Gestos, gestos y más gestos. No le queda otra. Felipe VI ha intensificado el nivel y la calidad de sus actos oficiales, la única opción que tiene un monarca para no caer en una peligrosa irrelevancia. Desde que su padre abandonara España arrastrando tras de sí la polémica y los ecos de ¡viva el rey!, el jefe del Estado se ha afanado en borrar su huella asegurándose un sitio en la agenda mediática y política, arropado por representantes de todas las Administraciones públicas y procurándose su propio baño de multitudes. Ocasión ha habido hasta para provocar la crítica a izquierda y derecha, pero su necesidad de notoriedad es tan urgente que eso es lo de menos. Como se atribuye Oscar Wilde, “hay solamente una cosa en el mundo peor que hablen de ti, y es que no hablen de ti”.
“Felipe VI corre el riesgo de caer en la irrelevancia si mantiene el perfil que por ahora ha marcado su reinado”. La crítica al rey ha tomado la senda de la trasversalidad y ahora es un exjefe de la Casa Real el que se suma a la larga lista de personajes públicos que opinan sobre el monarca y lo hacen de forma negativa.
Rafael Spottorno (2011-2014), que trabajó a las órdenes de Juan Carlos de Borbón durante la última etapa de su reinado, la de los escándalos y el declive que precipitó su abdicación, se manifestaba en estos términos en una mesa redonda organizada en Madrid por la Fundación Independiente y que tenía como título La monarquía española contemporánea: de Juan Carlos I a Felipe VI. Según recoge El Periódico, dijo también que el Gobierno de Pedro Sánchez “infrautiliza” al rey, una “política” con la que buscan, entre otros “efectos perversos”, conducir a algo “muy peligroso” que puede acabar con la pregunta: ‘Y esto, ¿para qué?’”, dijo en alusión a la Corona.
Puertollano, Ponferrada, Nueva York, París, los toros, las Fuerzas Armadas, la OTAN y el COI, entre los compromisos de diez días maratonianos
El monarca aparece, como nunca antes, en medio del fuego cruzado de la izquierda y la derecha políticas. También las sociológicas, con ejemplos como el de quien sabe, mejor que nadie, lo peligroso que es poner al jefe de Estado de excusa para atacar al Gobierno o a la oposición, una práctica a la que se han entregado con entusiasmo hasta quienes se declaran defensores de la monarquía.
Siendo éste un problema de primer orden para la institución, cabe señalar que la primera reflexión de Spottorno es una de las máximas de Zarzuela. La relevancia, junto a la utilidad y la ejemplaridad, son las tres razones que justifican la pervivencia de la Corona. Tres razones que el emérito ha comprometido gravemente y que, en su reciente visita a España, ha seguido trasgrediendo en menoscabo del reinado de su heredero que, como medida urgente y más objetivable, se ha propuesto recuperar.
Un día después de encontrarse con su padre en palacio, Felipe VI ponía rumbo a Vigo para asistir a la presentación de las instalaciones que reunirán todas las sedes judiciales de la localidad. Lo hacía acompañado de una ministra, del máximo representante de la judicatura española, de un presidente autonómico y del líder de la oposición. Una demostración de fuerza frente a la ‘corte’ doméstica que acompañó a Juan Carlos de Borbón en Sanxenxo durante tres días de regatas y mariscadas. Todo ello, con parada del monarca ante las vallas de seguridad para saludar al grupo de personas que, también a él, le dedicaron su “¡viva el rey!”.
Todo empezó en Vigo
Lejos de ser una respuesta puntual e improvisada a la provocación paterna, que cuatro días antes había aterrizado en el aeropuerto de la ciudad pontevedresa, el acto formaba parte de una agenda oficial que, por intensidad y calidad, reivindica desde entonces la figura del jefe del Estado. Casi toda, en solitario; doña Letizia también se ha puesto las pilas en el que es su séptimo viaje de cooperación internacional desde que es reina con una visita de tres días a Mauritania.
Ha habido actos habituales en Zarzuela como las audiencias, si bien todas ellas han sido de primer orden. Al presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco; al pleno del Tribunal de Cuentas; al presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari; y al presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach.

Con el calendario a su favor, el rey ha asistido a una celebración del Día de las Fuerzas Armadas en Huesca y, al final del día, a una final de Champions en el estadio Saint-Denis de París. También ha participado en la celebración del 40 aniversario de la OTAN donde, a pesar de la reflexión de Spottorno, el jefe del Estado tuvo reservado su papel protagonista ante el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, y de los embajadores de los 30 países aliados que conforman el Consejo Atlántico, a quienes pidió prestar atención “a los desafíos de la dirección estratégica sur”. Lo hizo durante el acto solemne en el Teatro Real, justo antes de ejercer de anfitrión de la comitiva internacional en el almuerzo celebrado en el Palacio Real.
También en Madrid atendió compromisos como la entrega de los premios internacionales Rey de España de Periodismo 2022, la jura de bandera en la Guardia Real y hasta la corrida de la Beneficencia en la Plaza de Toros de las Ventas. Es tradición que asista el monarca desde el palco real que, mucho menos frecuentado que en tiempos de Juan Carlos I, contó con la presencia de Felipe VI acompañado por una entusiasta presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso.
Viajes con mensaje
Más significativos fueron los viajes. Felipe VI se ha desplazado hasta Puertollano, Ponferrada y Nueva York. La localidad ciudadrealeña no recibía la visita de un rey desde 1978 que, en esta ocasión, tenía por objeto conocer la planta de producción de hidrógeno verde de Iberdrola y Fertiberia y visitar el Ayuntamiento, donde recibió el bastón de mando y el baño de multitudes que le esperaba en la plaza de la Constitución. “¡Viva el rey!, ¡viva España!”, le gritaron los puertollanenses ondeando algunas banderas rojigualdas en presencia del alcalde y del presidente de la Comunidad de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page.
Misma estampa en Ponferrada, donde Felipe VI visitó el campus de la Universidad de León en la localidad coincidiendo con su 25 aniversario. 23 años han pasado desde que estuvieron los hoy eméritos. Ahora, arropado por el rector, el alcalde, el presidente autonómico, el presidente de las Cortes, la delegada del Gobierno y un ministro, el monarca volvía a tener su foto con cientos de personas esperando en la plaza consistorial para fotografiarle, vitorearle e intentar estrecharle la mano.
Las mayores críticas a la foto del rey con dos diputados de Vox han venido de la ultraderecha
En Nueva York hizo una visita relámpago, pero tuvo tiempo suficiente para almorzar con el secretario general de la ONU, António Guterres, recibir la medalla de la Foreign Policy Association y reunirse con empresarios españoles para escuchar sus demandas en medio de la coyuntura económica actual. El viaje sólo le llevó 24 horas, pero le bastaron para tratar de demostrar las tres máximas de la Corona: relevancia, utilidad y ejemplaridad.
En realidad, son cuatro. Falta la neutralidad. Pero, después de que el propio Felipe VI la comprometiera con el discurso del 3 de octubre de 2017 –dos días después de la celebración del referéndum ilegal en Cataluña– y en medio de un escenario político tan polarizado, es más incontrolable.
Tras el desfile de las Fuerzas Armadas, la diputada de Vox, Mireia Borrás, colgó una foto en Twitter donde aparece con su colega, Alberto Asarta, y con el monarca, que acompañó con el texto “VERDE [Viva El Rey De España]”. Las críticas desde la izquierda censuraron lo que interpretaron un acercamiento a la extrema derecha –aunque los reyes saludan y se fotografían con los representantes públicos de todos los partidos que quieran hacerlo–, pero también hubo reproches a la formación ultra por posar con un jefe del Estado al que llamaron “masón” y “globalista” porque en ocasiones luce el distintivo de la Agenda 2030, la última obsesión de la formación de Santiago Abascal.
Las críticas al rey se han normalizado y ya no volverán los tiempos en que los partidos y los medios se comportaban con extrema benevolencia hacia la Corona. Lo que sí puede ocurrir es que la monarquía desaparezca de la política y de la prensa, paso previo a una eventual desaparición real y efectiva. Para evitarlo, nada como hacer caso a la frase atribuida a Oscar Wilde: “que hablen de mí, aunque sea mal”.