Existe un cliché sobre los argentinos que habla de lo mucho que les gusta enredarse en sus propios circunloquios. Y eso es precisamente lo que a veces le ocurre al Papa Francisco, muy dado a hacer reflexiones en voz alta que luego le acaban pasando factura. Sobre todo, en el Vaticano. Menos, en la izquierda. Ahí tienen si no la visita de la vicepresidenta primera del Gobierno de España, ministra de Trabajo y posible candidata –aún no se sabe de qué–, Yolanda Díaz.
Hace unos días, comentando los detalles sobre la dimisión del arzobispo de París, Michel Aupetit, tras asumir que había tenido una relación ‘ambigua’ con una mujer, el Padre Bergoglio aseguraba que “los pecados de la carne no son los más graves, sino la soberbia y el odio”.
El problema es que no quedó ahí la cosa. Ante los periodistas que le acompañaron en el avión de vuelta de su viaje a Chipre y Grecia, según Vatica News, Francisco explicó que monseñor había practicado “pequeños masajes y caricias” a su secretaria. “¿Qué ha hecho Aupetit tan grave para darme la renuncia?”, dijo a los reporteros.
La charlatanería “crece, crece, crece” y le quita la fama a una persona, siguió. No podrá gobernar por el “parloteo” de las personas. “Por esto acepté su dimisión, no en el altar de la verdad, sino en el altar de la hipocresía”, añadió.
Más ambigua fue su reflexión sobre el informe CIASE, que destapó decenas de abusos sexuales perpetrados por miembros de la Iglesia católica francesa durante 70 años. “Cuando se hacen estos estudios hay que estar atentos a las interpretaciones realizadas en un arco de tiempo tan largo. Hay riesgo de confundir el modo de afrontar un problema 70 años antes”, sostuvo. “En el caso de la Iglesia se encubría… Era una cosa que pasaba en las familias y en los barrios. Hoy decimos que no funciona. Pero hay que interpretar con la hermenéutica de cada época”, añadió.