Alejandra de Rojas, la supuesta heredera, ha desmentido esta información. El mismo libro que revelaba este asunto, King Corp, de José María Olmo y David Fernández, apuntó también que el emérito habría regalado en 2011 a Corinna dos esmeraldas valoradas en 250.000 euros. Otro capítulo del mismo trataría la posibilidad de que Juan Carlos hubiese tratado de grabar a Corinna con un micro oculto para chantajearla.
Del “¿Explicaciones de qué?” a la discreción
Cuando hace un año se conoció la inminente llegada de Juan Carlos a España, el Gobierno se mantuvo de perfil ante la llegada del monarca. Moncloa se remitió a indicar que se trataba de un “viaje privado”. No obstante, recordó que el antiguo Jefe del Estado debía una explicación por sus escándalos e irregularidades fiscales cometidas a lo largo de su reinado. Cuando los periodistas preguntaron sobre esto al emérito en aquella visita, el monarca `no daba crédito´ a tal requerimiento. “¿Explicaciones de qué?”, se preguntó un envalentonado Juan Carlos ante centenares de medios. Desde el Ejecutivo consideraron aquella visita como “una oportunidad perdida” para el monarca de dar explicaciones a los españoles sobre sus cuestionables prácticas. La Casa Real, no obstante, fue muy benevolente con el emérito en el comunicado que facilitaron al público sobre el encuentro con su hijo. Más allá de la amabilidad de la proclama, llamó mucho la atención la posibilidad que Zarzuela advertía en el mismo acerca de un posible regreso a España. “A última hora de la tarde, don Juan Carlos ha emprendido viaje de regreso a Abu Dabi. Como se hizo público, en su carta a S.M. el Rey del pasado 5 de marzo, don Juan Carlos manifestó en primer lugar (…) en segundo lugar, su decisión de organizar su vida personal y su lugar de residencia en ámbitos de carácter privado, tanto en sus visitas como si en el futuro volviera a residir en España”, rezaba el comunicado emitido por la Casa Real.
El incesante fluir de informaciones nocivas para la Corona, como una supuesta hija secreta o lujosos regalos a sus amantes, rompe cualquier posibilidad de reconciliación entre el rey y su progenitor
No obstante, y pese a que el emérito ha sabido salvaguardar el decoro en su última estancia, la relación entre Felipe VI y su padre se ha hundido en los últimos meses. La pasividad de la Casa Real respecto a estos últimos movimientos del emérito no ha hecho más que confirmar lo que hace meses que se puede percibir: la relación está rota. En el seno real no gustó nada, por otro lado, que la única noticia que tuvieran de este retorno llegara a través de los medios y no de una notificación oficial del emérito. Según El Mundo, el monarca había adquirido un compromiso con su hijo para postergar este regreso unos meses más.

Felipe VI ve en su padre el principal escollo para esa renovación institucional que tanto ansía. Para el rey su progenitor se ha convertido la principal piedra en el camino en ese intento de recuperar la confianza de la ciudadanía. Si en 2022 la visita de Felipe a Emiratos Árabes pudo incluso `invitar´ al emérito a dar el paso, esta vez Zarzuela ha tratado por todos los medios de desentenderse de sus planes. Hasta en dos ocasiones la Casa Real desmintió en los días previos a su llegada el motivo que Juan Carlos alegaba como excusa para su viaje: una entrevista con Carlos III. Dicho encuentro, tal y como la Casa Real británica ha confirmado, nunca se llegó a producir, pese a que el círculo del emérito ha insistido a varios medios que sí tuvo lugar. Zarzuela, no obstante, fue contundente al respecto. “Un rato después de que los británicos volvieran a desmentir el encuentro con Carlos III, el embajador británico llamó al Jefe de la Casa para indicarle que no se había producido ningún tipo de encuentro entre Carlos III y el Rey Juan Carlos”, explicó en un comunicado. La gira europea de Juan Carlos quedaba así injustificada.
Unos meses de encuentros fríos
Pese a que esta ha sido la única ocasión en la que padre e hijo podrían haberse encontrado en España en el último año, ambos sí han coincidido en otras citas de relieve. La primera de todas se dio con el fallecimiento de la reina Isabel II. La capilla de San Jorge fue testigo del reencuentro de los monarcas, que se sentaron en la misma bancada para despedir a su consanguínea “por una cuestión de protocolo”, tal y como indicó la Casa Real. Aquella jornada llamó la atención el buen humor exhibido por el emérito, al que se pudo ver tratando de sacar una sonrisa a la reina Sofía y a la actual reina consorte, Letizia.
Londres y Atenas fueron testigo del distanciamiento entre padre e hijo durante los funerales de Isabel II y Constantino de Grecia
La muerte de Constantino de Grecia el pasado mes de enero, hermano de Sofía y cuñado del propio Juan Carlos, abrió una nueva posibilidad de reencuentro paterno-filial. No obstante, las imágenes que se dieron fueron incluso aún más distantes si cabe que en la ceremonia previamente citada. La Familia Real, que viajó a Atenas al completo dada la estrecha relación que mantenían con el difunto, evitó en todo momento que se produjera un posado junto al `exiliado´ a lo largo de toda la jornada. Meses atrás las infantas no habían tenido problema con que se publicaran imágenes del monarca junto a sus nietos y ellas mismas durante una visita a Abu Dabi. El cambio de paradigma parece claro.
Más tarde sí circuló extra oficialmente un vídeo donde se podía ver a Felipe saludando a su padre durante el entierro. Sin embargo, estas imágenes no fueron en ningún momento difundidas por una Zarzuela que parece desentenderse de la agenda oficial del emérito desde hace ya tiempo.
El rey parece consciente de su situación, y no ha dudado en trasladar su domicilio fiscal a Emiratos Árabes, quedando ya exento de presentar esta última declaración de la renta. Desde la península arábiga recibió hace unas semanas la visita de su hija Elena y su nieto Froilán.
Felipe marca distancias: la Familia Real se aleja de Marivent
En medio de todo este revuelo por la llegada del monarca, los reyes vivieron una nueva Semana Santa atípica. Al menos, si tenemos en cuenta la tónica que durante décadas se había seguido en Zarzuela. Siguiendo la dinámica del año pasado, cuando se rompió con el habitual posado real en los jardines del Palacio de Marivent, la familia no viajó a Palma, Sofía fue la única que pasó los días libres en un edificio que se encuentra en plena polémica por la titularidad de su cesión y la opacidad que la rodea. Felipe la visitó en un viaje exprés a la isla que realizó en solitario.
En definitiva, parece que la última visita a España del emérito causó estragos. La actitud desinteresada, airada e, incluso, chulesca del monarca aquel mayo de 2022 forjó una brecha con la Casa Real. Tras años apagando fuegos paternos, Felipe VI parece tener claro que la perpetuación de la Corona pasa por cortar amarras con su progenitor. Tras anunciar la renuncia a su herencia, `invitarle´ a partir al exilio y esforzarse por romper con tradiciones que han definido a Zarzuela durante décadas, esta ruptura pública supone un paso más en el distanciamiento de Juan Carlos con su hijo y sucesor.